viernes, 29 de noviembre de 2019

EL REENCUENTRO




Nunca quise irme, pero debía hacerlo.
Ya nada me ataba a aquel pedazo de tierra y mar.
Cuando los primeros rayos de sol asomaran, subiría a mi coche
y con lo poco que tenía me alejaría para siempre.

No dormí durante la noche, deambulé entre recuerdos y momentos felices.
Hasta que las tristezas, agazapadas en la oscuridad me sometieron.
Ya no pude esperar al sol y me fui en medio de una noche estrellada.
No miré hacia atrás, no podía, no resistiría. Moriría.

Y fue en ese viejo auto que comencé la travesía para encontrarla.
Existía una sola persona que me sanaría dejando solo las cicatrices.
Estaba herido de muerte, mi mente y mi alma no soportarían mucho más.
Sentía que nadaba en el vacío y flotaba sin rumbo entre tinieblas.

Siempre soñé con ser un artesano de fantasías.
Hablaba con las estrellas y besaba sus labios a la luz de la luna.
Pero con su partida el mundo estalló en millones de lágrimas.
Mientras truenos primitivos aturdían mi maltratada existencia.

Y manejé kilómetros y kilómetros, por aquella desierta ruta que me llevaba al Sur.
Donde la nieve, el frio y la soledad eran reyes y reinas.
Miraba como el campo me atravesaba y recordaba como la vida me había atravesado.
No tenía hambre, tampoco sed. La nieve y el frío tampoco me detenían.

Cuando la noche llegaba, el cielo era un regalo de estrellas, lunas y luces lejanas.
En el amanecer dorado, los animales pastaban, los peones trabajaban, los fuegos ardían.
Me sentía cada vez más lejos de lo que fue mi hogar y lloraba.
Me sentía cada vez más cerca de aquella persona y sonreía.

Luego de muchos días llegué a mi destino, que era Tierra del Fuego.
Una vez allí atravesé el bosque y caminé hasta llegar al Lago Escondido.
Al llegar a la orilla, grité con las pocas fuerzas que me quedaban su nombre.
Y de rodillas en la tierra me quedé aguardando.

Enfermo de lejanías y lleno de sueño sin sueños, me levanté y solo silencio escuché.
Me quise ir y al darle la espalda al lago, escuché como si fuera una furiosa descarga de fusilerías.
Al mirar que ocurría, vi que desde el centro del lago alguien caminaba sobre el agua.
Cuando estuvo cerca me di cuenta que era yo, mi ser, mi esencia.

Y fue que mi alma lloró de emoción, mi mente sonrió y mi cuerpo se curó.
Había logrado encontrar a la única persona que podía rescatarme.
A la única persona que me amó siempre y yo nunca amé.
Ese grito fue mi nombre, esa persona era yo.

Richard


  



miércoles, 27 de noviembre de 2019

EL JARDIN DEL ALMA




Aún con el cielo marchito, el jardín de las almas brilla en la oscuridad.
La ausencia no sobrevive, el viento no sopla y la lluvia no moja.
Las golondrinas vuelan y se hunden en el cielo para anidar en las nubes.
Mientras los ángeles guerreros lo protegen desde la primera vez.

Aquí abundan las melancólicas dulzuras y las lágrimas con miel,
las risas de caramelo y los gritos de algarabía cual circo de magia.
Los verdes cipreses se apoderan de los secretos de las almas.
y en sus ramas quedan colgadas palabras de amor.

En las noches estrelladas, la luna se acuesta en la pradera
Y cuenta historias a quien quiera oírlas.
Historias de amor como la de Orfeo y Eurídice.
Historias desde que abrimos los ojos en este mundo.

Aquí, el melodioso susurro de las pequeñas aves enamora.
La antigua canción que emerge del centro de la tierra, enamora.
La música de un piano, un cello, un violín y una guitarra, enamora.
Tu cuerpo desnudo sobre la verde gramínea, dormida…enamora.

Aquí no hay lugar para crueldades ni ladrones de sueños.
Solo bondad en el aire y amor en las gotas de lluvia.
Esas que curan las heridas del alma en mujeres y hombres,
para brillar otra vez con la luz de la eternidad.

