domingo, 29 de diciembre de 2019

UNA NOCHE EN EL SUBTE. Parte final.




Al abrirse las puertas del vagón, subí y elegí el asiento. Cuando arrancó me tranquilicé un poco y tomé mi celular que no tenía batería. Lo guardé en mi abrigo.
El silencio y la soledad herían los sentidos y soltaban a los fantasmas encadenados, hambrientos de protagonismo. 
Cuando el tren se detuvo en la siguiente estación aguardé con ansias ver a alguien.
En vano. Nadie subió, se cerraron las puertas y continuó el viaje hacia la próxima.
Quería serenarme, pero me costaba. Y pensé.
- ¡Que boludo!, ¿Porque no bajé en la estación que pasamos? ¡Lo haré en la próxima!  - dije en voz alta.
Pero al llegar ocurrió algo. Al detenerse y abrirse las puertas, una mujer subió y se sentó a unos diez metros de donde yo estaba.
Eso me calmó por lo que decidí continuar. Al fin un ser humano cerca.
La dama llevaba puesta la capucha de su abrigo por lo que no podía verle el rostro, aunque sus piernas me resultaban conocidas.
Comencé a mirarla con detenimiento. Sus manos blancas y los dedos largos y delgados me recordaron a Laura.
-No, no puede ser ella porque vive en Devoto y este subte no la deja. O tal vez va a otro lado. ¿Es ella? - pensaba en voz alta.
En ningún momento atinó a mirarme por lo que la duda me estaba enloqueciendo.
Llegamos a una nueva estación y nadie subió.
Cuando tomó velocidad otra vez, me puse de pie para acercarme a aquella misteriosa mujer.
A medida que lo hacía, mi corazón golpeaba mi pecho con furia y vigor.
Cuando estuve más cerca, percibí el perfume que traía y era el mismo que usaba Laura.
Mis temores dieron paso a mis alegrías. Pensar que aquella mujer era ella me hacía feliz.
Frente a frente la miré a los ojos.
-Laura, no puedo creer que seas vos, no he podido de dejar de pensarte. ¿Podemos charlar cena mediante? -
Pero ella no se movía, solo me miraba.
-Laura… ¿Te pasa algo? Hablame por favor. -
Pero nada ocurría, solo una mirada inerte era lo que había en ella.
Muy confundido, atiné a zamarrearla suavemente del brazo.
Más al hacerlo, ella se desvaneció en el aire.
Solo quedó su abrigo en el asiento. Desencajado y desorientado lo tomé y salí corriendo del vagón pues habíamos llegado a mi estación de destino.
Al salir a la calle y ver nuevamente el mundo me tranquilicé.
A paso apurado caminé las dos cuadras hasta mi departamento y entré a los tropezones.
Encendí la luz y me desvestí para darme una ducha pues no tenía hambre.
Al salir del cuarto de baño, corrí a la cama pues el frío era intenso en los cuartos, vacíos durante gran parte del día.
Había dejado el abrigo encima de la cama.
Sin vestirme, busqué un vaso y me serví una copa de vino tinto. Luego encendí el televisor y me acosté.
No podía concentrarme en nada, solo me interesaba el abrigo por lo que lo tomé y revisé sus bolsillos.
Extraje una nota. Era un papel blanco, perfumado, perfectamente doblado.
Lo abrí y me dispuse a leerlo.
Estaba escrito en letra cursiva muy bella y reconocí a la autora.
Decía: “Escuché todo. Cambié de idea. Esperame en tu departamento. Te tengo que devolver un beso…Laura.”
Mis emociones se descontrolaron. Me sentía realmente feliz. Me levanté a las corridas para acomodar todo lo que estaba tirado por todas partes y para echar desodorante de ambientes hasta terminar el aerosol. Puse una botella de vino en la nevera, me lavé otra vez y me senté a esperarla en el sillón, en penumbras y escuchando a Chet Baker.
No hizo falta que tocara el timbre, su perfume se percibía aun con la puerta cerrada.
Cuando abrí, allí estaba, más hermosa que nunca. Al cerrar la puerta se abrió el paraíso para nosotros…
                                                        F    I     N

Richard
29-12-19



viernes, 27 de diciembre de 2019

UNA NOCHE EN EL SUBTE. 1ra. parte.





