martes, 26 de marzo de 2019

A LAS DOS DE LA TARDE


Al disiparse la nube de humo,
Vi su culo yéndose al baño.
Su andar cadencioso me recordó a las viejas hamacas
que en las plazas había.

Supe que era hora de irme.
Ella estaba contenta, creo y yo me sentía infeliz.
Otra noche en una cama que no conocía.
Otra mujer que desconocía.

Me despedí con un beso en la frente
Y la respuesta fue NO, no creo regrese.
Subí al auto y entre los primeros rayos de sol
conduje sin rumbo fijo.

Encendí otro cigarrillo y bebí de la botella de whisky
Miré hacia el lado del acompañante y no estabas.
Eras un recuerdo cada vez más difícil.
Eras una ausencia sin final.

Al llegar a mi casa, mi viejo perro me saludó contento.
Acaricié su cabeza y le di de comer.
No sabía a qué hora me levantaría.
Solo quería despertarme después de las dos de la tarde.

A esa hora te fuiste para no volver.
A esa hora el mundo se cayó.
A esa hora la nada apareció.
Y no quiero más, estar despierto a las dos.

                                                F    I     N 
Richard

26-03-19

miércoles, 20 de marzo de 2019

HOMBRES SIN ROSTRO




El servicio había finalizado. Le pedí a Juana permiso para lavarme en su cuarto de baño. Sin mirarme siquiera susurró un sí mientras se vestía en forma cansina, anodina.
Me higienicé y me vestí.
Al salir la veo cerca de la ventana con la mirada perdida y un cigarrillo consumiéndose entre los dedos. Estaba a medio vestir, su parcial desnudez embriagaba.
Dejé de observarla y fui hacia la puerta de salida. La miré por última vez seguía en la misma posición, era como si no estuviera allí.
Quise traerla de vuelta pues sentí que lo necesitaba.
-¿Juana?- le dije desde la puerta.
No me respondió y me inquietó un poco por lo que me acerqué a ella y le toqué el hombro.
-¿Estás bien?- le pregunté.
Se sobresaltó sobremanera.
- ¿Qué hacés? no me toques más, el servicio está terminado, pagaste por una hora y una hora has tenido así que andate de una vez. - me dijo sin mirarme a los ojos, como en toda la noche. Jamás llegaron a cruzarse nuestras miradas.
-Disculpame, no quise asustarte, solo me preocupé, nada más que eso, estabas tiesa, inmóvil.
Y de pronto sucedió, me miró a los ojos.
Su mirada era triste, sus ojos eran casi dos océanos de lágrimas. transmitía mucho dolor y soledad.
Inesperadamente, una breve sonrisa asomó. Parecía que estaba viendo un rostro luego de mucho tiempo. Más me dijo con un tono de voz suplicante:
-Andate por favor, ya está, así son las cosas, vienen, pagan, me cogen y se van. Eso es todo, nadie se detiene a ver qué hago o quien soy, soy solo una puta.-
-Hablemos Juana, por favor. - le respondí.
-Pues no y espero no seas de esos boludos que se enamoran, no soy mujer de la que un hombre pueda enamorarse. -
- ¿Porque pensás que es así? -
-Está a la vista cariño, soy una puta, ¡PUTAAA!, no siento, no pienso, no lloro. Solo abro las piernas. - respondió casi gritando.
-Decime a ver; ¿Qué edad tengo? – preguntó irritada.
-Joven, de unos treinta años. -
Una mueca ordinaria se le dibujó en el rostro.
-Tengo veintidós y mi nombre es Carla…y vos te llamás…no lo sé ¿Ves? no sé tu nombre, tuve tu pene dentro mío, me acabaste y no sé cómo te llamás, tampoco el del anterior a vos, ni sabré el nombre del que vendrá luego.
Jamás conocí el nombre de los cientos de hombres que estuvieron acostándose en  mi cama durante los últimos cuatro años.-
-Augusto, mi nombre es Augusto.- le dije y le extendí la mano.
Casi llorando me sonrió, su gesto agrio había cedido.
Mantuvimos nuestras manos estrechadas mientras nos mirábamos a los ojos.
Me di cuenta que había dejado de ser un hombre sin rostro para Carla.
Nos interrumpió el golpe en la puerta. Era otro cliente.
-Pues ya está, ahora andate que tengo que trabajar. - me pidió con cierta amabilidad.
-¿Cuánto te pagará?- le pregunté.
-Lo mismo que me pagaste vos.- me respondió.
-Pues aquí tenés el dinero, despedilo y quedate conmigo por favor. - le dije mientras sacaba los billetes del bolsillo.
- ¿Querés coger otra vez? - preguntó.
-No Carla, por favor no, solo quiero conversar. -