Ya no se escuchan los crujidos fríos de los corazones rotos
Ya no se escuchan puertas cerrándose con violencia.
Ya no hay prisioneros del amor perdidos.
Solo bienaventuranza junto a un río de aguas cristalinas.

Ya no hay abismos oscuros sin fondo ni final.
Ya la soledad llora solitaria afuera del jardín.
Las tardes se deshacen en armonía sobre hogueras de alegría.
Mientras la luna somnolienta, se despierta con los besos del sol.

El jardín de las almas tiene muchos nombres.
El jardín de las almas existe en algún lugar, cerca, lejos.
Se halla en el inagotable y perpetuo infinito.
Y hacia allí van las almas que amaron de verdad en esta vida.

Richard
27-11-19


domingo, 24 de noviembre de 2019

EL CAMPOSANTO


Son los umbrales del invierno y allí va el anciano,
caminando en un mundo sin sol con sus pies congelados.
Una silenciosa armonía acaricia su arqueada espalda.
Tiene la piel amarillenta, cejas tupidas y barba larga negra y blanca.

Cuando llega al final de un camino solitario,
se encuentra con un camposanto al cuidado de sus muertos.
El mismo estalla de flores de todas clases y colores.
Más ninguna de ellas contenía lágrima alguna.

Se preguntó quién dejaba las flores a aquellos fantasmas olvidados.
Y quiso averiguarlo por lo que se escondió en la pequeña casilla que hacía de capilla.
Allí se quedó mirando por la ventana y guareciéndose del frio.
Hasta que se quedó dormido con su alma, sentado en el único banco de madera.

La luz se escondió al llegar la noche y la luna sola, iluminaba las cruces y las flores marchitas.
Cuando el anciano abrió los ojos, se encontró con la soledad, su eterna compañera de viaje.
Comenzó a memorizar una vieja canción que comenzó a cantar con voz ronca y desafinada.
Feliz como estaba, salió de la casilla y olió el perfume de la tierra mojada.

Se preguntó de dónde provenía pues del cielo, agua no caía.
Miró una y otra vez hacia arriba y nada por lo que entró para dormir hasta el amanecer.
Quería seguir viaje hasta donde sus piernas lo llevaran y allí morir con los ojos abiertos.
Mirando de frente a la muerte y recordando con alegría su vida.

Pero su sueño no duró mucho, un estrépito de golpes en el viejo techo rompió el silencio.
Salió con prisa para ver lo que sucedía y se emocionó al ver tal prodigio.
De un cielo milagroso caían flores solo sobre el eterno camposanto.
En poco tiempo se tiñó de rojo, amarillo, blanco, violeta, naranja, rosa, celeste.

Se quedó extasiado observando el hechizo hasta que vio a una dama vestida de blanco.
Salió de la nada y caminó hacia él, más miedo no le dio, era alegría lo que sintió al verla.
Frente a frente se miraron a los ojos y sin hablar entendieron, habia llegado.

Ella partió hacia la eternidad y él se quedó en aquel camposanto hasta que llegara su día.

Richard
24-11-19



jueves, 21 de noviembre de 2019

LOCOS




Esta es la historia de una mujer y de un hombre.
Los dos desaparecieron de la vida casi al mismo tiempo.
Ella había sido una niña feliz, una adolescente rebelde, una mujer casada.
Él fue un niño rebelde, un adolescente conflictivo, un hombre trabajador.

Nacieron en el siglo pasado y caminaron algunos años por el XXI.
Tuvieron hijos que crecieron, estudiaron, se fueron y los olvidaron.
Al morir sus parejas, lloraron solos en sus casas vacías.
Sintieron que habían llegado al final con cincuenta y tantos años.

El dejó su trabajo, su vida y se fue a vagar por las calles. Nadie lo buscó.
Ella, desesperada de dolor, enloqueció y se fue para no volver. Nadie la buscó.
Deambularon días, meses, años por la Estación de trenes.
Comían lo que podían, dormían donde caían, fumaban lo que encontraban en el piso.

