miércoles, 29 de mayo de 2019

BUSCAME QUE ME ENCONTRARÁS.




Aún en una noche de rayos, truenos y relámpagos,
de lluvia exagerada y vientos desatados.
O en una noche donde un manto de terciopelo acaricia
y la oscuridad acalla los sonidos humanos…
Buscame que me encontrarás.

Buscame cuando te sientas sola y rodeada por sombras.
Te haré compañía y sentirás la fuerza de mis brazos.
Buscame cuando te sientas triste, quizás abandonada.
Te haré reír y sonreír hasta olvidar el dolor que te trajo.

Buscame cuando no quieras llorar sola.
Lloraremos juntos, entre miradas eternas y palabras antiguas.
Buscame cuando quieras hablar de la vida, de todas las vidas.
Te escucharé como el discípulo escucha al Maestro.

Buscame cuando quieras estar en silencio.
Solo te miraré mientras mi alma te acaricia.
Buscame cuando quieras acurrucarte en un rincón.
Me acurrucaré con vos para que no tengas frío ni vergüenza.

Buscame cuando creas que el mundo está en tu contra.
Lo enfrentaremos y arremeteremos con nuestras lanzas.
Buscame cuando tus demonios te asalten.
Te ayudaré a vencerlos, con la palabra o con la daga.

Buscame cuando quieras viajar.
Que haré mis maletas y tomaremos el autobús juntos.
Buscame cuando quieras amar otra vez.
Yo estaré amándote, esperándote, soñándote.

Y será en la vieja cabaña que está frente al mar.
Donde el frío arrasa como los Hunos de Atila.
La soledad camina por la playa con sus siglos a cuestas.
Y las nubes tienen el color de las flores cuando se estrellan con el cielo.

Allí estaré contemplando el infinito océano durante el crepúsculo.
Y en las noches dejaré encendido un farol de aceite en la ventana.
Te pido que cuando llegues no me despiertes por favor.
Solo besame en la frente, que mi alma sabe a qué viniste…

                                    F     I    N

Richard
29-05-19

lunes, 27 de mayo de 2019

LA NOCHE DE LOS MIL AÑOS


Está escrito en libros arcaicos y escondidos en algún rincón del Universo,
que una vez cada mil años, un niño muy especial la bajará y la regalará por amor.
Y fue en algún momento del infinito océano del tiempo, que ocurrió.
Ella no se lo hizo sencillo por lo que el ángel, con su enamorada corrieron tras ella,
riendo, gritando, tropezándose y volviéndose a levantar para alcanzarla,
en medio de la silenciosa armonía del valle que emocionaba a las almas,
mientras el viento acariciaba sus rostros y jugaba con sus cabellos,
y las luciérnagas curiosas jugaban a iluminar los caminos.
Los perfumes de las flores embelesaban mezclándose con sentimientos y recuerdos.
También los animales, dóciles y serenos se acercaban para echarse en el pasto y mirar.
Justo allí, donde los gritos eufóricos del niño se escuchaban hasta desconocidos mundos.
-Ya la tengo Belén, en unos minutos la tendrás. - dijo algo cansado por las corridas y el esfuerzo de tirar de la red.
 - ¡Si José, la estoy viendo! Por favor, por favor, apenas la atrapes,
dámela que quiero acariciarla. Debe ser suavecita. - dijo ella sonriente y emocionada.
Era la noche de los mil años cuando la luna se entregaba para cumplir con la promesa de amor de un niño.
Serena, se dejó caer en la pequeña red de ese ángel de cabellos oscuros,
que solo quería regalársela a su amiga de rizos rubios.
Cuando la tuvo en sus manos, el niño la sacó delicadamente
y la depositó en el regazo de la pequeña.
Aquel ángel rubio la tuvo en sus brazos y la acarició.
La besó largamente sin dejar de mirarla, con lágrimas blancas, puras.
Luego de un rato se durmieron juntas sobre la verde pradera,
con la luz de las estrellas iluminando sus rostros felices.
El niño se quedó toda la noche mirándolas a ambas.
Era ese el día más feliz de su vida, sentía el mundo dentro suyo,
pues Belén, su amada amiga había recibido el regalo
que él una tarde de sol, le había prometido…

Richard

27-05-19

miércoles, 22 de mayo de 2019

Y EL TIEMPO SE DETUVO




Desde el primer instante en que la tuvo en sus brazos.
Del primer momento en que se besaron el alma.
De la primera noche juntos entre sábanas blancas,
supo que el amor de su vida había llegado al fin.