Me miró como si estuviera loco.
-Es tu dinero...dame un minuto. - dijo mientras se dirigía a la puerta para decirle al cliente que regresara en una hora. Se escuchó un insulto mientras la puerta se cerraba de forma abrupta.
-Se puso nervioso, andaba caliente y no quería esperar. Que se masturbe. - dijo al pasar.
Fue hasta la pequeña cocina con dos vasos de vino.
Tomamos asiento y continuamos con la conversación. Comenzó a recordar.
-Mi pueblo era el más bello del mundo, en verano disfrutaba las tardes en el arroyo, tirada sobre la hierba bajo una tupida arboleda y con el aire impregnado de fragancias florales.  
A los quince años, les contaba a todos que sería una importante abogada de la ciudad. Estaba en tercer año de la secundaria. Hasta que un maldito accidente en la ruta mató a mis padres y destruyó cada sueño infantil y adolescente que había forjado.
A partir de allí mi vida se volvió maldita, quedamos a cargo de mi tío, un ser despreciable, hermano de mi madre, quien, a los pocos días, me sometió a sus bajos instintos y me violándome una y otra vez. Borracho y también sobrio. Me sometió a todos los vejámenes que se te ocurran.
Mis dos hermanos sufrieron la violencia de esa escoria humana pues los golpeaba sin razón con cinturones y cualquier cosa que encontrara a mano.
Hartos, una noche abandonamos ese infierno los tres. Tomamos el tren de las 9.
Llegamos a la ciudad con ciertas ilusiones, pero la realidad se encargó de destrozarlas.
Vivimos en pensiones de mala muerte mientras nos duró el dinero que habíamos ahorrado con sumo esfuerzo. Félix y Roque consiguieron trabajo en una obra en construcción y yo, sin estudios, sin habilidades y con un físico desarrollado, la palabra puta estaba escrita en mi frente. Ellos no dijeron nada y aceptaron mi destino.
Y comencé parando en una esquina, semidesnuda, ofreciendo mis servicios a quien los buscara. Tuve suerte. Al poco tiempo, lo que reuníamos entre los tres alcanzaba para comer y pagar la pensión.
Me acosté con hombres, niños, adolescentes, ancianos, mujeres, lesbianas, gays, negros, blancos, asiáticos...enfermos. Encontré de todo, todo.
Esto duró un año hasta que, en una noche de calor, se detuvo un auto en mi esquina y descendió una mujer de unos sesenta años con buenas maneras. Se acercó y me preguntó si quería trabajar para ella en un departamento.
No lo dudé con tal de alejarme de la calle y de sus vilezas y personajes salvajes. Sería algo más tranquilo y seguro. Y aquí estoy.
Recuerdo que la primera noche de trabajo me dijo algo que llevo grabado en mi cabeza:
“Los hombres no deben tener rostro para vos, no tienen boca por lo que no pueden besarte ni hablarte, no tienen nariz para poder olerte, no tienen oídos para escucharte y lo más importante, no tienen ojos para mirarte. Solo son un pene que terminará dentro tuyo para luego irse dejando una paga.
Alejá tu mirada de ellos. Y estarás bien pues el día que mires a alguien a los ojos, tu vida como puta terminará.”
-Y en todo este tiempo los hombres no tuvieron rostro para mí.- terminó diciendo.
-Hasta hoy. - le dije.
-Hasta hoy. - me respondió y una nostálgica sonrisa se le dibujó en el rostro.
-Gracias Augusto.- me dijo.
Asombrado por estas palabras, me animé a recordarle:
-Tu vida cambiará si mirás a un hombre a los ojos entonces. -
-Será una decisión que debo tomar, pero hoy no lo haré.
No quiero me pidas ni me ofrezcas nada, pero gracias. - respondió y me acompañó hasta la puerta.
Me despidió con un beso en la mejilla. Le dejé una tarjeta en su mano con mi número de celular.
-Cuando quieras llamarme…- le dije.
Me miró profundamente y noté humedad en sus ojos. Conmovida. Cerró la puerta muy despacio.
Mientras me alejaba por el corredor para tomar el ascensor, algo me decía que pronto sabría de ella.
Amanecía.
                                          
                                                      F            I             N


Richard
Publicado año 2017 y editado
20-03-19

domingo, 17 de marzo de 2019

FONTANARROSA

De mis preferidos...el Negro Fontanarrosa.