Ella se puso a destrozar viejas canciones que no recordaba, en el pasillo del subte.
Le decían la Loca de la línea B, siempre sucia y vestida con harapos amarillentos.
El, tocaba la guitarra criolla sin saber, sentado en el piso de la Estación.
Le decían el Loco de Constitución, siempre sucio y rotoso.

Un día de sol en una tarde fría, iban caminando y mirando el piso.
Hasta que se chocaron las cabezas y cayeron ambos al suelo.
Se miraron, un instante quizás, un siglo para ellos.
Sonrieron y se levantaron con esfuerzo.

El amablemente la ayudó a incorporarse.
No se hablaron, no recordaban como hacerlo.
Solo se miraban y sonreían, eso no lo habían olvidado.
Y comenzaron a caminar juntos, tomados de la mano.

A partir de ese día no se separaron más.
Todos los días recorren los pasillos mirándose y mirando hacia adelante.
Buscan comida juntos y duermen donde pueden juntos, abrazados.
Algunos, al verlos sonríen, otros se compadecen, los demás los ignoran.

A ellos no les importa, solo quieren estar de la mano y mirarse a los ojos.
Sienten que regresaron a la vida, al amor, al calor de alguien más.
Sienten que aún existe un sentido para todo. Y se cuidan, se protegen.
Sienten a su corazón palpitando otra vez y a su alma caliente.

Richard
21-11-19



lunes, 18 de noviembre de 2019

DESPERTANDO LOS SUEÑOS.




Era un niño cuando se encontró cara a cara con el tiempo.
Fue allí que se sintió frágil pues lo inexplicable lo invitaba a soñar.
Y cada noche, al cerrar los ojos, soñó como volaba el tiempo.
Soñó como navegaba sobre un mar de sueños y minutos eternos.

Navegando en su robusto bote recogía historias que flotaban en el agua.
Historias de vida y de muerte, de batallas ganadas y también perdidas.
Historias de amor y sexo, de barcos y trenes cruzando el mundo.
Historias de futuros apocalípticos, presentes utópicos, pasados épicos.

Era un hombre cuando se encontró cara a cara con la vida que no invitaba a soñar.
Solo era trabajar para que el pan no faltara en su hogar.
El tiempo pasó pero aquellas historias de niño estaban a salvo en el arcón de sus recuerdos.
Dormidas, pero vivas ya que su alma jamás las dejaría morir.

Era un adulto cuando se encontró cara a cara otra vez con el tiempo.
Se miraron a los ojos y la pregunta nació sola.
Y allí fue que las historias despertaron, salieron del arcón del alma en forma de aves.
Aves que volaron en todas direcciones, hacia el frío, el calor, la montaña y el mar.

Historias que nacieron con la imaginación de aquel niño,
historias fantásticas, tristes, alegres, historias de vida y de muerte.
Historias donde amó y sigue amando.
Historias donde soñó y sigue soñando.

Historias donde se duerme y se sigue despertando.
Muriendo cada noche para resucitar con cada amanecer.
Historias de vida que el tiempo nos ofrenda.
Historias de amor de un ser humano que intentó ser más humano,
para convertirse en ángel y poder amar sin final.

Richard
18-11-19



sábado, 16 de noviembre de 2019

EL PESCADOR. (Escrito en el año 2015)