Ya nada podía detenerlo y creyó poder enfrentar a Dios
sin más armas que el amor que sentía.
Solo con ella quería caminar por los caminos de la vida.
Solo con ella quería conocer los misterios mejor guardados del Universo.

Por ella, su corazón latía con la furia de la explosión eterna,
con los bríos de mil caballos cabalgando en libertad por la pradera.
Siempre había vivido la vida a todo o nada y así quería vivirla,
pues la poesía de sus ojos lo hundían en lo más profundo del amor.

Pero un día, quizás sacado de algún cataclismo antiguo por un demonio ancestral,
el tiempo dejó de correr y fue para él, un misterio que no pudo resolver.
De pronto las palabras de amor se hicieron tímidas y temerosas, desangeladas.
Él seguía amándola y continuó con sus poemas y cumpliendo con sus promesas.

Más el silencio de ella se hacía cada vez más profundo, sombrío y triste.
Fue cuando todo se detuvo que quedó inmóvil en el mundo y congelado en el tiempo.
El amor furioso y la alegría de las primeras caricias y besos,
solo eran sombras errantes en una noche perdida, gris y melancólica.

Ya los sueños se habían desdibujado y los besos, ido a otra parte.
Los proyectos se habían escurrido como agua entre los dedos.
El reloj no tenía agujas, tampoco números.
Solo quedó, un agujero blanco inerte y vacío en la pared, como en su alma.

Era el final de una bella historia de amor que murió antes de nacer…
Una historia que no cruzó el umbral hacia la eternidad.
Ese amor murió aferrado a los barrotes, con la mirada perdida,
sin entender, sin lágrimas, en silencio y sin recuerdos.

Más un día pudo entenderlo
Alguien con mucho amor en su alma se lo explicó.
Había sido tan solo un amor que no podía ser.
El lloró y ella lo abrazó.
Es una pena que el olvido sea tan amargo…

