martes, 5 de mayo de 2020

EL PIANISTA





Cerca y lejos, fuerte y suave, abúlico y afiebrado, aletargado y vibrante,
se encuentra el pianista sentado en la oscuridad del escenario.
Mira sus largos dedos, sus únicos instrumentos para el concierto de piano.
Esos dedos versarán poesía y acariciarán el alma de una mujer.

Cuando el telón sube, se encienden los reflectores.
Todo queda a media luz y lento saltan las notas del pentagrama que
se acurrucan en el corazón de todos, trayendo recuerdos de noches sin luna
con los besos robados en algún amanecer del siglo pasado.

Las notas surgen etéreas, sutiles e invisibles, traídas por vientos cósmicos.
El público embelesado siente aquella música, pues la ve, vive esas cruentas batallas y el amor desnudo bajo las estrellas.
Los vencedores vitorean y los amantes gimen de placer carnal.

Y sigue tocando, buscando en sus acordes mágicos,
los labios para besarla, su vientre delicado y sus pechos de seda.
Hasta que llega un tiempo de paz, donde los hombres dejan de luchar,
mientras ellos continúan con las caricias sin fin y orgasmos encadenados.

Es el momento de acariciar las teclas como si fuera su piel.
Es una oda al amor, un estallido de música, pasión y color.
Ahora cierra los ojos y siente la sangre caliente galopando por el cuerpo.
Deja de tener noción del espacio y del tiempo pues solo es ella, él y la música.

Regresa al mundo pleno de dicha y cansancio.
Se pone de pie y recibe una ovación que agradece sonriendo.
La busca entre el público, la encuentra, está llorando, aplaudiendo de pie.
Es cuando arranca el corazón de su pecho y aún latiendo
se lo regala a su amor frente a todo el teatro.

Richard
05-05-20

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