Amanecer de lunes, mañana de invierno.
Y como cada dia, la figura del viejo Mateo se recortaba en la playa desierta y nostálgica, donde el cielo se presentaba plomizo y el mar gris estallaba con furia sobre la costa.
Los vientos eran helados y corrían implacables de sur a norte atravesando todo.
Y allí estaba Mateo, incolume, eterno.
Ya no recordaba ni los años que tenía, su cuerpo estaba cansado y su andar era lento.
Los surcos profundos en el rostro y su barba blanca le daban aspecto de inmortal.
Quien lo conoció jamás pudo olvidar sus ojos, eran del color azul del mar, dos gotas del océano. Supieron ser vivaces, alegres y curiosos. Ahora estaban cansados, tristes, melancolicos.
Enfrentaba al mar cada vez con su bote, sus redes y sus cañas. Solo necesitaba una buena pesca que luego canjeaba por herramientas, libros, alimentos y tabaco en el mercado del pueblo.
Las tardes lo encontraban sentado en una banqueta en la playa. Pasaba horas allí, fumando su pipa sin sacar la vista del horizonte. Esperando.
Estaba solo pues su esposa, hacía diez años que había muerto y a pesar de los ruegos de sus tres hijos, él decidió vivir en aquel lugar, elegido por aquella mujer treinta años atrás. Estaba situada a metros de la playa, era toda de madera, modesta pero muy confortable y cálida. Ella la había arreglado con mucho amor y él se esforzaba en mantenerla tal cual la había dejado.
Por las noches, aseguraba puertas y ventanas, encendía los faroles, la chimenea y el ambiente se tornaba hogareño
.
Cuando tenía hambre cortaba verduras, trozaba pescado y colocaba todo en una vieja cacerola de hierro que colgaba de un gancho sobre los troncos encendidos en la chimenea.
Mientras se cocinaba la cena, él aprovechaba para leer. Era un ávido lector. Fue ella la que construyó la biblioteca con maderas. Había más de doscientos libros allí.
Entonces se sentaba en una vieja mecedora, tomaba sus pequeños lentes, encendía su pipa, se servía una copa de vino y comenzaba la lectura. Solo el aroma de la comida lista interrumpía la misma.
Cuando su cuerpo le pedía reposo, se acostaba en su enorme cama, con cinco mantas al menos para no sentir frío durante la noche.
Antes, apagaba la chimenea, rezaba un Padre nuestro y un Ave María, miraba la foto de quien fue su compañera, le daba un beso y decía susurrando: “Que sea pronto por favor”. Y se dormía casi sin darse cuenta.
Más una noche se despertó y no volvió a conciliar el sueño. Dio vueltas un rato hasta que decidió levantarse a tomar un vaso de agua.
Mientras bebía, levantó la vista hacia la ventana de la cocina que daba a la playa. Y cual fue la sorpresa cuando divisó una silueta saliendo del mar. Corrió hacia la puerta, la abrió más no vio a nadie. El viento helado cortaba la piel, el ruido del mar era estremecedor por lo que cerró y regresó a su cama intentando dormir. Fue en vano.
Volvió a levantarse, encendió la chimenea, se preparó un te y se sentó en la mecedora con la intención de avanzar con el libro que estaba leyendo hasta que escuchó arañazos en la puerta. Se levantó pesadamente, la abrió y desde la oscuridad algo le saltó encima,
Repuesto del susto, la felicidad lo invadió pues no era otro que el viejo perro Jack. Mateo se deshizo en abrazos y caricias.
Pasado un rato y luego de la emoción, Mateo sintió cansancio y se acostó en la cama, algo que su amigo imitó al hacerlo a los pies de la misma.
Se despertó tarde, casi a las ocho de la mañana. Se levantó, preparó todo y salió como todos los días a pescar. Pero esta vez con su viejo y fiel compañero. La pesca fue excelente ese día, la lancha estaba atiborrada de pescados, tantos que no llegaría a venderlos todos.