Frases celebres que quedaron de este personaje argentino inolvidable 


- Vago no soy, quizá algo tímido para el esjuerzo.
- Estoy comprometido con mi tierra, casado con sus problemas y divorciado de sus riquezas.
- ¿Y usted cómo se gana la vida?
- ¿Ganar? ¡De casualidá estoy sacando un empate!
- ¿No andará mal de la vista, don Inodoro?
- Puede ser. Hace como tres meses que no veo un peso.
- ¿Por qué esta agresión gratuita?
- ¡Si quiere se la cobro!
- El pingüino es monógamo.
- ¿Y por qué cree que le dicen Pájaro Bobo?
- Con la verdá no ofendo ni temo. Con la mentira zafo y sobrevivo, Mendieta.
- La historia lo juzgará. Pero tiene el mejor de los abogados: el olvido.
- Eso de "hasta que la muerte los separe" es una incitación al asesinato.
- Acepto que la Eulogia es fulera, pero es de las que demuestran la beyeza por el absurdo.
- Usté no está gorda, Eulogia. Es un bastión contra la anorexia apátrida.
- ¿Puede una persona disaparecer de a pedazos? Porque a la Eulogia le desapareció la cintura.
"Endijpué de tantos años, si tengo que elegir otra vez, la elijo a la Eulogia con los ojos cerrados. Porque si los abro elijo a otra".
- Dígame don Inodoro ¿usté está con la Eulogia por alguna promesa?
- Mendieta, uno se deslumbra con la mujer linda, se asombra con la inteligente... y se queda con la que le da pelota.

jueves, 14 de marzo de 2019

LAS MOIRAS



José despertó en medio de la noche sobresaltado y sudoroso.
Se sentó en el borde de la cama e intentó recordar vanamente el sueño que lo había perturbado.
Dado la hora y que necesitaba volver a dormir, comenzó a practicar algunas técnicas de relajación más los ruidos que hizo despertaron a su esposa que encendió la luz.
-Lo lamento querida, no era mi intención despertarte. - dijo él con voz culposa.
-No te aflijas, date vuelta y dormite- respondió ella.
A José le llamó la atención el tono de voz; no parecía fuera el de Victoria. Se acercó a ella y espantado comenzó a gritar pues se encontró con una mujer anciana y desconocida.
Salió corriendo del cuarto buscando la puerta de calle y en la carrera se dio cuenta que no estaba en su departamento, nada le resultaba conocido. Su miedo y su desconcierto crecían con cada paso que daba.
A pesar de ello detuvo su marcha y se adentró en lo que le pareció un cuarto de baño.
Encendió la luz, se vio en el espejo y el grito proferido provocó el ladrido de los perros vecinos.
Su respiración se aceleró al máximo. La imagen reflejada era de una persona de unos sesenta años aproximadamente, calvo, excedido de peso y de muy baja estatura. No era él.
Se miraba y gritaba, se volvía a mirar y gritaba nuevamente. La mujer anciana y un joven desgarbado lo observaban desde la puerta.
-Miguel, ¿Qué te ocurre por el amor de Dios? - le preguntó.
-Yo no soy Miguel y vos no sos Victoria. ¿Por favor, que está ocurriendo? -
-Por supuesto que no soy esa mujer, soy tu esposa Anabel, carajo-. gritó ofuscada y celosa.
- ¿Quién es? - preguntó señalando al joven.
-Ay, mi Dios, es tu hijo Damián. ¿Qué, no lo reconocés? -
-No y no y no, mujer. -
- ¿Qué me está pasando por favor? Quiero despertar de esta pesadilla, por la Virgen. -
Y comenzó a confirmarse en voz alta:
-Mi nombre es José, tengo cuarenta años, alto, delgado, con cabello, practico deportes y soy Gerente del Banco Mundial desde hace cinco años. Estoy casado con Victoria, treinta y dos años, cabello negro, muy bella y esbelta, psicóloga y tenemos una hermosa hija de siete años, Sofía. ¿Dónde está mi hija? - gritó angustiado. Y continuó.
-Vivimos en Ciudad Capital en un piso con vista al mar.-
Volvió a gritar cuando se miró en el espejo.
Su esposa intentó calmarlo: -Mi amor, no entiendo que te ocurre, creo que un sueño te ha confundido, asustado. Escuchame por favor. -
José se sentó en el inodoro.
-Tu nombre es Miguel, manejás grúas en la fábrica de cerámica del pueblo desde hace treinta años y en doce meses te jubilás.
Mi nombre es Anabel, tengo cincuenta y nueve años y atiendo el negocio familiar, el que nos dejaron tus padres, ¿Lo recordás?
Nos casamos hace veinte y siete años y fuimos bendecidos con este hermoso hijo, Damián, quien está estudiando para recibirse de veterinario.
Y no soy psicóloga ni tampoco bella y esbelta, es cierto, pero nunca te quejaste y siempre halagaste mis ojos y mis enormes tetas. -
José escuchó cada palabra y sintió que el piso se movía. No entendía, seguía confundido. Comenzó a recorrer la casa y las fotos con la imagen de ese Miguel poblaban la misma. Se sentó en el piso a llorar y dijo:
- Esto significa que aquella magnífica mujer, la posición acomodada, la bella niña, la vida de lujos...era un sueño. - Las lágrimas no se hicieron esperar.
Anabel lo ayudó a reincorporarse y lo llevó al cuarto para recostarlo en la cama. Le preparó un té, lo mimó un rato hasta que comenzó a relajarse y se quedó dormido.
Ella comenzó a rezar…