                                                            F I N

Richard

22-05-19

lunes, 20 de mayo de 2019

CARLA




Todo se tiñe de melancolía cuando la tarde llega a su fin y la noche comienza a desplegar sus sombras sobre la antigua ciudad.
La gente corre para llegar temprano a sus casas y para que el frío no se les meta en el alma.
Para mi es tarde, ya que el hielo se me metió en las venas y mi corazón apenas puede latir.
Estoy triste y todo en mi me recuerda a ella.
Mi horario de trabajo ordinario terminó y quiero desaparecer en algún rincón donde nadie me encuentre.
Mi auto me espera en la calle para llevarme a algún lugar que no será mi casa vacía. Tal vez me lleve al barrio de la Boca, al riachuelo oscuro y sucio que alguna vez estuvo limpio y nuestros abuelos se bañaban en él.
Con esfuerzo supero el caos de la hora pico y recorro la tranquila y adoquinada Pedro de Mendoza. Solo quiero llegar al legendario cabaret que ya no puede cumplir más años.
Dejo el coche estacionado y camino hasta la antiquísima y lúgubre entrada.
Al entrar, más de medio siglo me abofetea en la cara y la vieja y pesada puerta de madera maciza apenas se mueve.
Consternado, confirmo que todo está como los fundadores lo dejaron, allá, por la década del cincuenta, aunque ahora en ruinas.
Traspasar la vieja y pesada cortina para llegar al salón deja una sensación de temor.
Adentro está demasiado oscuro, rancio, amarillento y la mitad de las bombillas de luz están apagadas, tal vez quemadas quien sabe desde cuándo.
Los olores a humedad, alcohol y perfumes baratos marean.
A pesar de todo busco una mesa entre muchas vacías y me siento en una silla que se tambalea, recién en la cuarta me quedé pues no se movía.
Somos cinco los parroquianos; dos borrachos, cada uno en su mesa con la mirada perdida y la vida más perdida, un marinero con una de las putas de allí y yo que acabo de llegar, solo. Me entretengo mirando a la pareja, él, un muchacho joven, ella no tan joven, pero con más años en su alma que en su espalda.
En un momento, ella saca una enorme teta de su diminuto corpiño y se la pone en la boca al muchacho que bebe con pasión.
A los pocos minutos se levantan y se van al reservado donde por unos pesos, el sexo barato y dudoso aliviará las necesidades del joven y las arcas de aquella mujer que solo le quedó ser puta en un cabaret de mala muerte.
Me quedé pensando en la vida de esa mujer cuando otra, de unos cincuenta años y con una falda diminuta que no dejaba nada a la imaginación, me saluda de mala gana y me pregunta que quiero tomar. Le pido un whisky doble. Al girar para irse es cuando su culo al aire queda expuesto y me doy cuenta de los estragos que provoca el tiempo en la gente.
Mientras aguardo mi bebida, escucho como de un viejo tocadiscos sonaba mal una buena canción de Miles Davis.
Pero de pronto se hizo un silencio aterrador y un señor de dudosa masculinidad se para en el centro de un pequeño escenario.
Con voz muy aguda y gestos ampulosos presenta a Carla, la voz del jazz.
No sabía que había un show en vivo y me provocó cierta alegría saberlo.
En ese momento la camarera me dejó el vaso de whisky sobre la mesa.
Bebí un trago, encendí un cigarrillo negro y aguardé a que apareciera la cantante.
Tardó varios minutos en salir de atrás de un roído cortinado verde.
Todo quedó en penumbras y solo una silueta gloriosa se recortaba en la plataforma.
Comenzaron a sonar los instrumentos de una vieja canción de Ella FitzGerald por aquella reliquia que era el tocadiscos.
Ella comenzó a cantar mientras una somnolienta luz la alumbraba malamente.
A su alrededor, los fantasmas, demonios, monstruos y recuerdos en blanco y negro se escondieron en la oscuridad para escucharla.
Tenía la voz de un ángel caído del cielo, sus sentimientos volaban a su alrededor iluminando aquel antro, era una luz pura perdida en el Quinto Infierno.
En un momento levantó la vista y nos miramos, sus ojos estaban inundados de miles de tristezas y cientos de dolores.
Y a pesar de todo, estaba allí, de pie cantando un tema de Ella, para cinco muertos en vida, o cuatro, quizás el marinero aún no.
Cuando terminó la canción me paré para aplaudir. Nadie más lo hizo.
Ella apenas me sonrió y continuó con el show que constaba de cinco canciones de cantantes de jazz, la FitzGerald, la Simone, Lizzie Miles, Peggy Lee y Bárbara Lea.
No pude dejar de aplaudir de pie con cada canción mientras la pareja seguía cogiendo en el reservado y los borrachos dormían sobre las mesas.  
En el final ella me agradeció y me acerque para decirle:
-Carla, quiero que sepas que sos una cantante asombrosa. Deberías estar cantando en los mejores clubes de Buenos Aires. -
Ella me miró con tierna tristeza, me acarició la mejilla y me dijo:
-No te mueras mi amor, despertate y viví que tenés mucho porque vivir y aprender todavía.-
Al abrir los ojos, pude ver que estaba acostado y percibí que apenas me podía mover.
Giré mi cabeza hacia la puerta de aquel cuarto de hospital y vi a mis hijos de pie hablando con el médico.
-Fue una pareja que vio como el coche se hundía en el riachuelo y llamó inmediatamente a la policía y bomberos. Lo sacaron medio muerto, pero pudimos traerlo de vuelta. -
Mis hijos escuchaban con atención y no se dieron cuenta que yo también había oído la conversación.
Miré hacia el lado de la ventana y sobre la pequeña mesa estaba la foto de Carla y yo cuando nos casamos. Mi hija la había dejado allí…