Pasó la tarde caminando por la playa con Jack, quien corría todo lo que se cruzara en el camino; aves, olas, espuma de mar.
Llegada la noche preparó la cena para dos y cuando el sueño lo venció, se acostó. A media noche sintió golpes en la puerta. Un tanto inquieto se levantó, miró por la ventana y abrió con prisa mientras las lágrimas surcaban su agrietado rostro: era su querido hermano menor.
Se fundieron en un abrazo interminable, eterno.
Se miraban y no podían creerlo. Pasada la emoción del reencuentro comenzaron a conversar y recuperar los años que estuvieron sin verse.
Los sorprendió el amanecer. A pesar de no haber dormido, Mateo se sentía de maravillas.
Tomaron el desayuno y salieron con la pesca del día anterior para venderla en el Mercado. Le pareció extraño a Mateo que estuviera cerrado aunque no llegó a preocuparse, estaba demasiado ocupado en disfrutar la compañía de su hermano y de su perro.
Regresaron, charlaron, caminaron por la playa y llegada la noche, aguardaron a que la comida estuviera lista leyendo alguno de los libros de la biblioteca.  Mateo escribió unas notas y guardó la hoja en uno de ellos.
Esa noche el sueño los venció muy temprano. Hasta que a la medianoche otra vez golpes en la puerta.
Mateo entre nervioso y emocionado corrió hacia ella; su corazón latía con la fuerza de mil caballos, pues sabía esta vez quien era.
Cuando abrió y vio que era Samantha, su esposa, se quebró por la felicidad cayendo de rodillas al piso. Ella lo levantó, enjugó sus lágrimas y lo abrazó. El se aferró a ella como el ser humano se aferra a la vida, no podía dejar de abrazarla. Luego de unos minutos se dedicó a contemplarla; estaba tan bella y hermosa como cuando la conoció cuarenta y cinco años atrás.
-¿Qué haces aquí?- le preguntó con la voz quebrada por la emoción.
-Vine a quedarme contigo.- Le respondió ella con una enorme sonrisa.
-¿Para siempre?-
-Si mi amor, para siempre, ya nada nos va a separar; y nos quedaremos aquí, en este playa, juntos los dos, tu hermano y Jack, con el tiempo vendrán otros.-
Mateo no podía articular palabra de la felicidad que lo embargaba y solo atinó a abrazar a su compañera de toda la vida. Su hermano se unió al abrazo mientras Jack miraba a sus dueños moviendo la cola con extrema energía.
El amanecer los sorprendió conversando, riendo, recordando anécdotas.
Era un día distinto, con un sol radiante y un viento suave y templado, ocasión inmejorable para caminar por la eterna playa. Y hacia allí salieron, Mateo, Samantha y Jack, otra vez juntos, para siempre...
-¿Cuándo lo encontraron?- preguntó la hija muy acongojada.
-Esta mañana, unos vecinos nos informaron que hacía una semana que no lo veían y decidimos entrar a investigar, estaba en la cama y en apariencia se murió mientras dormía. Sus manos aferraban un libro, es éste por si quiere verlo.- dijo el Oficial mientras se lo alcanzaba.
Una lágrima rodó por su mejilla al ver el párrafo del poema de Pablo Neruda que se encontraba resaltado por él:
Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
¡Amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía
Amarte más.
Y todavía
Amarte más
Y más.
Encontró una hoja escrita por su padre que decía:
“Hija, quiero que sepas que esta noche vendrá tu madre a quedarse conmigo y para siempre. Sé feliz, ama todo lo que puedas y no te preocupes por nosotros.
Los amamos. Tus padres.”
A la joven, una bella sonrisa se le dibujó en el rostro al saber que estaban juntos otra vez.