Muy lejos de allí, Miguel se despertaba sobresaltado, aunque no del todo pues ya había experimentado esto de despertarse siendo otra persona y comenzaba a acostumbrarse a estas nuevas sensaciones, aunque sin entenderlas.
Se sentó en el borde de la cama y no pudo resistir la tentación; espió bajo las sábanas y se encontró con una bellísima morena, desnuda y mucho más joven que su esposa real.
- ¡Muchas gracias! - susurró mirando al cielo y con el puño cerrado. -Esta vez me han sido bondadosos, no como la última vez que mi pareja era un hombre…y mi esposo. -
Dicho esto, se desnudó con la intención de despertar a su nueva mujer. Lo hizo con un beso en el hombro.
-Hola José-, dijo ella un tanto dormida, con una voz sensual y una lánguida sonrisa…

La carcajada de Cloto retumbó en el enorme cuarto. Luego de unos instantes continuó hilando en la rueca. La matrona que andaba por allí comenzó a acercarse a la doncella para conocer el motivo de su risa, aunque sabía el motivo.
Con voz grave le dijo:
-Sé que es divertido, también lo hice, pero debés tener cuidado niña, no se debe jugar a cambiar la vida de los seres humanos, a veces las consecuencias son nefastas. -
-No te preocupes, sé cuándo detenerme. - respondió la Moira más joven con una sonrisa.
-Con este último he jugado tres veces. Es increíble, tenés que verlo, ya no se asusta y disfruta cada nueva experiencia que le brindo. Miralo, haciéndole el amor a esa bella mujer, está casi tonto. -
La matrona lo observa y una sonrisa se le dibuja en el rostro.
De pronto se escuchan severos pasos en el cuarto. Es la anciana acercándose.
Saluda y pregunta - ¿Saben quién llamó? -
- ¡Oh, oh! - exclamaron ambas.
- ¿Y cuál fue el motivo mi querida? preguntaron al unísono.
-Recibió la oración de una esposa desesperada porque su marido decía ser otra persona, con otra vida y otra esposa y me preguntó si alguna de vosotras tenía que ver con esto. -
- ¿Vos sabés algo Cloto? -
-Tal vez. - dijo al mismo tiempo que una pícara sonrisa le iluminaba el rostro.
-Pues dejá de hacerlo, sé más responsable por favor, no podemos jugar con los humanos, después terminan locos o muertos. -  dijo alzando la voz y con gesto adusto.
-Pido perdón y prometo no volver a hacerlo. - respondió la niña.
El silencio se apoderó del ambiente volviéndose tenso, despiadado, frío, interminable.
Hasta que las tres damas, doncella, matrona y anciana, Las Moiras, eternas hilanderas del Destino, soltaron una enorme carcajada.

                                                            F  I  N

Publicado en la Segunda Edición impresa de Falsaria, España. Año 2013.
Editado 14-03-19