                                                        F     I     N

Richard
20-05-19
   
  





domingo, 19 de mayo de 2019

EL BARCO DE PAPEL




Cae la tarde sobre el pueblo, mi barrio, mi casa, mi hogar.
En algún lugar, los dioses aburridos, decidieron jugar.
Cargan el cielo con rayos de luces puras del Cosmos
para descargar luego, relámpagos de hipnóticos colores,
sobre un mar ya furioso, que levanta olas hasta rozar las nubes.
Los truenos rugen y asustan, la tormenta toca a la puerta.
Las aves buscan sus huecos, los animales su techo, la gente sus casas.
De pronto un duro silencio, un mar extrañamente sereno, el viento que deja de correr, el corazón de latir.
La lluvia ha llegado y aguarda. Ya es hora.
La metralla de gotas de agua se dispara furiosa doblegando todo a su paso.
El viento feroz que dobla tallos y árboles.
Mientras las gotas caen como bombas sobre el mar, jardines y campos.
Las hojas verdes se quiebran, las flores vuelan libres a merced del viento.
Los juncos se doblan y esconden sus cabezas en la laguna.
Los frutos caen de los árboles y se estrellan contra la tierra.
Los perros se refugian en porches de casas, jardines, estaciones de servicio.
Ateridos de frío miran con ojos tristes como llueve.
Están pensando en cuándo parará la lluvia.
Entonces uno los mira, te miran a los ojos y siguen mirando a la lluvia.
En pocos minutos la furia desatada inundó las calles.
Los campos se anegaron y las lagunas desbordaron.
El mar sigue bravo, aunque sin ganas de hurgar por los caminos del pueblo.
Es cuando una fina y tenue llovizna abraza las almas.
En ese respiro, los pueblerinos aseguran puertas y ventanas.
Cubren plantas y flores, guardan autos y bicicletas.
Saben que solo es el comienzo de una larga noche de tormenta perfecta.
Apenas minutos pasan para que arrecie la lluvia con más ímpetu que antes.
El viento desatado solo quiere soplar y soplar con todas sus fuerzas para demostrar su poder.
El mar se contiene furioso quizás con ganas husmear por alguna calle costera.
La gente en sus casas se mantiene en paz, escuchando el crepitar de los leños en las chimeneas.
Será una larga noche de lluvia y viento más.
El frío, escondido en la niebla del mar llegará para meterse en los huesos.
Mas todos combatirán la melancolía con abrazos y besos, historias y música.
En el seno de cada familia, el calor se enciende con risas, juegos y anécdotas, comidas calientes y bebidas fuertes.
En la hoguera de nuestro amor nuestras almas arderán,
pues surcaremos la tormenta en nuestro barco de papel.
Al amanecer, cuando un nuevo y eterno sol, nos abra los ojos será el momento de izar velas y navegar hacia la eternidad.