                                                         F     I     N

Simply Three - Rain (Original Song)

viernes, 15 de noviembre de 2019

LA DECISIÓN




Marina se encontraba abstraída en sus pensamientos, caminando con la mirada perdida por el viejo parque hasta que el sonido de pequeñas ramas quebrándose hizo que levantara la cabeza y allí la vio. Una anciana con paso firme venía a su encuentro.
-Hola, ¿me reconocés? - dijo secamente.
La mujer, un tanto sorprendida la miró y luego de un rato, con gran estupor, se descubrió a sí misma. Era ella, pero con muchos años más. Sonrió nerviosamente y asintió con la cabeza.
- ¿Estoy soñando? - dijo en voz alta.
-Sí y no, no importa. Escuchame bien niñita pues con cuarenta y tres años que tenés son una pendeja para mí. Yo tengo noventa y uno. Ahora bien, cerrá esa bocota grande que tenés y escuchame por unos minutos. ¿Podrás? -
La mujer joven seguía sin articular palabra.
-Bien. Prestame mucha atención pues debo decirte algo muy importante y tengo poco tiempo. - dijo la anciana y comenzó con el monólogo.
-En breve deberás tomar una decisión que alterará el rumbo de tu vida.
Sin temor a equivocarme soy la consecuencia de la decisión errónea que tomaste esa vez, una mujer agria, infeliz, peleada con la vida y hasta con la muerte pues la yegua, o se olvidó de mí o no quiere llevarme.
Estoy sola, sin familia y esos pocos amigos que tuve fueron desapareciendo con el tiempo.
¡ELLA FUE LA CULPABLE, ELLA LO BUSCÓ A EL!,- comenzó a gritar enfadada.
Marina seguía sin entender mientras la anciana seguía gritando.
-El sucumbió ante los encantos de esa puta, perversa y letal mujer. Fue débil como todo hombre, lo sé, pero esa, utilizó todos los recursos existentes para llevarlo a la cama esa vez. Tenía un motivo para hacerlo y ese era Yo, me odió desde el día en que nos conocimos en la facultad y más cuando me casé con él ya que había estado mucho tiempo enamorada de Hernán.
Él me amaba más que a nada en el mundo. Encontró solo sexo en ella y se arrepintió hasta de haber nacido cuando los descubrí.
Pero lo eché de la casa como un perro, sin escucharlo, tirando toda su ropa al medio de la calle. Fui mala, soberbia, enferma de falso orgullo, necia, terca y escandalosa. No pude ver el arrepentimiento en él, que era real, genuino, honesto, verdadero. ¡No escuché una palabra de lo que dijo durante meses!
Lo lancé a la calle entre gritos histéricos y sin miramientos…y él se dejó morir de hambre en aquel callejón húmedo y frío. Se murió de soledad y tristeza.
¡Ay, que mala he sido! No fuí capaz de soltar una lágrima cuando tuve que reconocer el cadáver.
Y lo único que logré fue que mi mayor enemiga saboreara la victoria que no era otra cosa que mi ver mi vida destrozada.
Pues el único hombre que me amó de verdad, murió solo como un perro.
Como estoy yo ahora, sola, eternamente sola en este mundo. - terminó diciendo entre sollozos.
La anciana debió sentarse en uno de los bancos pues estaba agotada. Marina la ayudó.
-No, no te preocupes que ni la muerte me quiere, he rogado en todos estos años que viniera por mí para terminar con este dolor y nada, no me escucha.
Marina, en poco tiempo ocurrirá, no te pido que hagas lo que no sientas, solo te pido te detengas un instante a pensar, solo te pido converses con él. Si no podés aceptarlo, está bien, pero recordá esta conversación. Tu decisión condiciona tu futuro. Hablá con él.
Adiós pequeña, - dijo mientras su figura se desvanecía ante sus ojos.
Consternada Marina no sabía si lo que acababa de vivir era real o no.
Visiblemente alterada decidió regresar a su casa.
Al llegar abrió la puerta y lo primero que escuchó fueron los gemidos gozosos de una mujer. Corrió hacia el dormitorio y allí estaban: Isabel, su amiga y Hernán, entregados de pleno al placer carnal.
Se alejó a los tumbos, mareada, desconcertada, perdida.
Su esposo corrió detrás de ella gritando su nombre con un dolor que desgarraba el corazón, más para ella, era solo un murmullo.
Ya en la calle Marina caminó toda la noche, llorando de forma desconsolada. Gritando furiosa.
El amanecer la encontró sentada en la arena de la playa desierta mirando el horizonte con la vista perdida en algún lugar de su alma.
El frío no hacía mella en su delgado cuerpo. Su cabeza seguía danzando por los confines del Universo buscando la respuesta.
De pronto sintió que una mano se posaba sobre su hombro.
Era él.
Se sentó en la arena y frente a frente comenzaron a charlar. El sol del medio día estaba a pleno y ellos continuaron con su plática, alejados del entorno, enfrascados en ese mundo frágil que habían construido pero que había estallado en miles de pedazos como si fuera cristal.
Ya en el ocaso y cuando el sol se hundía en el fondo del mar, se pusieron de pie y luego de un cálido abrazo se despidieron.
Ella abandonó la casa a los pocos días, y se fue muy lejos para no volver más. Sin gritos, ni peleas, ni reproches, no podía perdonarlo, pero tampoco sintió que debía castigarlo.
Decidió comenzar una nueva vida pues sabía que un nuevo amor estaba aguardándola. Se entrecruzaban la tristeza con la esperanza hasta que, en el cielo, desde la ventanilla del avión, vio el rostro de una mujer anciana. Tenía un gesto dulce…
F I N