miércoles, 13 de marzo de 2019

LA BIBLIOTECARIA




Cecilia abrió los ojos de forma abrupta. Se dio cuenta inmediatamente que se había quedado dormida. Atrapó su reloj despertador con desesperación y con ojos desorbitados vio que debió despertarse media hora antes.
Saltó de la cama y corrió a la toilette donde apenas se lavó, se vistió con lo primero que encontró para luego salir a los tropezones y golpes del departamento.
No quiso esperar al ascensor y bajó los escalones de a dos por la oscura escalera.
Al llegar a la puerta del edificio se encontró con el portero quien la saludó con cordialidad, algo a lo que ella solo atinó a sonreír por una fracción de segundo.
Salió a la calle enajenada y corrió hasta la estación de subterráneos. Cuando vio que las rejas estaban aún bajas y una multitud protestaba contra el sorpresivo paro, tuvo ganas de llorar. 
Más no tenía tiempo para ello. Buscó un taxi sin tener éxito pues todos estaban ocupados. Era la hora en que la ciudad toda se ponía en marcha.
Corrió hasta la parada de autobuses y tomó uno. Debió colgarse de la puerta pues estaba atestado de pasajeros.
Ya dentro del mismo debió soportar las viles manos de pervertidos en su culo. Quiso gritar, pero no lo hizo. Comenzó a pisotear con sus tacones a quien la rozara.
Al llegar a su destino se bajó, revisó sus pertenencias y se dio cuenta que le habían robado el teléfono celular.
Llegó totalmente desencajada y abatida una hora y cuarto más tarde al Museo.
Pidió disculpas a su supervisora y fue hasta su escritorio.
Antes de desplomarse en el mismo se sirvió un café negro y lentamente fue vaciando el contenido de trece enormes cajas con libros provenientes de Escocia. Las habían enviado desde la Abadía de Iona.
La joven hojeó una a una las obras y comenzó a clasificarlas por estado y valor histórico.
Esta tarea le demandó todo el día. Ya de noche y agotada al extremo, decidió irse a su casa a pesar que le había quedado uno sin ver.
-No, basta, lo veré mañana-. dijo en voz alta.
Pero sintió una extraña atracción que la hizo tomar asiento otra vez, abrir el libro y comenzar a leerlo.
Las lágrimas comenzaron a surcar sus mejillas y no entendía muy bien porque sus sentimientos se desbordaban. Se sentía reflejada en la historia. Algo extraño ocurría. Decidió llevarlo a su casa.
Ya de noche salió a la calle.
Caminó hasta la panadería donde compró dos baguettes. Al llegar a la estación de subterráneos se encontró con que la huelga había sido levantada. Viajó plácidamente mirando por la ventanilla sin ver nada y pensando mucho.
Llegó y resopló aliviada. Al cerrar la puerta los zapatos volaron, su ropa cayó al piso y desnuda como estaba se sirvió un Baileys con hielo.
Fue al baño para llenar de agua la bañera; luego encendió sahumerios y a su equipo de sonido del cual brotaron las canciones de Evanescence, su banda favorita.
Cuando estuvo todo listo se sumergió en la tina y allí se quedó.
Luego de un rato de sensaciones placenteras, tomó el libro y continuó con la lectura.
Leía y la emoción la embargaba, sentía esa historia como propia. Abandonó el baño, fue hasta la cocina donde se preparó un café, comió algo de pan y continuó leyendo.
Al terminar fue hasta su cuarto. Estaba cansada por lo que dejó el libro en la mesa de noche, se tapó hasta la cabeza y apagó la luz.
Apenas cerró los ojos se durmió y el sueño no se hizo esperar; todo se sucedía a un ritmo vertiginoso; estaba en el campo, en una cabaña, aseando un establo...a lo lejos veía llegar a un Caballero con provisiones. El día, la noche, el cielo, el campo, los animales, las flores. De pronto estaba haciendo el amor con ese hombre, dulce, apasionado como nunca lo había hecho. El tiempo parecía más lento y los orgasmos eternos. El placer era infinito.
Despertó con los rayos anaranjados del sol que se colaban por las fisuras de las cortinas que colgaban de la ventana del cuarto y una sonrisa en su bello rostro.
-Fue un sueño entonces…el mejor que recuerde, por cierto. - dijo para sí con una mueca traviesa que iluminó su angelical cara.
Antes de levantarse besó el libro.
Luego lo guardó en su cartera para regresarlo a la Biblioteca y fue a darse una ducha antes de desayunar, vestirse e ir a su trabajo como todos los días. Era temprano.
                                               
                                             F   I   N


Richard
13-03-19

martes, 12 de marzo de 2019

Luciérnagas en la noche.


¿Qué le pasa al cielo esta noche?
Deja caer lágrimas en lugar de agua de lluvia.
Deja caer a las estrellas y estallar en los campos negros.
Deja caer luces de colores que llegan de infinitos mundos.

La luna no sonríe, inmóvil se halla.
Sus colores están muertos.
Está herida y su corazón clama piedad.
Más nadie la escucha.

Hay nubes negras que descargan rayos.
Hay nubes blancas que curan.
Hay nubes en los corazones
Hay nubes…

Las personas, por la calle miran hacia el cielo indiferente.
No les importa lo que cae.
No les importa la sangre que brota de su alma.
No le importa nada.

Solo caminan apuradas para llegar a ningún lado.
Sin mirar a la niña con su hermano y su madre tirados en la vereda,
sobre un colchón sucio y harapos por mantas.
Y tienen hambre y frío; y se dormirán con hambre y frío.

Solo caminan pensando en cómo los gobiernos estafan a su gente.
Y piensan en como estafar a su prójimo.
O en venganzas por nimiedades.
Que a veces llegan a la muerte.

La luna llora porque nos conoce.
Y sabe que no somos así.
Pero nos hemos convertido en la peor pesadilla,
En zombies, vampiros, lobos, asesinos.

