miércoles, 13 de marzo de 2019

LA BIBLIOTECARIA




Cecilia abrió los ojos de forma abrupta. Se dio cuenta inmediatamente que se había quedado dormida. Atrapó su reloj despertador con desesperación y con ojos desorbitados vio que debió despertarse media hora antes.
Saltó de la cama y corrió a la toilette donde apenas se lavó, se vistió con lo primero que encontró para luego salir a los tropezones y golpes del departamento.
No quiso esperar al ascensor y bajó los escalones de a dos por la oscura escalera.
Al llegar a la puerta del edificio se encontró con el portero quien la saludó con cordialidad, algo a lo que ella solo atinó a sonreír por una fracción de segundo.
Salió a la calle enajenada y corrió hasta la estación de subterráneos. Cuando vio que las rejas estaban aún bajas y una multitud protestaba contra el sorpresivo paro, tuvo ganas de llorar. 
Más no tenía tiempo para ello. Buscó un taxi sin tener éxito pues todos estaban ocupados. Era la hora en que la ciudad toda se ponía en marcha.
Corrió hasta la parada de autobuses y tomó uno. Debió colgarse de la puerta pues estaba atestado de pasajeros.
Ya dentro del mismo debió soportar las viles manos de pervertidos en su culo. Quiso gritar, pero no lo hizo. Comenzó a pisotear con sus tacones a quien la rozara.
Al llegar a su destino se bajó, revisó sus pertenencias y se dio cuenta que le habían robado el teléfono celular.
Llegó totalmente desencajada y abatida una hora y cuarto más tarde al Museo.
Pidió disculpas a su supervisora y fue hasta su escritorio.
Antes de desplomarse en el mismo se sirvió un café negro y lentamente fue vaciando el contenido de trece enormes cajas con libros provenientes de Escocia. Las habían enviado desde la Abadía de Iona.
La joven hojeó una a una las obras y comenzó a clasificarlas por estado y valor histórico.
Esta tarea le demandó todo el día. Ya de noche y agotada al extremo, decidió irse a su casa a pesar que le había quedado uno sin ver.
-No, basta, lo veré mañana-. dijo en voz alta.
Pero sintió una extraña atracción que la hizo tomar asiento otra vez, abrir el libro y comenzar a leerlo.
Las lágrimas comenzaron a surcar sus mejillas y no entendía muy bien porque sus sentimientos se desbordaban. Se sentía reflejada en la historia. Algo extraño ocurría. Decidió llevarlo a su casa.
Ya de noche salió a la calle.
Caminó hasta la panadería donde compró dos baguettes. Al llegar a la estación de subterráneos se encontró con que la huelga había sido levantada. Viajó plácidamente mirando por la ventanilla sin ver nada y pensando mucho.
Llegó y resopló aliviada. Al cerrar la puerta los zapatos volaron, su ropa cayó al piso y desnuda como estaba se sirvió un Baileys con hielo.
Fue al baño para llenar de agua la bañera; luego encendió sahumerios y a su equipo de sonido del cual brotaron las canciones de Evanescence, su banda favorita.
Cuando estuvo todo listo se sumergió en la tina y allí se quedó.
Luego de un rato de sensaciones placenteras, tomó el libro y continuó con la lectura.
Leía y la emoción la embargaba, sentía esa historia como propia. Abandonó el baño, fue hasta la cocina donde se preparó un café, comió algo de pan y continuó leyendo.
Al terminar fue hasta su cuarto. Estaba cansada por lo que dejó el libro en la mesa de noche, se tapó hasta la cabeza y apagó la luz.
Apenas cerró los ojos se durmió y el sueño no se hizo esperar; todo se sucedía a un ritmo vertiginoso; estaba en el campo, en una cabaña, aseando un establo...a lo lejos veía llegar a un Caballero con provisiones. El día, la noche, el cielo, el campo, los animales, las flores. De pronto estaba haciendo el amor con ese hombre, dulce, apasionado como nunca lo había hecho. El tiempo parecía más lento y los orgasmos eternos. El placer era infinito.
Despertó con los rayos anaranjados del sol que se colaban por las fisuras de las cortinas que colgaban de la ventana del cuarto y una sonrisa en su bello rostro.
-Fue un sueño entonces…el mejor que recuerde, por cierto. - dijo para sí con una mueca traviesa que iluminó su angelical cara.
Antes de levantarse besó el libro.
Luego lo guardó en su cartera para regresarlo a la Biblioteca y fue a darse una ducha antes de desayunar, vestirse e ir a su trabajo como todos los días. Era temprano.
                                               
                                             F   I   N


Richard
13-03-19

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