Richard.
Año 2015, editado 15-11-2019
















lunes, 11 de noviembre de 2019

EL VIAJE


                                                                 

Los furiosos golpes que se escucharon en medio de la noche, sobresaltaron sobremanera a Nicolás.
A los tumbos se levantó y llevándose por delante todo lo que se encontraba a su paso llegó a la puerta de entrada.
Antes de abrir curioseó por la mirilla. No vio a nadie. Con cautela abrió y se encontró con la soledad y el silencio más absoluto vagando por las oscuras calles.
Se metió en la casa, le dio dos vueltas de llave a la cerradura y apagó las luces.
Estaba llegando a su cuarto cuando, otra vez, violentos ruidos le dejaron una sensación muy desagradable.
Casi colérico bajó a toda prisa, tomó el atizador de la chimenea y salió a la calle blandiendo el mismo.
Pero no había nadie. Esto le produjo una enorme frustración por lo que maldijo a los cuatro vientos.  
- ¡Basta con esta broma pues te encontraré y te golpearé hasta matarte, imbécil! - gritó a la noche sin estrellas.
Un silencio abrumador fue la respuesta.
Entró, aseguró todo otra vez y se fue a la cocina a beber algo que lo tranquilizara. Se sirvió un whisky doble con hielo.
Mientras aguardaba a que tomara la temperatura adecuada, colocó el disco de Coldplay en la bandeja y se sentó en su sillón preferido.
El alcohol y la música lograron en minutos serenarlo para descubrir la identidad del bromista o el acosador. No lo sabía.
Pensando le surgieron varios nombres, casi todos amigos, aunque bien podía ser alguien que no era amigo o una ex novia celosa. Y recordó a Carolina.
-Pero fue hace mucho, ni me debe recordar.
Ahora amo profundamente a Lita y creo que ya es hora de proponerle casamiento. Llevamos tres años juntos, - dijo en voz alta.
Feliz como estaba decidió llamarla sin mirar la hora.
-Pero que sueño pesado tiene, llevo diez minutos llamándola, - dijo quejándose hasta que dejó de insistir.
Los rayos del sol entrando por la persiana americana lo despertaron muy temprano. No recordaba cuando fue que se durmió.
Extrañamente descansado se levantó, se dio una ducha caliente, tomó un café negro como era su costumbre y se vistió para ir a la casa de Lita que vivía a siete cuadras.
Tomó su bicicleta y salió a la calle. Le llamó la atención no ver a sus vecinos, ni al repartidor de diarios, tampoco a los niños rumbo a la escuela, ni siquiera a alguien conduciendo su auto. Estaba solo.
No obstante, la inquietud que le produjo la situación, decidió continuar su camino.
La preocupación se transformó en miedo al darse cuenta que no se veían aves en el cielo. Tampoco perros o gatos en la calle o aceras. La soledad lo envolvía y era de día.
Apuró el paso para llegar hasta la casa de Lita pues era seguro que ella tendría una respuesta a lo que estaba percibiendo. Siempre le encontraba una explicación a todo.
Al llegar, dejó la bicicleta y avanzó hasta la puerta para tocar el timbre. Pero nadie salió.
- ¡Por favor que extraño es todo esto, es imposible que no esté en su casa a esta hora! - gritó.
No convencido siguió tocando hasta que se acercó a una de las ventanas del living. Y allí la vio. Estaba llorando desconsoladamente en el regazo de su madre con una foto entre sus manos.
Completamente confundido comenzó a golpear los vidrios para que le abrieran, pero era como que no lo escuchaban. Se sintió invisible.
Agotado de golpear en vano, se desplomó en el verde césped y miró al cielo. Pero al hacerlo se dio cuenta que su color no era azul.