El día en la oficina había sido por demás extenuante. Poco tiempo para el trabajo real y largas horas en reuniones aburridas, estériles.
Cuando el reloj me indicó que eran las seis de la tarde, me levanté de mi sillón dispuesto a salir corriendo del edificio.
Pero mi jefe tenía otros planes para mí. En el momento que estaba llegando a la puerta escuché a mis espaldas mi nombre y un pedido.
-Lalo, no te vayas por favor que tenemos que hablar. Esperame en mi oficina, serán solo cinco minutos. - dijo Fernández, mi gerente.
Resignado, abrí la puerta y fui hasta donde me pidió.
Laura, la secretaria, comenzó a sonreír cuando me vio llegar.
- ¿Te enganchó justo, ¿no? - me dijo con sorna.
-No te preocupes que somos dos, hasta que no termine con vos no me puedo ir tampoco. -
La miré y con una sonrisa forzada le dije.
-Jodete. - Ella me miró y lanzó una carcajada al aire.
Entré y tomé asiento para aguardarlo. Eran las seis y treinta y no aparecía. Mis nervios se acumulaban en el cuello.
En ese momento entró Laura con una bandeja.
-Calmate, te traje un café mientras lo esperás. Sabés como es. -
-Gracias, sos más buena que Lassie. ¿Un día vamos a tomar algo?,- le pregunté.
-Ni en pedo. Sos buena gente, estás bueno, pero hace poco terminé una relación de cuatro años y ni ganas de salir con otro tipo por algún tiempo. Perdón. Si cambio de idea te aviso. - respondió.
Cuando salió de la oficina, escuché la voz de Fernández.
-Sí señor, lo está esperando. - fue la respuesta.
Entró, con la energía de alguien que recién comienza su día.
Se sentó, acomodó su carpeta, miró su celular y comenzó a hablar.
-Mirá Lalo, vos sabés que te tengo en el mejor de los conceptos. ¿Cuánto hace que trabajamos juntos? ¿Veinte años? Tenemos historia, vos eras un administrativo raso y yo un encargadito. Llegaste a Jefe de Departamento y yo a Gerente. Lo hicimos juntos.
Y ese es el punto. Lo hicimos. ¿Ahora qué hacemos? Nada Lalo. Siento que estás dejando pasar el tiempo, no veo la fiereza de los primeros tiempos, no veo las ganas, no me estás transmitiendo nada. Llegás, cumplís y te vas. No hay más, me parece. -
Lo miré por unos instantes en profundo silencio.
No hacía falta ser muy lúcido para saber que me despediría. Nada de lo que dijera cambiaría la decisión por lo que me puse de pie y a viva voz le dije.
-A ver, mejor que me paguen hasta el último centavo porque si no lo hacen les voy a hacer un juicio apocalíptico. Sabés que yo sé de tus negocios turbios y de los Directores y si hablo vayan viendo como les queda el traje a rayas.
Por último…hace tiempo que me cansé de vos, de tu soberbia, de tu falta de respeto hacia el personal, de tu falta de humanidad. Sos un negrero de mierda. Te podés ir bien al carajo Fernández, - le grité en la cara y salí dando un portazo.
Laura estaba petrificada pues había escuchado todo.
-Y vos Laura, tendrías que hacer lo mismo, andate porque vas a caer por culpa de éste. Es una basura este tipo. - le dije y le di un beso. Ella me abrazó y me alcanzó el abrigo. Hasta me ayudó a ponérmelo. Le di otro beso, esta vez sobre los labios. Se quedó inmóvil.
Al llegar a la calle me sentía bien, satisfecho, liberado, feliz.
Ya la noche había llegado para quedarse y el frío con ella.
Tenía ganas de caminar, así que decidí hacerlo hasta el centro. Quería ver la avenida Corrientes iluminada, algo que no hacía desde que me separé de mi esposa en el dos mil quince.