Richard
19-05-19

sábado, 18 de mayo de 2019

OTRA NOCHE DE MIERCOLES




Noche de otoño en Buenos Aires; fría, lluviosa, noche de mierda dicen los indigentes que viven en la calle.
La gente común corre para llegar a sus casas, donde se refugiarán y curarán las heridas de las batallas libradas durante el día, el trabajo, el caos vehicular, el dólar, el partido de futbol. Tomarán su cena, hablarán con sus hijos, hablara o no el matrimonio entre sí, para luego dar paso a la televisión o quizás un buen libro en la cama luego de un baño reparador. Una forma elegante de seguir en silencio.
Los más osados y quizás más felices saldrán a comer a un restaurante, a ver una obra de teatro o una buena película, son los solteros o divorciados.
Otros en cambio, salen cuando la noche ya se hartó de tanta nostalgia y melancolía.
La penumbra los envalentona. Son los crotos y elegantes, formales y extravagantes, de traje y estrafalarios.
Es cuando el bandoneón de Piazzolla estalla en el corazón de la noche y las voces de Sosa o Goyeneche retumban en las callecitas porteñas, "que tienen ese no se que ¿Viste?".
Son almas solitarias. Son almas heridas. Son almas antiguas.
A veces calman su dolor con una puta barata de algún cabaret antiguo. Pero cuando terminan, el vacío es más grande. Y se acuartelan en una botella de vino rancio o cinco botellas, lo que alcance.
Cuando el bar cierra, salen haciendo eses por el medio de la calle, algo que es motivo de burla de jóvenes drogados y alcoholizados que tampoco pueden mantenerse en pie.
Las nenas de quince años que están tambien alli, casi desnudas y tan drogadas como ellos, ya no tienen futuro, lo perdieron en la primera pitada de Paco que dieron.
Los violentos que nunca faltan están al acecho de una víctima, armados con cuchillos o navajas para robar, violar y hasta incluso matar.
Ellas, las putas, casi desnudas y cagadas de frío tratan cada noche de conseguir un cliente para llevar algo de plata y darle de comer a sus hijos.
Y faltan ellas o ellos, como quieras llamarlos. Los que ofrecen sexo como mujeres siendo hombres a los hombres que buscan sexo para sentirse mujeres.
Este es el mundo donde vivimos, nada ni nadie es mejor que nadie.
Es que solo se trata de vivir la vida como cada uno puede vivirla.
Nadie tiene la culpa de nada, cada uno sabe porque tomó ese camino.
Nadie imagino siendo niño, un futuro así. ¿Sera cuestión de recordar los sueños que teníamos a esa edad?
¿Servirá de algo hacerlo o ya es tarde?
Solo puedo estar seguro de algo, nunca es tarde.
Pero esa decisión es de cada uno.
Richard

miércoles, 15 de mayo de 2019

EL NIÑO Y LA MONTAÑA




Su nombre no importa, tampoco su edad.
Es solo un niño que recorre las montañas
una a una, desde tiempos inmemoriales,
tarareando una antigua canción.

A medida que sube por la ladera,
comienzan a salir de atrás de las piedras.
De las cuevas donde se esconden,
del corazón de la montaña.

Con ojos somnolientos la niña se descubre y lo sigue.
Otro niño se acomoda la ropa y corre para alcanzarlos.
Y otro y otro y otra y otra más.
Niños y niñas que salen de sus escondites y agujeros.

Son muchos y se saludan, algunos se abrazan y otros se toman de las manos.
De pronto todos comienzan a entonar la eterna canción de aquel niño que camina.
Es como si un coro de ángeles quisiera que el cielo escuche.
Son felices otra vez y ya nada los hará llorar.

Son los niños olvidados, aquellos cuyas vidas fueron interrumpidas.
Y que fueron abandonados en las laderas solitarias, frías, oscuras.
Allí se quedaron esperándolo a él, pues sabían que un día llegaría.
Solo él los llevaría donde la luz nunca se apaga y el frio es solo una palabra.

Eran miles de millones como estrellas en el cielo hay.
Llegaron a la cumbre para acariciar las nubes cristalinas, mensajeras de Dios.
Y comenzar a volar, uno a uno entre risas y emoción.
Todos se van y nuestro niño queda.

Cuando partió el último, él sonríe.
Deberá regresar y escalar una nueva montaña.
Pues allí los tesoros de la vida se encuentran.
Esperando escuchar la canción y volar al sol.

                                                F     I     N 

Richard



martes, 14 de mayo de 2019

NO OLVIDES NADA




Quiero escapar y no puedo, camino, corro, peleo y seguís aquí.
Desespera mi alma por amaneceres de cielo azul sin vos.
Creí que tomarme ese avión sin destino sería la solución. 
Pero me bajé en el fin del mundo con vos y ninguna canción.