Volvió a mirar hacia adentro y Lita seguía llorando mirando aquella foto hasta que en un momento se cayó al piso y Nicolás pudo verla: él era el del retrato.
La angustia lo envolvió y se quedó inmóvil, como clavado en el piso.
Fue entonces que hombres y mujeres comenzaron a acercarse para ayudarlo a incorporarse.
-Tranquilo, estamos aquí para ayudarte a cruzar, pero todavía debes recordar. - le dijo una bella morena de ojos verdes.
Este acercamiento lo alentó y ayudó a calmarlo un poco.
Comenzó a caminar por el medio de la calle.
Durante alguna distancia nada ocurrió hasta que el camino se oscureció y una carretera lúgubre se le presentó.
-Conozco este lugar. - dijo en voz alta.
Siguió avanzando hasta que vio fuego y humo a un costado de la misma. La desesperación se apoderó de él y corrió.
Al llegar, vio a su auto incendiándose y a su cuerpo envuelto en llamas.
-Eso ocurrió entonces, me dormí manejando y morí. - dijo frío y sin inmutarse.
De pronto sintió algo que lo tironeaba hacia su hogar.
Al llegar encontró a Lita, golpeando desesperada la puerta, gritando y llorando totalmente desgarrada:
- ¡Estás adentro, vivo, aguardándome, no estás en ese maldito auto, estás vivo! - repetía.
Fue la madre y los médicos que llegaron la que la abrazaron en un intento por calmarla.
Más volvió a escaparse y a golpear y gritar otra vez:
- ¡Estás vivo Nicolás, estás vivo, no moriste! - gritaba hasta que se desmayó a causa del profundo dolor y la espantosa pena.
El corazón de él se estrujó por un momento y una lágrima surcó su rostro. Aquellos golpes en la puerta habían sido de ella.
De pronto todo estaba en calma, Nicolás sintió como la cálida brisa de aquella eterna playa acariciaba su rostro.
Fue entonces que la bella morena se le acercó otra vez para decirle.
-Ya sabes, tienes tus respuestas. Ahora puedes hacerlo…vamos, te ayudaré a cruzar. - le dijo con voz suave mientras lo tomaba de la mano.
- ¿Vendrá Caronte, el barquero? - preguntó el muchacho un tanto jocoso.
La mujer sonrió.
-Y ahora que te miro bien, sé que te conozco, pero aún no sé de dónde. - dijo Nicolás.
La muchacha lo miró a los ojos y le dijo:
-Nos conocemos hace mucho tiempo, hemos vivido muchas vidas juntos. Y no te preocupes que ahora tendrás todo el tiempo que necesites, para recordar todas y cada una de ellas. -  
De pronto, ambos alientos se hicieron brisa y se perdieron en el horizonte dibujando una bella parábola.

Richard
11-11-19
                                                          

  

ENSÉÑAME


                                                                                                 

Enséñame tus ojos, que quiero mirar las luces de los ángeles eternos. 
Enséñame tu boca, pues ansío beber los secretos de tus labios.
Enséñame tu sonrisa para que la magia estalle a nuestro alrededor
Enséñame tus cabellos que me contarán las historias que se hallan en los vientos.

Enséñame tu piel, sedosa y suave para encender tu pasión a besos.
Enséñame tu flor escondida, fruta prohibida, dulce e incomprendida.
Déjame llegar a tus entrañas para que aniden mis estrellas en tu cielo.
Enséñame tus pechos, con su aroma a madre para reposar en ellos.

Enséñame tus sueños para que yo pueda soñar.
Enséñame tu corazón para que yo aprenda a amar
Enséñame a llorar, a reír, a ser feliz.
Enséñame el camino para llegar a tu alma.

Te prometo que mi vida ya no será un libro cerrado.
Te prometo que mis silencios se llamarán a silencio.
Te prometo que lloraré, reiré, gritaré, moriré y reviviré.
Te prometo que solo un amor hay en mi corazón, TU amor.

Richard.