Al llegar, me detuve a mirar las marquesinas de los teatros, entré en todas las librerías y hasta me animé a preguntar en el Complejo La Plaza, el precio de las localidades para una obra de teatro. La gente iba y venía. Muchos corrían para tomar el subte o el colectivo. Otros iban a tomar un café en algún bar, comer una pizza en Guerrin o en El Cuartito y ver luego una película, una muestra o una obra en el San Martin.
Me di el gusto de entrar en el Bar La Paz. Fundado en la década del cuarenta allí se congregaba la bohemia porteña. Literatos, pintores, cineastas, músicos, actores, psicoanalistas, estudiantes de todo tipo.
En los años setenta su clientela se caracterizaba por las barbas, las mujeres por las tetas sin sostenes y la variada temática de los libros depositados en las mesas.
Me senté y pedí un café negro con un tostado de jamón y queso. Me había dado hambre.
Pude ver que la historia del Bar se había interrumpido en algún momento y que la gente que entraba distaba por mucho de aquella logia de intelectuales y artistas.
Luego de un rato allí, le di rienda suelta a mi cabeza y todo tipo de pensamientos se agolparon.
¿Qué haría mañana? ¿Y dentro de un mes? ¿Dónde estaría dentro de un año, o de cinco?
-Tengo cincuenta años, tengo que conseguir otro trabajo. - me dije.
- ¿A los cincuenta? Ni en pedo vas a conseguir- me respondí.
-Entonces voy a viajar hasta que se termine la plata. -
- ¿Y después te vas a vivir debajo de un puente? -
-Sí, es una boludez eso. Un viajecito de una semana a Mar del Plata puedo hacerme, pero tengo que poner la guita en el banco así vivo con los intereses hasta que consiga algo. -
-Ahh, podría escribir también, siempre me gustó, pero nunca tuve tiempo. -
-Eso, voy a escribir. Y a dibujar. También me gustaba mucho de chico.
Y siguieron llegando ideas; dramáticas, de corte existencialista, otras graciosas, algunas estúpidas y unas pocas, algo inteligentes.
Hasta que llegó a mi cabeza, la cara de Laura. Al verla una extraña sensación se instaló en mi pecho. Sentí que extrañaría no verla cada mañana. Extrañaría sus preciosas piernas, sus bellos escotes, sus caras alegres y las de culo también.
Pero el libre albedrio en mi cabeza seguía revolviendo mi mundo para acercarme más gente. Y fue que de pronto apareció mi ex esposa, reprochándome el hecho de haber perdido el trabajo.
También mis hijos y algún amigo. Quizás alguna ex amante.
Y en ese océano de vidas e historias en que estaba sumido, pude salir a flote y recordar que debía ir a mi departamento.
Vivía solo y no era que no me gustaba, pero estaba siendo difícil para mí convivir con alguien más. Lo había intentado, pero no había funcionado. Ninguna de las dos veces llegó a durar siquiera seis meses.
Le pedí al mozo la cuenta, pagué y salí del Bar La Paz en busca de una boca del Subte A.
Ya la noche se había llenado de sombras y de personajes inusuales, raros, mezclados con la gente común. Esos animales nocturnos que no se dejan ver durante el día.
Caminé hasta Rivadavia y llegué dos minutos antes que la línea cerrara sus puertas.
Me apuré, pagué mi boleto y ya en el andén aguardé a que llegara el subte.
Estaba solo allí, no había nadie, era el único pasajero. La música funcional de pronto dejó de sonar y el silencio se hizo tenebroso. Ruidos y golpes de máquinas, autos que transitaban por la calle encima de la estación, voces lejanas.
Hasta que un fuerte sonido estalló. Una luz que emergía del el túnel me indicó que el tren estaba llegando.
Vi pasar varios vagones y no hallé ser humano alguno...