Ahora lo sé, afortunadamente lo entendí.
Puedo estar en tierra, mar, aire o en el espacio frío.
Puedo escalar la montaña donde la tierra se termina.
Puedo perderme en la selva más antigua y olvidada por Dios.

Puedo morir de a poco, en la soledad de la isla más solitaria,
Que allí estarás, conmigo, a mi lado, dentro de mí.
Pues te has quedado, en mi corazón te has acomodado. 
En mi mente te has atrincherado y nada quiero ya de vos.

Y solo sé que poco sé del amor. 
Pero si de algo estoy seguro es que ya no te quiero en mí.
No te quiero más, no quiero nada más.
Andate con vos y no me dejes nada tuyo.

Llevate todo, hasta los sueños.
No sabés volar en cielos solemnes y puros
Tampoco en cielos cuando lloran tormentas y sin sol.
No sabés cómo anidar en las nubes blancas, grises, de colores.

No sabés encontrar el calor para protegerse del frio.
No sabés amar a un hombre, tampoco acariciarle el alma.
Solo quiero llegar a esa eterna playa de arenas blancas
donde nos amamos infinitas veces.

Y allí escribir sobre la arena tu nombre.
Una ola, solo una llegará y lo cubrirá con su espuma,
Para llevarlo mar adentro, para siempre.
Allí quedará, como mil millones de nombres que descansan en el fondo del mar.

Es allí cuando mi horizonte será solo mío.
Y regresarán los amaneceres azules y las noches plateadas de luna y estrellas.
Y volaré con esa mujer que sabe volar juntos, mirándose a los ojos.
Es esa alma que, con sus ojos de niña y cuerpo de mujer, me ama desde la eternidad.


                                                F  I  N

Richard
14-05-19


lunes, 13 de mayo de 2019

EL VIAJE




Era una noche acolchonada de estrellas y luna solitaria
El viejo tren, a las nueve se movió, y allí mi alma lloró.
Cada kilómetro recorrido me alejaba más y más
de mi vieja vida, convirtiéndola en una película insonora color sepia.

De pie y con la puerta abierta del vagón,
fumaba un cigarrillo negro detrás de otro,
mirando como el campo corría y las sombras dolían.
Más el dolor en mi corazón era cruel y despiadado.

En aquella vieja estación de mi ciudad quedó mi infancia,
mi adolescencia, mis amores, mis amigos, el colegio, la playa.
Quedaron ellos que hicieron todo para que parta y que no regresara,
Quedó él, en su tumba de tierra, con nuestros juegos de niños.

En un momento de terror, quise bajarme del tren y lo hice en una estación oscura.
Un único farol iluminaba tan malamente el cartel que no pude leer su nombre.
Supe que debía continuar el viaje y regresé al vagón para sentarme en el estribo.
Quería el viento en mi cara, a Dios en mi vida.

Y llegué y llegar a la gran ciudad fue hipnótico.
La gente iba y venía con prisa, sin mirarse, sin tocarse, sin hablarse.
Los autos y colectivos chocaban, los hombres se insultaban, los policías corrían.
Quizás estaba en el Purgatorio del Dante, el Infierno había pasado y seguía el Paraíso.

Fui hasta el Bar de la Estación y allí me quedé tomando café barato.
No sabía qué hacer y esperé, fumando y pensando.
Estuve todo el día esperando, comiendo comida dudosa y bebiendo agua de canilla.
Y la esperé, sabía que vendría.
La noche llegó y la seguía esperando, miraba y miraba por la ventana.
Los transeúntes eran otros, mendigos, delincuentes, travestis y putas
se apoderaron de la calle, pidiendo, robando u ofreciendo sus servicios.
Me sumergí en una nada silenciosa de mil millones de eternidades.

