miércoles, 6 de marzo de 2019

CAIN






La mansión de la colina se había vestido de gala aquella noche; la clase dominante de la ciudad se congregaba allí. Sus anfitriones, madame Claire y Monsieur Charles cursaron las invitaciones sin revelar el motivo de aquella reunión. Era un misterio.
Durante semanas, hombres y mujeres trabajaron día y noche en el evento. Solo la perfección cabía.  
Claire era descendiente de la realeza británica. A sus sesenta años, la belleza y vitalidad la habían abandonado, no así la soberbia y la crueldad.
Siempre fue un parásito, no tenía logros personales, no había hecho nunca nada por sí misma, ni lavarse la cara u otras partes pues tenía sirvientes para ello.
Mantenía relaciones sexuales con quien se le antojara. Luego los despedía. Con la servidumbre femenina llegaba hasta el castigo físico y ocasionalmente mantenía relaciones con alguna jovencita que llamaba su atención.
Su estado dominante era el aburrimiento.
Se casó con Charles como indicaba el protocolo. El, también descendiente de la realeza, tenía sesenta y tres años y además de su vitalidad, había perdido un ojo, estaba casi sordo y se ayudaba con un bastón para caminar, producto de un atentado contra su vida.
Era una persona cruel y desalmada. Dueño de ferrocarriles, fundó y clausuró ramales a su antojo. No le interesaban las consecuencias.
Habían engendrado dos hijos, Guillermina y Donato.
Al llegar ambos a la mayoría de edad, los jóvenes abandonaron la mansión y jamás regresaron. Odiaban a sus padres. El corazón frío y la forma de manejarse con sus semejantes les resultaba intolerable…

A las siete llegó el primer coche con la condesa Natacha y su esposo, el Conde William III.
A partir de allí el desfile fue incesante: personajes de la realeza, magnates, millonarios, músicos de fama, actores y actrices y algún miembro de la Iglesia, hacían su arribo entre luces brillantes, lujo y esplendor.
Un ejército de sirvientes atendía con esmero a cada invitado.
La orquesta interpretaba de forma magistral los clásicos; las Cuatro Estaciones, Danubio azul, El lago de los Cisnes, el Bolero de Ravel y otros.
A las diez de la noche, Claire y Charles bajaron lentamente por las escaleras y comenzaron a saludar a los invitados, uno por uno y les pidieron reunirse en el gran Salón.
Luego de agradecerles la asistencia anunciaron una sorpresa para la medianoche.
A continuación, bellas camareras repartieron habanos cubanos y coñac caliente entre los hombres, champagne francés y trufas de chocolate negro a las mujeres.
A las once y cincuenta minutos, el tañido de una campana estalló en el ambiente.
Inmediatamente las luces se apagaron y se encendieron las antorchas ubicadas estratégicamente para crear una atmosfera ancestral, arcaica. Una bruma violeta comenzó a brotar del piso. Las sombras que se proyectaban eran fantasmagóricas, irreales. Todos se sintieron en el umbral de una región encantada, donde un raro y antiguo suceso se manifestaría.
Se escuchó entonces la voz de Charles que decía:
-Damas y caballeros: de la lejana Antártida, han venido dos amigos para entregarnos un regalo muy especial. Recibámoslos como ellos se merecen. -
Se encendieron las luces y dos personas con túnicas violetas y capuchas comenzaron a bajar por las escaleras.
Los aplausos y los murmullos no se hicieron esperar.
Ya en el centro del Gran Salón, se quedaron inmóviles y con el rostro oculto.
-Estimados, estamos emocionados con Claire dada la trascendencia del momento pues esta noche recibiremos el regalo más preciado para el hombre: la Inmortalidad. -
Algunos sonrieron, unos pocos aplaudieron. Otros se miraron sin decir palabra.
Fue entonces que Charles les pidió a los encapuchados descubrirse ante la concurrencia.
Así lo hicieron; una mujer regordeta, rubia que rondaría los treinta años y un hombre mayor con un rostro aterrador se revelaron.
Tenían la mirada perdida, miraban sin ver.
-Tenemos el honor de presentar a Adolf y Eva. -
El murmullo fue intenso.
-Es una broma de muy mal gusto Charles. - dijeron varios.
- ¿Qué significa esto? - reclamaron otros.
-Calma por favor; si me lo permiten les explicaré; hace un tiempo, al ver que nuestra vida entraba en el ocaso, decidimos contactarnos con el S.S.S. o Sociedad Secreta de Sacerdotes de la cual mi padre es miembro e hicimos un trato con sus autoridades. - narró.
- ¿Pe…pero como dices que tu padre es miembro? Si él viviera tendría cien años. -  gritó uno de entre la concurrencia.
-Para vuestra información mi padre vive en un Monasterio oculto y se encuentra muy bien. En algunos años será el responsable del inicio de la tercera Guerra Mundial. - aclaró.
-No es posible. - gritaron al unísono.
-Si lo es y ocurrirá en cincuenta años, América del sur será el protagonista.
Continúo. Adolf y Eva pertenecen al S.S.S., son miembros fundadores y descendientes directos del Primer vampiro, el primer asesino de la historia: Caín.
El trato fue ofrendar vuestra vida a cambio de la Inmortalidad a manos del mismísimo Original, que está llegando de un momento a otro.

Con mí amada esposa queremos darles las gracias a todos, no olvidaremos vuestro sacrificio.
Sirvientes; afuera están aguardando cientos de invitados por demás especiales, permítanles el ingreso y cierren todas las puertas pues nadie debe escapar. - ordenó.
Luego, miró a su esposa para decirle:
-Subamos a nuestro cuarto Claire y aguardemos allí hasta que Él llegue. -
-Es una buena idea querido. - respondió.
Lentamente comenzaron a subir las escaleras, no tenían prisa alguna ya que pocos más minutos y vivirían para siempre.
Mientras, a sus espaldas, el pandemónium de gritos de horror y rugidos terroríficos, indicaban a las claras que el festín de los vampiros, con sus líderes a la cabeza, Adolf y Eva había comenzado.


                                                     F    I     N

Richard
Año 2014 y editado 6-3-19









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