Continuará...

Richard, 27-12-19


viernes, 20 de diciembre de 2019

LA TIENDA DE LIBROS. 2da, y última parte.


…La sorpresa lo dejó sin habla. Detrás de la puerta había una playa soñada, desierta.
La arena blanca, las palmeras, el calor y el cálido viento le recordó el viaje a Cancún en vacaciones con sus padres.
-Vengan, entren, esto es increíble-, les dijo eufórico a sus amigos.
Cuando la vieron ninguno podía reponerse del asombro. Hasta que comenzaron a dudar.
¿Estamos despiertos o dormidos? , - preguntó Lucas.
Como nadie estaba seguro, comenzaron a pellizcarse la cara y los brazos, con el agregado de alguna patada entre los varones. Llegaron a la conclusión que estaban despiertos pues algunos habían dolido.
Decidieron disfrutar ese momento y corrieron hacia el mar cristalino. Al llegar a la orilla se sacaron las zapatillas y se zambulleron, la niña con la remera puesta, los varones con el torso desnudo.
El agua cálida fue una dulce caricia para sus atribuladas almas luego de un día gris, con lluvia y frio en aquel interminable invierno.
Cuando salieron del agua, el estupor los inmovilizó. No podían entender como no lo habían visto antes. Estaban a los pies de un fuerte en ruinas y cientos de casas destruidas.
Consternados caminaron por aquel lugar devastado sin saber de qué se trataba. Hasta que de una casa sin paredes ni techo salió un hombre a su encuentro. A juzgar por sus ropas era un pirata.
- ¿Que hacéis aquí, de donde sois vosotros? -, preguntó.
Los niños no hablaron.
El pirata se encogió de hombros para decir.
-Ya no importa. Yo tampoco importo. Todo está perdido en Port Royal. – dijo sumamente contrariado.
Los tres se miraron. Allí Emma recordó la historia del famoso puerto de Jamaica.
Fue entonces que el pirata comenzó a hablar. Solo se detenía para beber un trago de ron de su pequeña garrafa. Luego continuaba con su monólogo, sentado sobre un bote o lo que quedaba de él.
-Hace dos meses ya del cataclismo que hizo desaparecer la ciudad bajo las olas del mar de las Antillas. Una marejada así nunca nadie la había visto, ni el más avezado y viejo lobo de mar pudo siquiera imaginarla.
En pocos minutos se desató el horror y los barcos cargados en los muelles fueron reducidos a un montón de tablas. Lo peor fue cuando parte de la isla comenzó a hundirse. Murieron casi todos.
Era nuestra Capital pirata pues aquí se almacenaba todo lo que le arrebatábamos a los galeones españoles. Éramos felices hasta que el Dios Poseidón quien sabe porque, se enojó y nos quitó todo.
En fin, ya les contaré más pero ahora cuéntenla así a sus amigos.
Yo me iré en busca de más ron y de un barco pirata para seguir surcando los mares.
Adiós -, dijo y se perdió en la playa llena de escombros, objetos destrozados y tristeza.
Los tres niños quedaron fascinados con la historia y la comentaron por un buen rato.
Hasta que Emma preguntó si alguno tenía reloj o sabía la hora. Al no tener idea decidieron regresar.
Solo se les ocurrió cerrar los ojos. Al abrirlos estaban otra vez frente a la puerta que habían atravesado. Se miraron y rieron con ganas.
-Estuvimos adentro de un libro-, dijo la niña.
Los amigos asintieron. Luego los tres desandaron el largo pasillo que ahora tenía una puerta al lado de la otra. Como si fueran las portadas de los libros más fantásticos de la historia.
Todas tenían un cartel de madera clavado con distintos títulos:
“LA ATLANTIDA”, “LA ILIADA”, “LA ODISEA” “LA BIBLIA”, “MITOS Y LEYENDAS GRIEGOS”, “JULIO VERNE” “LAS CRUZADAS”, MITOS Y LEYENDAS ORIENTALES”, LA VERDADERA HISTORIA DE DRACULA” …

Al llegar a la puerta de salida, comenzaron a leer el cartel antiguo escrito en letra extraña.
La vida es sueño y también fantasía. La vida es risa y llanto, día y noche, demonios y ángeles, luz y oscuridad. Aventuras y serenidad. Aprendizaje.
Miles de libros escritos en cientos de siglos no mienten. Lee.” Año 1.
Salieron a la calle eufóricos y repletos de felicidad.
David propuso entonces pincharse el índice de la mano derecha con una aguja que tenía Emma en su mochila.
Luego los juntaron y con cada gota de sangre sellaron el pacto.
Juraron no decirle a nadie lo que habían hallado y que todas las semanas vendrían a la Tienda de libros, para abrir una puerta y vivir la historia…

Los tres amigos cumplieron con la promesa por casi tres años. Cada semana abrían una puerta y vivían el libro elegido.
Hasta que una mañana, el sonido de potentes motores en la calle, despertaron a todos.
Los tres salieron y los siguieron. Cuando se detuvieron en las Cinco esquinas, la tristeza los invadió pues aquellos monstruosos camiones de volteo y excavadoras habían llegado para demoler lo que quedaba de la vieja Tienda.
Comenzaron a mirar cómo se destruía la conexión que tenían con un mundo de fantasía, irreal y verdadero al mismo tiempo.
Estaban sentados en la vereda de enfrente cuando de pronto se detuvo un auto negro.
Al abrirse la puerta, una mujer de unos treinta años se bajó y se acercó a ellos.
-Hola chicos. Soy Estefanía -, les dijo.
- ¿Puedo invitarlos a tomar un helado así conversamos? -, preguntó. Todos asintieron, sabían de quien se trataba.
Sentados en los cómodos sillones de la heladería comenzaron a charlar y fue la mujer la que rompió el hielo.
-Bien, quiero que sepan que estoy al tanto del descubrimiento que han hecho en la tienda de libros de mis padres hace tres años y eso me ha hecho muy feliz.
Que otros seres humanos disfruten lo que descubrió mi papá es algo mágico. Y ustedes han demostrado que nada está perdido, que la vida de los libros sigue intacta y que mi padre no se quemó la vista con aquel libro secreto que le regaló un alquimista, en vano.
Quiero agradecerles todo lo que hicieron y por ello he decidido levantar de las viejas cenizas, una nueva tienda de libros. Más moderna, para que mucha gente la visite y lea todo lo que pueda y quiera leer.
Habrá libros de todo tipo, mesas para tomar café o helado, música de fondo y luces cálidas para que se sientan a gusto.
Y no se preocupen que la puerta para ustedes estará siempre abierta. Una vez que se abre no se puede cerrar. Hasta podemos ir juntos, pues quiero llevar a mi hijo de cuatro años -, dijo con una feliz sonrisa.
Los tres jóvenes no cabían en su cuerpo. La felicidad era inmensa.
Continuaron conversando por horas hasta que Emma preguntó.
- ¿Estefi, como se llamará la tienda? .-
-Hay un solo nombre posible mi querida niña…
“LOS TRES AMIGOS” –, dijo emocionada.