Quizás podamos regresarle la sonrisa a la luna.
Quizás solo debamos recuperar la conciencia.
Recuperar el amor por el otro, por los libros y la música, el arte.
Y contemplar el mar en una apacible tarde.

Escuchar los sonidos de la tierra.
Regocijarnos con las luces de las luciérnagas en las noches de verano.
O tan solo mirar la luna brillando en el cielo.
Con la persona amada…

                                                F     I       N
Richard
12-03-19


domingo, 10 de marzo de 2019

SOMNIUM


                                 
Asomaban los primeros destellos del sol cuando el viejo cacharrero, vendedor de chatarras e ilusiones, ollas y sartenes, ungüentos y canastos, hacía su entrada al pueblo. Las explosiones del motor despertaron a todos y las viejas, al escucharlo, salieron corriendo a su encuentro con sus bolsas y el monedero de hule.
Ante tremendo alboroto, inusual para la tranquila vecindad, me levanté a mirar por la ventana. Intrigado, decidí vestirme y acercarme.
Llegué y me quedé inmóvil a pasos del camión. Cuando el anciano me vio, sonrió y dijo:
-Vení muchacho, acercate que tengo algo especial para vos, viene de lejanas tierras. -
Se metió adentro del vehículo y salió con un libro en sus manos.
Quedé boquiabierto al ver la tapa de cuero reluciente con la imagen de la  muchacha más bella que había visto en mi vida.
Lo tomé entre mis manos y leí el título; “Magdalena, un amor de otro mundo” escrito con pluma y perfecta letra gótica.
-¿Cuánto?- le pregunté sin dilaciones.
- ¿Cuánto tenés?- me respondió con una amplia sonrisa.
Saqué lo que tenía en mis bolsillos y se lo puse en la mano. No era mucho, solo unas pocas monedas producto de mi trabajo aseando establos y gallineros.
-Es tuyo, disfrutalo, es un libro muy antiguo y la leyenda cuenta que es mágico, era de un gran mago que aún vive, acaba de cumplir mil cien años. - afirmó.
Mientras un intenso escalofrío me corría por el cuerpo, el hombre me dio la espalda y se fue con las mujeres que estaban criticando y preguntando el precio de las ollas y vestidos floreados.
Lo abracé muy fuerte y salí corriendo hacia la pradera donde se encontraba el viejo ombú, mi refugio.
Al llegar acomodé mi osamenta y me dispuse a leerlo.
Más al abrirlo mi decepción fue mayúscula; las hojas estaban en blanco, inmaculadas, vacías. Lo recorrí todo y solo encontré una palabra escrita con letra pequeña en el margen inferior derecho: somnium.
-¿Qué querrá decir?- grité más nadie escuchó.
Bajé del árbol furioso y con la velocidad del rayo fui a buscar a aquel anciano estafador. Pero no llegué a tiempo, ya se había marchado.
Le pregunté a unas señoras si hacía mucho tiempo que se había ido el vendedor y recibí una respuesta por demás extraña: - ¿Qué decís? El viejo cacharrero llega recién mañana.-
Desconcertado y un poco asustado regresé a mi refugio para pensar. Me habían dicho que el vendedor no llegaba hasta el día siguiente pero el libro estaba en mis manos…yo estuve con él, hablé y hasta le pagué por un libro sin letras.
- ¿Acaso lo soñé? - grité
Lo miré una y otra vez, de un lado y del otro, en la luz y en la oscuridad. Nada.
Lo guardé en un rincón y fui caminando hasta el lago a pescar, pero ese no era mi día; no picó siquiera un sapo. Pasó la tarde y cuando el sol comenzaba a ocultarse, dejé la caña de pescar en el refugio y corrí hacia la casa. Al llegar escondí mi extraña adquisición entre los bártulos y bajé de prisa para la cena. Comimos los tres en silencio, como siempre y al terminar me levanté para encerrarme en el cuarto a escuchar música en mi diminuta radio portátil. Me dormí casi sin darme cuenta y un sueño me llevó a un campo atrapado en una espesa niebla. Cuando comenzó a disiparse, una bella silueta se dibujó; era un ángel, bella como ninguna, con sus largos cabellos negros meciéndose al compás del viento, mirando sin ver hacia el horizonte.
Quise acercarme y caminé hacia ella pues mi alma lo reclamaba y mi corazón galopaba de amor con la furia de mil caballos.
Pero caminaba, y en lugar de acercarme me alejaba.
Agotado, caí de rodillas al piso.
La miré y me miró; sus ojos eran dos ventanas que daban a un bello mar azul profundo y misterioso.
Me desperté enamorado, jamás había sentido algo así en mis trece años de vida.
Más no duró mucho mi embelesamiento pues al ver la hora debí correr para llegar en horario al colegio.
Apenas tomé un sorbo del tazón con café y leche que había preparado mi madre y dejado sobre la mesa.
Estaban cerrando las puertas de la escuela cuando llegué. La portera era mi amiga y me dejó pasar acariciándome la cabeza. -Niño, niño...siempre tarde.- me decía y sonreía.
Ese día el tedio fue abrumador, las casi cinco horas de matemáticas, lenguaje e historia se habían transformado en tortuosos siglos cumpliendo condenas infernales en hogueras ardiendo.
Escuchar los campanazos a las doce del mediodía fue casi emotivo.
Salí corriendo hacia la calle principal en busca del cacharrero.
Más al llegar no estaba, solo pude ver como su viejo autobús se alejaba por la avenida, dejando una estela de humo negro que se elevaba al cielo. El ruido a hierros y cacerolas golpeándose unas con otras era musicalmente armoniosa.
Me fui cabizbajo hacia mi casa donde el almuerzo me aguardaba.
Comimos en silencio, como siempre y al terminar me fui a caminar por el campo pues la tarde era espléndida. Esta vez me acompañó Tomás, un perro feo, maloliente y malhumorado como el que más, pero fiel y cariñoso como ninguno cuando estaba de buen humor.
Fue otra tarde feliz; los juegos con Tomás, la pesca de mojarritas y la contemplación serena del cielo azul recordando aquel bello rostro de mis sueños.
Emprendí el regreso a casa pues tenía tarea que hacer. Una vez terminada y aguardando al momento de la cena, fui a gozar de la límpida y cálida noche y el juego de luces que regalaban las luciérnagas.
Al terminar la silenciosa cena, me retiré de la mesa para dirigirme a mi cuarto.
Agotado y ansioso por soñar otra vez con ella, me dormí…