Hasta que la vi bajando de un taxi y la música estalló en mi alma.
Mi Universo explotó en miles de colores pues la vida me la regalaba.
Caminamos abrazados y nos perdimos por las oscuras calles de la Estación.
Todos necesitamos a alguien para quedarnos en la vida…

                                                                F    I    N  

Richard
13-05-19




jueves, 9 de mayo de 2019

MAGIA




Es en las eternas noches cuando la magia llega a nuestra vida
En ellas, he visto en tus cabellos negros
estrellas de colores adornando tus sueños.
En ellas, he visto en tus ojos verdes, las pinceladas de magos blancos.

En ellas, he visto a tu corazón.
Abrías tu pecho para que observara la luz que lo envolvía.
Y dejaste que bese tus heridas, tus cicatrices, tus tristezas.
Y dejaste que lo acaricie, solo pediste ternura y así lo hice.

Y dejaste que lo sintiera para que yo aprendiera a amar.
Y aprendí a dar amor donde había silencio.
Aprendí a sonreír donde había alegría.
Aprendí a llorar cuando mi corazón lloraba.

Y dejaste que oliera su infinita fragancia a vida.
Y dejaste que durmiera con él en tu pecho.
Para cuidarlo, soñarlo, amarlo
con poesías legendarias y besos inmortales.


Quiero sentir como late al ritmo del Universo,
mientras mi lagrima lo baña de emoción.
Porque solo quiero que tu latido y el mío
sean uno solo…para siempre.

Richard

09-05-19

martes, 7 de mayo de 2019

REGRESANDO A CASA



Nado y nado y no dejo de nadar.
Es el océano azul que me sostiene.
La tierra está lejos, solo agua encandila mis ojos.
A veces llega un delfín para saber cómo estoy. Y se va.

Nado y nado y no dejo de nadar.
Quiero llegar a abrazar el sol,
cuando se zambulle y esconde en el fondo del mar,
en aquella línea imaginaria llamada horizonte.

Nado y nado y no dejo de nadar.
Quiero abrazar a la luna cuando se refleja en las olas.
Quiero esconderme en las primeras sombras.
cuando la noche está por reinar y las estrellas brillarán.

Nado y nado y no dejo de nadar.
Quiero besar al viento cuando nace.
Quiero que me ayude a volar.
Quiero conocer infinitos mundos y regresar al mar.

Y nada y nado y no dejo de nadar.
Buscando la tierra que me da serenidad.
Buscando la tierra donde estás vos.
Porque siempre, siempre quiero regresar a casa.

Solo a veces, un viejo barco me acerca a tus brazos.
El viaje quizás se hace más lento y el deseo mas intenso.
Solo quiero llegar.
Y cerrar los ojos con tus besos.




                                                F    I     N  

Richard.
07-05-19

lunes, 6 de mayo de 2019

¿COMO SE VIVE LA VIDA SIN COLORES?




Todo comenzó tres meses atrás cuando estaba a punto de casarse con Federico, quien secretamente tenía amoríos desde hacía tiempo con su amiga Ana.
La noche anterior al casamiento este huyó con su amante de aquel pueblo y nadie supo más de ellos.
Leticia lloró durante días, semanas, meses. Su corazón se había partido como un bello y frágil cristal golpeando el piso y estallando en miles de pequeños fragmentos.
Los días transcurrían monótonos y grises para la bella muchacha; no sonreía, casi que no hablaba, comía poco y su color natural, rozagante y pleno de vida, hoy era una pálida y sombría anciana de mil años, sus ojos estaban vacíos, su alma perdida.
Sus padres comenzaron a preocuparse por su salud, tanto física como emocional y la obligaron a visitar al médico quien solo encontró un problema: tristeza.
Parecía que nada ni nadie la podría sacar de aquel pantano de dolor.
Hasta que un día recibió una carta que no leyó hasta pasada una semana.
Una noche la encontró en su mesa de noche y tuvo el impulso y la curiosidad para leerla.
No conocía a nadie que pudiera escribirle y sabía que Federico no lo haría.
Con el sobre en la mano miró el remitente y leyó un nombre: Thomas Decandiburu.
Intrigada abrió el sobre, sacó la carta y se dispuso a leerla:

