El niño se despertó sobresaltado en medio de la noche. La tormenta que se desató hacía
zozobrar el viejo
faro, su aliento entraba por debajo de
las puertas.
Los cuidadores corrían hacia todos lados intentando
cerrarle el paso al agua que entraba por las puertas y algunas grietas en el
techo.
Las viejas persianas de madera se batían sin tregua por la
furia del viento.
Mientras, el pequeño desde su cuarto solo escuchaba el
llanto de una niña.
Venía de afuera y sentía que era su obligación darle ayuda.
Salió sin ser visto y comenzó a caminar por el bosque bajo una amarga lluvia azul y vientos que por momentos lo elevaban por los aires.
Los árboles se retorcían dibujando tétricas siluetas en la negrura de la noche.
Más siguió caminando, desafiando las inclemencias del
tiempo con el solo objetivo de salvar a la dueña de aquel llanto.
Apuró el paso hacia la costa ayudado por la luz de su farol
entre relámpagos rojos furiosos.
Recorrió cierto trecho y de pronto los gritos se escucharon
más fuerte. Estaba cerca.
Llegó a una pequeña bahía.
Y allí estaba, en el agua con su aleta atrapada entre dos
rocas, llorando.
Por un instante dudó pues no esperaba encontrarse con una pequeña
sirena, más pensó que en definitiva no dejaba de ser una niña en problemas.
Corrió hacia ella, le extendió su mano y asiéndola con
fuerza logró liberarla.
La niña se sintió tan feliz que se acercó al niño y lo besó
en los labios para perderse luego alegremente en el mar bravío…
-Dime tu nombre por
favor.- gritó el niño mientras la veía alejarse.
Ella lo escuchó,
regresó, lo miró a los ojos y le respondió:
-Azul, mi nombre es
Azul.-
-Han pasado cuarenta años de aquel beso. La historia
no me la creyó nadie pero juro por mi vida que ocurrió…me besó una sirena.
F I
N
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