Las montañas se divisaban majestuosas en el horizonte
del desierto egipcio.
La travesía había sido larga y extenuante; viajaron
miles de kilómetros y navegaron el río Nilo con un calor sofocante, insectos de
todo tipo y olores fétidos.
Al llegar al poblado de Qarara la felicidad los
invadió; tendrían otra vez agua limpia, un reconfortante baño, una cama con
sábanas limpias y buena comida.
Descansaron hasta la noche: Maximiliano, arqueólogo y con
una vasta experiencia recorriendo el mundo en busca de testimonios antiguos, su
hija Raquel, que compartía la pasión de su padre, dos alumnos de la cátedra de
Maxi, Vanesa y Adrián y Mahmoud, el guía egipcio.
Se encontraron en el restaurante y fue Raquel la que comenzó
a hablar.
-¿Pueden creer que estemos a horas de descubrir algo
que alterará el Orden Mundial? Nada menos que un manuscrito de cien mil años de
antigüedad, con el relato del Nacimiento de Dios y el Origen del Universo….-
-Espero sea verdad. A pesar de haber revisado cientos
de veces el libro del Siglo II que encontramos enterrado en el Monasterio
tibetano, aún tengo dudas sobre su veracidad. Y siendo lógicos, que se
encuentre en un estado aceptable es harto difícil.- reflexionó Vanesa en voz
alta.
-No seamos pesimistas- dijo Maxi. -Era el Evangelio de
Judas; Jesús le reveló los secretos a cambio de aceptar pasar a la historia
como el traidor más grande.
Según he leído, la relación entre ambos era más
estrecha que con el resto de los apóstoles.-
-Y no se olviden que cualquier Museo del mundo pagará
millones por él.- comentó Adrián entre risas y ojos brillosos.
-Bien, vayamos a dormir que mañana será un largo día.-
dijo Raquel.
Al amanecer estaban listos para abandonar el pueblo y
ponerse en marcha.
Atravesaron una distancia considerable y al caer la
noche, llegaron a la entrada de una gruta, oculta tras las rocas.
-Aquí es.-gritaron al unísono.
Entraron y avanzaron con precaución hasta llegar a lo
que parecía una cámara, en la cual haces de luz azul comenzaron a desprenderse de
las rocas. Sorprendidos y asustados corrieron para escapar Raquel vio en las
paredes, escritos ininteligibles y dibujos arcaicos.
Les pidió a todos regresaran.
Regresaron con cierto resquemor hasta que lo
comprobaron; eran grabados esculpidos en la roca y pintados con colores poco
comunes, brillantes. Las escrituras les resultaron incompresibles.
Los dibujos, en cambio parecían tener una secuencia y
decidieron seguirla; en el primer cuadro les pareció que era un niño en una
especie de cuna. A continuación algo parecido a un objeto volador. Seguía otro
cuadro solo pintado de blanco, brillante que Adrián lo asoció con un estallido
de luz, en el próximo aparecían como rocas surcando un espacio negro y en el
último una roca azul. Todos coincidieron en que se trataba de la Tierra.
Vanesa gritó emocionada: -El manuscrito es esta
cueva-.
-No lo sabemos aún, no nos apresuremos.- dijo Maximiliano.
Fue entonces que se acercó a una pared donde una
extraña saliente llamó su atención. La empujó hacia adentro y la roca se
desplazó hacia un costado dejando a la vista un túnel.
Se adentraron y caminaron hasta llegar a una nueva
cámara que se iluminó de la nada.
La sorpresa y la emoción al ver la gigantesca estatua
de un ser humano en apariencia anciano, los hizo tambalear.
La teoría de extraterrestres en la antigüedad se estaba
confirmando.
La rodearon para admirarla hasta que el grito de Adrián
interrumpió el momento:
-El manuscrito.-
Detrás de los pies de la estatua, sobre una roca que
parecía una pequeña mesa, había algo que parecía un libro.
Lo tomaron con mucho cuidado y pudieron ver que se
encontraba en perfectas condiciones.
El exterior parecía ser de un material parecido al
cuero y no tenía nada escrito. Lo abrieron y en la primera hoja se encontraron
con una enorme lista:
Yahve, Jehová, Elohim, Elohay Kedem y más...
¿Es la lista de los mil nombres de Dios, no?- preguntó
Vanesa. Todos asintieron.
-Recordemos que el número mil es el impronunciable
nombre de Dios.- dijo Maximiliano.
Raquel comenzó a leerlos en voz alta, nerviosa.
Cuando llegó al número novecientos noventa y nueve, se
detuvo al encontrar un párrafo escrito en copto que decía:
“Bienaventurado si has leído hasta aquí, pues en siete
días conocerás los secretos del Comienzo si pronuncias el último nombre de Dios”.
Emocionada Raquel lo pronunció y aguardó.
En ese instante se produjo un silencio agudo, tanto,
que los oídos de todos comenzaron a sangrar. Y todo allí comenzó a temblar.
Asustado, Maximiliano tomó el libro y al leerlo la
desesperación lo invadió.
-¿Que has hecho Raquel?-
-Aquí en realidad dice: “En siete días conocerás los
secretos del Comienzo si NO pronuncias el último nombre de Dios.”-
Dio vuelta la página, algo que no había hecho su hija
y encontró otro párrafo que decía: “Si lo haces será el Fin.”
Presos de la angustia, comenzaron a correr a toda
velocidad buscando la salida de la cueva.
Una vez afuera miraron al cielo y vieron como las
estrellas se apagaban una a una, la luna se enrojecía y la oscuridad comenzaba
a apoderarse de todo el planeta.
Era el Fin del Mundo y ellos habían sido el
instrumento…
-Listo espero que esta novela sea un éxito.- dijo
eufórico mientras iba en busca de su habano y de un whiskey escocés.-
Saltó sobre su perro que estaba echado en la
alfombra. Este lo miró con un ojo y
siguió durmiendo.
-Voy a encender mi habano, espero no te moleste.- le
dijo a su enérgico amigo.
Luego de la primera bocanada de humo releyó el final y
se dio cuenta que faltaba la palabra fin y la escribió: F I N.
Salió al jardín a tomar un poco de aire y disfrutar del
momento.
Más al levantar la vista hacia el cielo pudo ver que las
estrellas comenzaban a apagarse una a una, la luna comenzaba a tener tintes
rojos y la más negra oscuridad se cernía sobre el mundo.
F
I N