Otra vez estaba en el campo, pero sin niebla esta vez. Ahora, ella estaba a pasos de distancia, con su cabello al viento y una sonrisa hipnótica. Era bellísima.
Fui a su encuentro; mis piernas temblaban y mi cabeza casi estalla tratando de encontrar las palabras adecuadas.
-¡ Hoo…oo…ll…aaa! dije balbuceando.
-¡Hola Nicolás!- me respondió alegre y distendida.
- ¿Coo…como sabés mi nombre? - pregunté intrigado.
-Pues porque está en el libro.- me dijo.
-¿Qué libro?- volví a preguntar.
-En éste.-
Y de entre sus ropas sacó uno exactamente igual al mío con la diferencia que en la tapa decía: “Nicolás, un amor de otro mundo”.
-Ves, es éste, me lo regaló un viejo cacharrero que pasó por mi pueblo.- me dijo alegre.
-Yo también tengo uno igual al tuyo…vos sos Magdalena entonces. -
-Pues sí, soy ella.- dijo con una pícara sonrisa.
-A mí también un viejo me regaló un libro con tu nombre, pero adentro está en blanco, no hay nada escrito, solo una palabra: somnium, ¿sabés qué significa? - pregunté.
-Soñá Nicolás, significa; sueña. Es lo que debemos hacer pues en un sueño como es la vida solo debemos soñar para vivir.
Y esos sueños vos los convertirás en historias, épicas, románticas, misteriosas, de terror o aventuras. Debés escribirlas en ese libro.
Allí contarás tu vida, tus amores y desamores, tus alegrías y tristezas, tus fantasías y  realidades.
Sos el elegido para ser un faro encendido en la oscuridad. 
Escribí amor mío, escribí y no te detengas nunca más…

Me desperté distinto, me sentía feliz, había encontrado mi misión en la vida: ESCRIBIR.
Fue entonces que me levanté, fui hasta la mesa de tareas, me senté en mi pequeño banco de madera, tomé la pluma, abrí el libro que estaba en blanco y comencé a escribir sobre esas hojas blancas, inmaculadas. La sensación era suave, cálida. Los rayos de sol que entraban por la ventana querían quedarse entre las hojas quizás, para ser parte de una historia.
Mis tres primeras palabras escritas fueron: “Había una vez…”

Desde entonces no he dejado de escribir. Han pasado muchos años desde aquel día en que decidí ser escritor.
Mi primer cuento se llamó “Magdalena, un amor de otro mundo”.