Richard
20-12-19

miércoles, 18 de diciembre de 2019

LA TIENDA DE LIBROS. 1ra. parte





Era un amanecer frío y desolado. Uno más en el despiadado invierno que azotaba la región. El manto de niebla cubría el pueblo hasta las afueras, creando una atmósfera melancólica, casi fantasmagórica.
No eran las siete de la mañana cuando de pronto, el viento dejó de soplar ansioso y unas enormes gotas de agua comenzaron a caer estrepitosas sobre los tejados y chapas de zinc.
En minutos, la lluvia arreciaba y las ráfagas de viento cruzaban las calles de lado a lado.
David y Lucas se levantaron temprano como siempre y se quejaron por la inclemencia del tiempo. No soportaban la idea de un sábado encerrados en sus casas. Quizás en otras si.
Era un amanecer frío y desolado. Uno más en el despiadado invierno que azotaba la región. El manto de niebla cubría el pueblo hasta las afueras, creando una atmósfera melancólica, casi fantuasmagórica.se con Emma en su casa que era más grande y tenía una coleccion enorme de videojuegos.
Se habían conocido en el Jardín de Infantes a los cinco años de edad y ocho años después no hacían nada por separado.
Cuando los chicos llegaron, Victoria, la madre de la niña los hizo entrar por el garaje ya que estaban empapados y no quería que le mojaran la alfombra si entraban por el living.
Una vez secos gracias a la toalla que les proveyó la madre de Emma, la saludaron con un beso y fueron corriendo al cuarto donde estaba atrincherada la incipiente adolescente.
Se alegró mucho al verlos y los invitó a quedarse todo el día. Estos aceptaron y le avisaron a Victoria, quien se debió encargar de comunicarles a los padres de los muchachos que se quedaban allí, de las vituallas y el almuerzo para tres.
Felices se acomodaron en los almohadones diseminados por el piso y conversaron, escucharon música, miraron tele, comieron y jugaron juegos de video hasta hartarse.
Casi al atardecer la lluvia cesó y algún furtivo rayo de sol comenzó a colarse entre las copas de los árboles. Mas no duraron mucho pues las nubes grises corrían despavoridas en el cielo gris, azul, naranja por momentos.
Los amigos comenzaron a saltar de la alegría. Hasta que David dijo:
-Alto, ¿me quieren decir por qué saltamos? ¿Acaso podemos hacer algo a esta hora? El día está perdido-, dijo lamentándose.
Se miraron, se desparramaron en los almohadones otra vez y pensaron.
Hasta que Lucas gritó.
-Si, tenemos algo que hacer y ya sé que. Hace mucho tiempo que planeamos ir y nunca lo hacemos. Vayamos a la tienda de libros abandonada-.
- ¿Estás loco? -, preguntó Emma.
-Solo a vos se te ocurre ir. En un rato será de noche y es un lugar siniestro. Quien sabe que podemos encontrar allí. Hace más de veinte años, o diez que cerró sus puertas-.
-Y según mi madre, los dueños están muertos allí adentro-, acotó David.
-Ah sí… ¿Y quién cerró la tienda entonces? -
-Dicen que fue la hija, Estefanía, que al poco tiempo abandonó el pueblo y abrió una tienda de productos para adultos en la gran ciudad -, acotó la niña.
Se hizo un silencio sepulcral por largos minutos. Las risas cómplices fueron contenidas, pero debieron redoblar esfuerzos para no estallar de la risa.
-Vamos antes que sea más de noche -, dijeron al unísono.
Al grito de Emma: “NOS VAMOS MA”, salieron en fila india del garaje, montados en sus bicicletas.
Ya la calle languidecía entre neblinas y penumbras.
Atravesaron el pueblo y no vieron a una sola alma.
Al llegar a las cinco esquinas, se detuvieron frente a la Tienda y la contemplaron.
Su aspecto era fantasmal. Los vidrios estaban rotos, el cartel destrozado, maderas mal clavadas sobre las ventanas. La puerta, estaba ennegrecida por la humedad y desencajada. Las cadenas con candados brillaban por el óxido, la suciedad en la vereda era macabra y la oscuridad espesa, pues el farol que debía iluminar la entrada estaba muerto.
-Bien, ¿Cómo entramos? -, preguntó Emma.
Lucas sonrió y dijo al mismo tiempo que extraía algo de su mochila.
-Fácil, con esta cizalla-. Fue entonces que cortó el candado y todo comenzó a caer al piso con estrépito, las cadenas y las maderas podridas y algunos bichos muertos.
Una vez adentro, encendieron sus linternas y comenzaron a recorrer el salón.
Un helado escalofrío les corría por la espalda con los pequeños crujidos, el silencio lúgubre, la oscuridad y el desorden reinante.
Siguieron avanzando y se toparon con una enorme puerta de madera la cual atravesaron con cierta dificultad pues era muy pesada y les costó empujarla.
Al abrirla, se encontraron con un largo y angosto pasillo.
Con sus linternas encendidas llegaron al final del mismo y notaron que una luz amarillenta, débil y nostálgica se escapaba por debajo una puerta algo más pequeña que la anterior.
Decidieron llegar hasta ella y se detuvieron a pocos centímetros para leer un cartel de madera antigua clavado con un clavo oxidado.
SOBRE PIRATAS, BUCANEROS, CORSARIOS Y FILIBUSTEROS.
Era lo que estaba escrito. Fue entonces que los tres se miraron un tanto nerviosos pues no sabían con que se encontrarían.
Emma, decidida tomó el picaporte y empujó la puerta que se deslizó lentamente hasta quedar abierta de par en par.
Fue David el que entró primero...

