sábado, 18 de mayo de 2019

OTRA NOCHE DE MIERCOLES




Noche de otoño en Buenos Aires; fría, lluviosa, noche de mierda dicen los indigentes que viven en la calle.
La gente común corre para llegar a sus casas, donde se refugiarán y curarán las heridas de las batallas libradas durante el día, el trabajo, el caos vehicular, el dólar, el partido de futbol. Tomarán su cena, hablarán con sus hijos, hablara o no el matrimonio entre sí, para luego dar paso a la televisión o quizás un buen libro en la cama luego de un baño reparador. Una forma elegante de seguir en silencio.
Los más osados y quizás más felices saldrán a comer a un restaurante, a ver una obra de teatro o una buena película, son los solteros o divorciados.
Otros en cambio, salen cuando la noche ya se hartó de tanta nostalgia y melancolía.
La penumbra los envalentona. Son los crotos y elegantes, formales y extravagantes, de traje y estrafalarios.
Es cuando el bandoneón de Piazzolla estalla en el corazón de la noche y las voces de Sosa o Goyeneche retumban en las callecitas porteñas, "que tienen ese no se que ¿Viste?".
Son almas solitarias. Son almas heridas. Son almas antiguas.
A veces calman su dolor con una puta barata de algún cabaret antiguo. Pero cuando terminan, el vacío es más grande. Y se acuartelan en una botella de vino rancio o cinco botellas, lo que alcance.
Cuando el bar cierra, salen haciendo eses por el medio de la calle, algo que es motivo de burla de jóvenes drogados y alcoholizados que tampoco pueden mantenerse en pie.
Las nenas de quince años que están tambien alli, casi desnudas y tan drogadas como ellos, ya no tienen futuro, lo perdieron en la primera pitada de Paco que dieron.
Los violentos que nunca faltan están al acecho de una víctima, armados con cuchillos o navajas para robar, violar y hasta incluso matar.
Ellas, las putas, casi desnudas y cagadas de frío tratan cada noche de conseguir un cliente para llevar algo de plata y darle de comer a sus hijos.
Y faltan ellas o ellos, como quieras llamarlos. Los que ofrecen sexo como mujeres siendo hombres a los hombres que buscan sexo para sentirse mujeres.
Este es el mundo donde vivimos, nada ni nadie es mejor que nadie.
Es que solo se trata de vivir la vida como cada uno puede vivirla.
Nadie tiene la culpa de nada, cada uno sabe porque tomó ese camino.
Nadie imagino siendo niño, un futuro así. ¿Sera cuestión de recordar los sueños que teníamos a esa edad?
¿Servirá de algo hacerlo o ya es tarde?
Solo puedo estar seguro de algo, nunca es tarde.
Pero esa decisión es de cada uno.
Richard

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