Asomaban
los primeros destellos del sol cuando el viejo cacharrero, vendedor de chatarras e
ilusiones, ollas y sartenes, ungüentos y canastos, hacía su entrada al pueblo.
Las explosiones del motor despertaron a todos y las viejas, al escucharlo,
salieron corriendo a su encuentro con sus bolsas y el monedero de hule.
Ante
tremendo alboroto, inusual para la tranquila vecindad, me levanté a mirar por
la ventana. Intrigado, decidí vestirme y acercarme.
Llegué
y me quedé inmóvil a pasos del camión. Cuando el anciano me vio, sonrió y dijo:
-Vení
muchacho, acercate que tengo algo especial para vos, viene de lejanas tierras.
-
Se
metió adentro del vehículo y salió con un libro en sus manos.
Quedé
boquiabierto al ver la tapa de cuero reluciente con la imagen de la muchacha más bella que había visto en mi
vida.
Lo
tomé entre mis manos y leí el título; “Magdalena, un amor de otro mundo”
escrito con pluma y perfecta letra gótica.
-¿Cuánto?-
le pregunté sin dilaciones.
-
¿Cuánto tenés?- me respondió con una amplia sonrisa.
Saqué
lo que tenía en mis bolsillos y se lo puse en la mano. No era mucho, solo unas
pocas monedas producto de mi trabajo aseando establos y gallineros.
-Es
tuyo, disfrutalo, es un libro muy antiguo y la leyenda cuenta que es mágico, era
de un gran mago que aún vive, acaba de cumplir mil cien años. - afirmó.
Mientras
un intenso escalofrío me corría por el cuerpo, el hombre me dio la espalda y se
fue con las mujeres que estaban criticando y preguntando el precio de las ollas
y vestidos floreados.
Lo
abracé muy fuerte y salí corriendo hacia la pradera donde se encontraba el
viejo ombú, mi refugio.
Al
llegar acomodé mi osamenta y me dispuse a leerlo.
Más
al abrirlo mi decepción fue mayúscula; las hojas estaban en blanco,
inmaculadas, vacías. Lo recorrí todo y solo encontré una palabra escrita con
letra pequeña en el margen inferior derecho: somnium.
-¿Qué
querrá decir?- grité más nadie escuchó.
Bajé
del árbol furioso y con la velocidad del rayo fui a buscar a aquel anciano
estafador. Pero no llegué a tiempo, ya se había marchado.
Le
pregunté a unas señoras si hacía mucho tiempo que se había ido el vendedor y
recibí una respuesta por demás extraña: - ¿Qué decís? El viejo cacharrero llega
recién mañana.-
Desconcertado
y un poco asustado regresé a mi refugio para pensar. Me habían dicho que el
vendedor no llegaba hasta el día siguiente pero el libro estaba en mis manos…yo
estuve con él, hablé y hasta le pagué por un libro sin letras.
-
¿Acaso lo soñé? - grité
Lo
miré una y otra vez, de un lado y del otro, en la luz y en la oscuridad. Nada.
Lo
guardé en un rincón y fui caminando hasta el lago a pescar, pero ese no era mi
día; no picó siquiera un sapo. Pasó la tarde y cuando el sol comenzaba a
ocultarse, dejé la caña de pescar en el refugio y corrí hacia la casa. Al
llegar escondí mi extraña adquisición entre los bártulos y bajé de prisa para
la cena. Comimos los tres en silencio, como siempre y al terminar me levanté
para encerrarme en el cuarto a escuchar música en mi diminuta radio portátil. Me
dormí casi sin darme cuenta y un sueño me llevó a un campo atrapado en una
espesa niebla. Cuando comenzó a disiparse, una bella silueta se dibujó; era un
ángel, bella como ninguna, con sus largos cabellos negros meciéndose al compás
del viento, mirando sin ver hacia el horizonte.
Quise
acercarme y caminé hacia ella pues mi alma lo reclamaba y mi corazón galopaba
de amor con la furia de mil caballos.
Pero
caminaba, y en lugar de acercarme me alejaba.
Agotado,
caí de rodillas al piso.
La
miré y me miró; sus ojos eran dos ventanas que daban a un bello mar azul
profundo y misterioso.
Me
desperté enamorado, jamás había sentido algo así en mis trece años de vida.
Más
no duró mucho mi embelesamiento pues al ver la hora debí correr para llegar en
horario al colegio.