Continuará...
2da. y última parte, el día 20-12-19

Richard.
18-12-19

sábado, 14 de diciembre de 2019

ESTAMBUL




Luis es un ávido lector desde muy temprana edad.
Siendo un niño devoraba las letras de cada libro que caía en sus manos. Leer le permitía escalar el Monte Olimpo y conocer la morada de los Dioses. O recorrer la Biblioteca de Alejandría, cuna de todo el conocimiento antiguo hasta que el fuego se llevó más de cuarenta mil obras.
O viajar hasta el año 3400 A.C. para conocer donde guardaban en la ciudad de Uruk , antigua ciudad de Mesopotamia situada en la ribera del río Éufrates, la sabiduría de aquella época entre manuscritos y tablillas de arcilla.
Pero solo se detenía en la antigua Bizancio. Allí se quedaba días para recorrerla metro a metro, historia a historia.
La arquitectura, su arte, sus calles, sus edificios y monumentos lo embelesaban. El recorrido por el Gran Bazar de Estambul, con sus cuatro mil tiendas y cincuenta y ocho calles, era su preferido. Allí buscaba piezas históricas inimaginables como la lámpara de Aladino, o las cabezas de Medusa en la Cisterna Basílica entre otros.
También se deleitaba con la orfebrería, joyas y las clásicas alfombras, productos de la creatividad e imaginación de los turcos.
Más ese día, el viaje llegó a su fin cuando su madre lo llamó para comer.
Allí el adolescente, que estaba admirando sus calles, iglesias y edificios antiguos, regresó de forma abrupta a su habitación.
Cuando llegó al comedor, su padre ya estaba sentado y comiendo.  Mientras, su madre servía comida en el plato del joven y el suyo.
¿Siempre hay que esperarte a vos, que hacés tanto tiempo en tu cuarto, te tocás y tocás asqueroso. Te vas a quedar ciego de tanto hacértela -, dijo muy disgustado el padre.
-Pará Raúl, no le digas eso al chico, estamos comiendo -, le pidió la madre.
-Que pará ni pará, siempre defendiendo a este boludo. No hace nada, en el colegio le va mal, no tiene amigos. Nunca va a llegar a nada. Solo lee el pelotudo, como si leer sirviera de algo. Yo tengo tercer grado, nunca leí un puto libro y trabajo de los quince años. Y puedo mantener a esta familia. Así que callate idiota -, gritó.
Esas últimas palabras colmaron la paciencia del joven de catorce años.
Se levantó de su silla, se acercó hasta el lugar donde estaba sentado el padre y lo comenzó a mirar con odio.
- ¿Qué, me vas a dar un beso mariconcito de mamá? -, le dijo con sorna.
Luis estuvo a punto de empujarlo para que se caiga de la silla, pero no lo hizo.
Respiró hondo, miró al cielo y le dijo.
-Padre no te voy a llamar porque vos no lo sos, ser padre es otra cosa. Tampoco esposo de mi madre, porque ser esposo es otra cosa, no esto que sos…, - lo espetó mientras el padre se ponía de pie y le decía.
-No te lo voy a permitir mocoso de mierda -, gritó y alzó la mano derecha.
A punto de pegarle, el alarido de la madre retumbó en todos los rincones de la casa.
- ¡NO SE TE OCURRA TOCARLO PORQUE TE MATO, HIJO DE PUTA!
Tenía un cuchillo de mesa en la mano.
¡Andate, andate de esta casa y no vuelvas nunca más, no necesitamos tu dinero, tu presencia, nada de vos. ¡Solo tomá tus cosas y andate! -, gritó desaforada.
El viejo sonrió con sarcasmo y fue a su cuarto para preparar sus valijas. Se llevó todos los ahorros que guardaban en un viejo sobretodo. No les dejó un solo peso.
