viernes, 8 de marzo de 2019

UN DISPARO A LA MEDIANOCHE


El disparo estalló a medianoche cuando muchos dormían, otros se entregaban a los placeres carnales y los demás a sus batallas con los demonios del pasado, presente y futuro.
Gladys, la anciana más longeva que nunca dormía, se asomó a la ventana y miró hacia la casa de los Barrientos que parecía detenida en el tiempo. Construida en los años sesenta, las huellas del tiempo eran inexorables; paredes descascaradas y con grietas, tejas que faltaban, una puerta de madera seca y descolorida. Sabía que el estallido provenía de allí.
La vieja se quedó observando por un rato pues quería saber quién había muerto. Más de una vez escuchó gritos y amenazas entre ambos, Elsa y Lucho Barrientos.
Eran cuarentones y llevaban más de veinte años de casados. Con una hija muerta cuando tenía quince años por una patota que la violó hasta matarla y un hijo de veinte que estaba preso por robo calificado.
Elsa trabajaba en una fábrica del puerto como filetera y él era chofer de camiones.
Por el trabajo, Lucho podía llegar a ausentarse durante semanas, especialmente cuando debía manejar su camión hasta el sur del país para luego esperar carga hacia Buenos Aires y así poder regresar.
Elsa estaba sus ocho horas fileteando todo lo que caía en sus manos, para luego bañarse y bañarse y así aliviar el hedor a pescado que le quedaba en cada poro del cuerpo. Y a veces no podía.
Ninguno pudo estudiar pues provenían de las provincias pobres del Interior, escapando de la indigencia y el hambre.
Con el tiempo pudieron acceder a esa pequeña casa en aquel modesto barrio y se habían podido comprar un auto pequeño y antiguo, un Fiat 600 que aún funcionaba.
Fue entonces que Gladys escuchó pasos que se acercaban a su puerta.
Alguien tocó el timbre. La anciana, algo asustada se acercó a la ventana y miró a su visitante, que no era otra que Emilse, su comadre, que había salido a la calle con ropa de cama y pantuflas.
Se apuró a abrirle y pedirle que pase pues el frío era intenso.
Se dieron un beso y se sentaron en el viejo sillón de cuerina. Fue la comadre que habló.
- ¿Qué pasó Glady en la casa de los Barriento? -
-Pareció un tiro ¿No? - respondió la anciana.
-Para mí que la encontró con otro y la cagó matando. Ella es rapidita y él es bastante loco, cuando se emborracha es malo. -
- ¿Te parece? -
-Siii, a mí me lo dijo la Gertrudi…- en ese instante sonó nuevamente el timbre de la casa y era la recién nombrada.
Apenas entró comenzó a los gritos.
-La mató, le pegó un tiro porque la encontró con el carnicero, yo lo vi, se los juro. -
- ¿Qué viste? Preguntó Gladys.
-Cuando entraba el carnicero, José, por la puerta de atrás y al rato cuando llegó borracho el Lucho. -
Las tres comenzaron a persignarse y a mirarse entre ellas.
Fue Gertrudis la que llamó a la Policía para informar del asesinato.
Paloma Rodríguez, una agente joven y de poca experiencia la atendió.
Esta, sin chequear nada dio aviso a la única patrulla para que se acercaran a confirmar el homicidio.
Los dos viejos policías se dirigieron, no sin esfuerzo, hacia la casa de los Barrientos.
Pero antes visitaron la casa de Gladys, para que las tres les contaran lo que sabían.
Luego de un rato en que hablaron todas al mismo tiempo, Gertrudis contó cómo había visto a José entrar y luego la llegada de Lucho. Agregó que ella estaba esperando al carnicero desnuda.
Los policías, con muchas dudas cruzaron la calle y miraron por las ventanas. Estaba todo oscuro y no había indicios de que hubiera ocurrido algo fuera de lo normal.
El más gordo fue el que tocó el timbre.
Nadie salió y volvió a tocar.
Se encendió una luz desde adentro de la casa y fue la mujer semi desnuda que salió a atenderlos.
-Buenas noches señora, perdón por la hora, pero alguien del barrio dio aviso que escucharon un disparo y aparentemente fue desde aquí. - preguntó el policía más alto.
Ella sonrió y preguntó.
- ¿Entonces? -
-No sabemos, ¿está usted bien, su marido está? - preguntó el gordo.
-Lucho, te buscan. - gritó la mujer.
En pocos segundos estaba el hombre en slip azul, en la puerta de su casa frente a los policías.
¿Qué pasa? Preguntó.
-Nada señor, muchas gracias y disculpe la molestia, fue una falsa alarma.
Cerraron la puerta y se fueron a dormir mientras los policías, puteando a las tres viejas, se alejaron del lugar.
-Yo los vi. - gritaba Gertrudis a sus amigas que le dieron la espalda y le pedían que se vaya a dormir.
Era otro amanecer en el viejo pueblo.
Lentamente el ritmo cansino se apoderaba de todos los pueblerinos.
Solo la carnicería no abrió…
F I N
Richard
23-02-19

2 comentarios:

  1. Me gustó ese final, pese a todo creo dibuja una sonrisa en el lector... al menos en mí lo hizo.

    Un beso.

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    1. Hola Alma, muy buen dia,como estás! Muchas gracias, es muy grato saber que te gustó y verte por aqui.
      Besos

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