Apenas
tomé un sorbo del tazón con café y leche que había preparado mi madre y dejado
sobre la mesa.
Estaban
cerrando las puertas de la escuela cuando llegué. La portera era mi amiga y me
dejó pasar acariciándome la cabeza. -Niño, niño...siempre tarde.- me decía y sonreía.
Ese
día el tedio fue abrumador, las casi cinco horas de matemáticas, lenguaje e
historia se habían transformado en tortuosos siglos cumpliendo condenas
infernales en hogueras ardiendo.
Escuchar
los campanazos a las doce del mediodía fue casi emotivo.
Salí
corriendo hacia la calle principal en busca del cacharrero.
Más
al llegar no estaba, solo pude ver como su viejo autobús se alejaba por la
avenida, dejando una estela de humo negro que se elevaba al cielo. El ruido a
hierros y cacerolas golpeándose unas con otras era musicalmente armoniosa.
Me
fui cabizbajo hacia mi casa donde el almuerzo me aguardaba.
Comimos
en silencio, como siempre y al terminar me fui a caminar por el campo pues la
tarde era espléndida. Esta vez me acompañó Tomás, un perro feo, maloliente y
malhumorado como el que más, pero fiel y cariñoso como ninguno cuando estaba de
buen humor.
Fue
otra tarde feliz; los juegos con Tomás, la pesca de mojarritas y la
contemplación serena del cielo azul recordando aquel bello rostro de mis sueños.
Emprendí
el regreso a casa pues tenía tarea que hacer. Una vez terminada y aguardando al
momento de la cena, fui a gozar de la límpida y cálida noche y el juego de
luces que regalaban las luciérnagas.
Al
terminar la silenciosa cena, me retiré de la mesa para dirigirme a mi cuarto.
Agotado
y ansioso por soñar otra vez con ella, me dormí…
Otra
vez estaba en el campo, pero sin niebla esta vez. Ahora, ella estaba a pasos de
distancia, con su cabello al viento y una sonrisa hipnótica. Era bellísima.
Fui
a su encuentro; mis piernas temblaban y mi cabeza casi estalla tratando de
encontrar las palabras adecuadas.
-¡
Hoo…oo…ll…aaa! dije balbuceando.
-¡Hola
Nicolás!- me respondió alegre y distendida.
-
¿Coo…como sabés mi nombre? - pregunté intrigado.
-Pues
porque está en el libro.- me dijo.
-¿Qué
libro?- volví a preguntar.
-En
éste.-
Y
de entre sus ropas sacó uno exactamente igual al mío con la diferencia que en
la tapa decía: “Nicolás, un amor de otro mundo”.
-Ves,
es éste, me lo regaló un viejo cacharrero que pasó por mi pueblo.- me dijo
alegre.
-Yo
también tengo uno igual al tuyo…vos sos Magdalena entonces. -
-Pues
sí, soy ella.- dijo con una pícara sonrisa.
-A
mí también un viejo me regaló un libro con tu nombre, pero adentro está en
blanco, no hay nada escrito, solo una palabra: somnium, ¿sabés qué significa? - pregunté.
-Soñá
Nicolás, significa; sueña. Es lo que debemos hacer pues en un sueño como es la
vida solo debemos soñar para vivir.
Y
esos sueños vos los convertirás en historias, épicas, románticas, misteriosas,
de terror o aventuras. Debés escribirlas en ese libro.
Allí
contarás tu vida, tus amores y desamores, tus alegrías y tristezas, tus
fantasías y realidades.
Sos
el elegido para ser un faro encendido en la oscuridad.
Escribí
amor mío, escribí y no te detengas nunca más…
Me
desperté distinto, me sentía feliz, había encontrado mi misión en la vida:
ESCRIBIR.
Fue
entonces que me levanté, fui hasta la mesa de tareas, me senté en mi pequeño
banco de madera, tomé la pluma, abrí el libro que estaba en blanco y comencé a
escribir sobre esas hojas blancas, inmaculadas. La sensación era suave, cálida.
Los rayos de sol que entraban por la ventana querían quedarse entre las hojas
quizás, para ser parte de una historia.
Mis
tres primeras palabras escritas fueron: “Había una vez…”
Desde
entonces no he dejado de escribir. Han pasado muchos años desde aquel día en
que decidí ser escritor.
Mi
primer cuento se llamó “Magdalena, un amor de otro mundo”.
F I N
Richard
Año 2015, editado 10 de marzo 2019
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