Al rato, cargó todo en su vieja camioneta y antes de irse les dijo.
-Ya van a querer que vuelva y me van a pedir perdón. ¿Y saben por qué? Porque son dos inútiles, vos ni de puta podés trabajar y el otro es un vago que no sirve para nada. Chau, hasta nunca -, dijo. Luego encendió el motor de su vehículo y se marchó.
Madre e hijo se abrazaron y lloraron por un largo rato.
-Mamá, quedate tranquila que saldremos adelante. Vamos a trabajar los dos mientras sigo estudiando y me recibo de algo.
Este es el primer día del resto de nuestras vidas mamá. ¿Y sabés donde terminaremos nuestros días? En Estambul -, dijo. Y sonrieron entre suspiros.
Los primeros días fueron crueles. El hambre se instaló en aquella casa, hasta que Analía consiguió trabajo en una panadería. No era mucho el dinero, pero el pan y los dulces no les faltaron.
El joven, cuando salía del colegio, trabajaba como cadete en una farmacia del barrio.
Lo que juntaban les alcanzaba para comer y pagar las cuentas. Tanto y tan poco.
Pasó el tiempo. El muchacho, una vez que terminó el secundario comenzó a trabajar en un estudio contable, mientras la madre hacía maravillas con el dinero. Estaban saliendo adelante.
Los años pasaron. Ella había cumplido cincuenta años, aunque aparentaba más. Los sacrificios, las pocas horas de sueño y la tristeza de su alma habían dejado marcas eternas en su delgado cuerpo.
El, un joven de casi treinta años se recibió de Contador. En poco tiempo escaló posiciones dentro del Estudio y sus ingresos económicos eran importantes.
Comenzaron a vivir con cierta soltura económica.
Un día Luis se casó con su novia de la secundaria y fueron a vivir a una casa distante una cuadra de la casa de su madre.
No permitió le faltara nunca nada y cada día la visitaba, una vez a la mañana antes de ir a trabajar, otra al regreso del trabajo y la última luego de la cena, un café y charla. A veces lo acompañaba Sonia. Los fines de semana comían y compartían la tarde del domingo…

Y fue en un bello y templado atardecer de otoño que, navegando sobre las aguas del Bósforo, admirando las cúpulas de los palacios, las fortalezas antiguas y los puentes iluminados de colores, Luis le preguntó a Analía.
- ¿Mamá, te acordás donde te dije que terminaríamos nuestros días, aquella noche en que nos quedamos solos? -
- ¡Si hijo mío, como olvidarlo! -, respondió mientras se abrazaban con lágrimas de felicidad en los ojos.

Richard
14-12-19  


lunes, 9 de diciembre de 2019

UNA HISTORIA DE AMOR


PAULA y…

Encendió su enésimo cigarrillo, el motor del auto y la radio.
No quiso mirar atrás para verlo arrodillado en medio del pavimento solitario.
Tomó la vieja ruta azul en su Chevrolet dos mil para no volver.
Sus ojos negros estaban llenos de sueños rotos, nublados de tristezas.

Lo amaba con el alma pues era un buen hombre con el alma arrollada.
Lo odiaba cuando se emborrachaba, dormía todo el día y perdía el trabajo.
Lo amaba cuando la miraba, la besaba y hablaba de futuros, niños y playas.
Lo odiaba cuando regresaba ebrio y dormía tirado en el jardín.

Él decía querer ayuda, cuando en realidad no la pedía ni la deseaba.
Ella lo ayudó sabiéndolo, pero con una esperanza en su corazón
Aun sin plata y con hambre, lo apoyó y lo acompañó.
Hasta que un día, sin querer se embarazó.