“Mi querida dama.
Espero no tome a mal lo de querida máxime viniendo de una persona a la cual no conoce, pero espero que, al terminar esta misiva, lo acepte con agrado.
Mi nombre es Thomas y tengo la fortuna de conocerla a través de una foto que se le cayó en la calle a un joven delgado y alto, cuando se sacó la campera. El mismo estaba acompañado por una joven rubia de baja estatura.
Cuando se alejaron, la alcé del piso y contemplar su belleza cambió mi mundo hasta esos momentos. Observé en el reverso que decía su nombre, Leticia y la fecha. Debo decir que reconocí al joven que estaba a su lado que no era otro que el que dejó caer la foto, pienso que sin intención.
Puedo imaginarme un momento triste en su vida pues a él se lo veía demasiado feliz, por lo que fue usted la que terminó lastimada. Tan solo suposiciones, espero sepa disculpar mi intromisión.
Debo confesarle que en cuanto la vi quedé perdidamente enamorado de usted, durante el día no pasan más de diez minutos sin que necesite ver su imagen y durante la noche la llevo colgada de mi cuello como si fuera un medallón de un valor incalculable. He escrito miles de versos profesando mi amor y miles de palabras para describir su belleza. Las tengo guardadas para cuando quiera leerlas.
Y debe saber que no puedo vivir más así, necesito conocerla, que estemos frente a frente, oler su perfume, mirar su alma a través de sus ojos, escuchar su voz, rozar su piel, verla sonreír, sentir su aliento.
Fue entonces que me aboqué a encontrarla. Con un solo elemento, la foto, debía resolver su paradero. Y lo hice al reconocer los tres cerros a vuestras espaldas.
Recordé que estuve allí de niño con mis padres y hermanos. También recordé el pequeño pueblo a sus pies.
Deduje que tú, Leticia, vivirías allí.
La alegría que me provocó no cabía en mi cuerpo. Hace unos días envié a un emisario para confirmar tu existencia y tu ubicación exacta.
Y no lo dudé más, quiero vivir mi vida contigo, te amo con todas mis fuerzas y no puedo seguir con mi vida si no estás en ella.
Quiero que sepas que soy agrónomo y me han llamado para un trabajo muy importante en la ciudad Jardín del Pacífico, distante cien kilómetros de tu pueblo.
Quiero casarme contigo apenas lleguemos a Jardín y jurarte mi amor hasta que la muerte nos separe.
Te amo Leticia, te amo con locura, con pasión. Espero puedas comprender que mis sentimientos hacia ti son genuinos y honestos.
Sé que es una locura esto, pero…
¿Qué es la vida sin una cuota de locura amor mío? ¿Cómo se vive la vida si no tiene colores? ¿Cómo se vive la vida sino persiguiendo el amor hasta el último aliento?
El viernes veinticinco de mayo estaré en el tren que se detendrá unos minutos en tu pueblo a las doce del mediodía.
Me encontrarás aguardándote en el vagón con una rosa blanca en la mano.
Solo ruego al Universo me estés aguardando en la estación.
Ten en cuenta que ese tren pasa solo una vez.
Y si no subes habrás sido un bello sueño y me siento feliz de haber soñado contigo.
Con amor,
Thomas”.

Medio día del veinticinco de mayo.

Leticia está en el andén de la vieja estación, sentada sobre una valija cargada con ropas y recuerdos, de aromas y sueños de niña, con su paraguas negro y la boina, regalo de su madre, contemplando como se acerca el tren que la llevará lejos de allí, a vivir una nueva vida, su vida, con su amor que todavía no conoce en esta vida, pero lo reconoce de otras.
Su corazón no puede contener tantas ilusiones y esperanzas, la emoción la embarga...el tren se ha detenido para que ella lo aborde y encuentre a su amor.

                                                         F I N
Richard
06-05-19