                                                           F     I      N    

Richard
Año 2015, editado 10 de marzo 2019

                                      
   

viernes, 8 de marzo de 2019

Amado Nervo


UN DISPARO A LA MEDIANOCHE


El disparo estalló a medianoche cuando muchos dormían, otros se entregaban a los placeres carnales y los demás a sus batallas con los demonios del pasado, presente y futuro.
Gladys, la anciana más longeva que nunca dormía, se asomó a la ventana y miró hacia la casa de los Barrientos que parecía detenida en el tiempo. Construida en los años sesenta, las huellas del tiempo eran inexorables; paredes descascaradas y con grietas, tejas que faltaban, una puerta de madera seca y descolorida. Sabía que el estallido provenía de allí.
La vieja se quedó observando por un rato pues quería saber quién había muerto. Más de una vez escuchó gritos y amenazas entre ambos, Elsa y Lucho Barrientos.
Eran cuarentones y llevaban más de veinte años de casados. Con una hija muerta cuando tenía quince años por una patota que la violó hasta matarla y un hijo de veinte que estaba preso por robo calificado.
Elsa trabajaba en una fábrica del puerto como filetera y él era chofer de camiones.
Por el trabajo, Lucho podía llegar a ausentarse durante semanas, especialmente cuando debía manejar su camión hasta el sur del país para luego esperar carga hacia Buenos Aires y así poder regresar.
Elsa estaba sus ocho horas fileteando todo lo que caía en sus manos, para luego bañarse y bañarse y así aliviar el hedor a pescado que le quedaba en cada poro del cuerpo. Y a veces no podía.
Ninguno pudo estudiar pues provenían de las provincias pobres del Interior, escapando de la indigencia y el hambre.
Con el tiempo pudieron acceder a esa pequeña casa en aquel modesto barrio y se habían podido comprar un auto pequeño y antiguo, un Fiat 600 que aún funcionaba.
Fue entonces que Gladys escuchó pasos que se acercaban a su puerta.
Alguien tocó el timbre. La anciana, algo asustada se acercó a la ventana y miró a su visitante, que no era otra que Emilse, su comadre, que había salido a la calle con ropa de cama y pantuflas.
Se apuró a abrirle y pedirle que pase pues el frío era intenso.
Se dieron un beso y se sentaron en el viejo sillón de cuerina. Fue la comadre que habló.
- ¿Qué pasó Glady en la casa de los Barriento? -
-Pareció un tiro ¿No? - respondió la anciana.
-Para mí que la encontró con otro y la cagó matando. Ella es rapidita y él es bastante loco, cuando se emborracha es malo. -
- ¿Te parece? -
-Siii, a mí me lo dijo la Gertrudi…- en ese instante sonó nuevamente el timbre de la casa y era la recién nombrada.
Apenas entró comenzó a los gritos.
-La mató, le pegó un tiro porque la encontró con el carnicero, yo lo vi, se los juro. -
- ¿Qué viste? Preguntó Gladys.
-Cuando entraba el carnicero, José, por la puerta de atrás y al rato cuando llegó borracho el Lucho. -
Las tres comenzaron a persignarse y a mirarse entre ellas.
Fue Gertrudis la que llamó a la Policía para informar del asesinato.
Paloma Rodríguez, una agente joven y de poca experiencia la atendió.
Esta, sin chequear nada dio aviso a la única patrulla para que se acercaran a confirmar el homicidio.
Los dos viejos policías se dirigieron, no sin esfuerzo, hacia la casa de los Barrientos.
Pero antes visitaron la casa de Gladys, para que las tres les contaran lo que sabían.
Luego de un rato en que hablaron todas al mismo tiempo, Gertrudis contó cómo había visto a José entrar y luego la llegada de Lucho. Agregó que ella estaba esperando al carnicero desnuda.
Los policías, con muchas dudas cruzaron la calle y miraron por las ventanas. Estaba todo oscuro y no había indicios de que hubiera ocurrido algo fuera de lo normal.
El más gordo fue el que tocó el timbre.
Nadie salió y volvió a tocar.
Se encendió una luz desde adentro de la casa y fue la mujer semi desnuda que salió a atenderlos.
-Buenas noches señora, perdón por la hora, pero alguien del barrio dio aviso que escucharon un disparo y aparentemente fue desde aquí. - preguntó el policía más alto.
Ella sonrió y preguntó.
- ¿Entonces? -
-No sabemos, ¿está usted bien, su marido está? - preguntó el gordo.
-Lucho, te buscan. - gritó la mujer.
En pocos segundos estaba el hombre en slip azul, en la puerta de su casa frente a los policías.
¿Qué pasa? Preguntó.
-Nada señor, muchas gracias y disculpe la molestia, fue una falsa alarma.
Cerraron la puerta y se fueron a dormir mientras los policías, puteando a las tres viejas, se alejaron del lugar.
-Yo los vi. - gritaba Gertrudis a sus amigas que le dieron la espalda y le pedían que se vaya a dormir.
Era otro amanecer en el viejo pueblo.
Lentamente el ritmo cansino se apoderaba de todos los pueblerinos.
Solo la carnicería no abrió…
F I N
Richard
23-02-19