Cuando lo perdió, no se lo pudo perdonar y al cielo lloró.
Siguió ayudándolo en vano, pues nada lo hacía reaccionar, ni el hijo perdido.
Y decidida a vivir, tomó la decisión en una noche sin luna.
Le dejó algo de dinero y le avisó a la hermana que se iba.

Durante el viaje el dolor y la culpa no la dejaban pensar.
Se detuvo a un costado de la ruta y gritó y lloró, nada adentro quedó.
Siguió conduciendo pues quería llegar al pueblo donde nació y creció.
Allí la aguardaba su madre solitaria con los brazos abiertos y el corazón riendo.

Paula necesitaba llenarse los ojos otra vez de amaneceres y cielos azules.
Necesitaba mojarse con la lluvia y secarse con el viento.
Necesitaba un abrazo, un beso, una palabra de amor.
Necesitaba regresar a la vida que había soñado vivir.


                                                   …y JAVIER

Aun borracho, al escuchar la puerta de calle corrió para alcanzarla.
Cayó de bruces al piso cuando la vio alejarse.
Sintió que el mundo era un basural y que su vida era una basura.
Sintió que no valía la pena seguir viviendo.

La amaba con locura, era la única mujer que había amado.
A su madre esquizofrénica la odió, a sus hermanas psicóticas también.
Su padre se fue una noche para nunca regresar.
El hizo lo mismo a los diecinueve años.

Pudo terminar en una zanja tirado, muerto, pero alguien lo salvó.
Paula se acercó esa noche y lo sacó del barro.
Charlaron hasta que las primeras luces asomaron entre las hojas de los árboles.
Ella lo llevó a su casa, le dio un techo y contención.

El amor no tardó en llegar y eso hizo que, por un tiempo Javier no bebiera.
Consiguió trabajo y feliz estaba después de muchos años.
Hasta que en una reunión de amigos que no lo eran, comenzó con una copa.
Entre cuatro lo dejaron en el jardín donde durmió hasta el mediodía.

Hablaron y acordaron era la primera y única vez.
La realidad fue que había sido el comienzo de la caída final.
No pudo dejar de beber, estaba adormecido, su alma casi muerta.
Y el amor de ella no alcanzó para sacarlo de su mundo de sombras.

Cuando ella se fue sintió que lo merecía.
Sintió que no merecía un tipo como él.
Sintió que no podría escalar la montaña
Y nada sintió cuando la bala atravesó su cabeza.

                                          PAULA Y JAVIER.

Fue a los pocos días que ella se enteró.
El recuerdo no la dejaría en paz ni aun moribunda en su lecho.
Fue la vida que los separó para que la muerte los uniera
Hoy caminan juntos entre las arenas del tiempo felices, soñando una nueva vida.
 

Richard
09-12-19





viernes, 6 de diciembre de 2019

UTOPIA


 
Es un lugar inexistente, sin tiempo ni cuerpo.
Solo es el anhelo de la mente y el corazón cuando nos sentimos libres.
Allí construimos grandes sociedades e imaginamos lugares secretos.
donde la armonía es perfecta, aún en la cabeza de alguien imperfecto.

Y es allí donde quiero llevarte, a una isla perdida en mi vieja alma.
Donde el sol y la luna están juntos en el cielo.
Donde el viento trae la música del infinito y la deja sobre las caracolas.
Donde la lluvia son gotas de algodón acariciando nuestros cuerpos.

Allí, donde el campo está cubierto de girasoles, abejas y duendes,
mientras los caballos salvajes corren libres, de norte a sur y de este a oeste.
Allí, donde los arroyos de agua dulce emiten el sonido de una sola nota,
mientras las flores de colores se besan con un arco iris perenne.

Allí, donde el mar tiene azules, rojos, blancos, violetas.
Y las ciudades sumergidas están a la vista de las gaviotas.
Los barcos hundidos flotan y las barcas regresan a la luz.
Mientras las Nereidas cantan y bailan en la orilla de la playa.

Allí quiero llevarte, allí quiero vivir con vos.
Será en una humilde cabaña de madera con piso de arena.
Nunca usaremos ropas aun siendo viejitos,
Ya que jamás tendremos frio.

Y dormiremos a la luz de las estrellas,
Arrullados con la canción de la tierra.
Y despertaremos con el sol y la luna entrando por la ventana.
Y nos perderemos en la playa y para luego caminar en el mar.

Por la tarde veremos cómo los astros se ocultan en el mar, 
mientras las primeras estrellas nos iluminan el camino.

Entre besos y palabras de amor, con el sonido de ramas crepitando a nuestro alrededor.
Así es mi utopía, mi mundo ideal, donde estamos solos, vos y yo.

Richard.
06-12-19