El eterno vagabundo estuvo viajando dos días por
aquella solitaria carretera que parecía no conducir a ninguna parte.
Aún saboreaba la sangre de su última víctima, una
hermosa mujer a la cual sorprendió en su alcoba cuando dormía. La mató impiadosamente
como era su estilo.
Llegó a un pueblo olvidado por el mundo.
Sus calles vacías y su escasa luz provocaban en los
visitantes cierto escalofrío.
Se detuvo en el primer hotel que encontró, rentó un
cuarto de mala muerte y aguardó a la noche.
A las diez salió hacia el único bar del lugar.
Ya en la barra, pidió un whisky y contempló a todas
las mujeres que allí se encontraban.
Estaba escrutando cada rostro cuando un murmullo lo distrajo.
Miró hacia la entrada y allí estaba; esbelta como una
Diosa pagana, cabello rojo brillante,
ojos verdes, labios color rojo furioso, piel de porcelana y un vestido rojo
ceñido al cuerpo con un tajo que permitía admirar unas piernas interminables.
El perfume y su piel eran una combinación perfecta. Embriagaba su sensualidad.
Caminó hasta la barra y se sentó dejando entrever su desnudez debajo del vestido.
El vagabundo se acercó y le dijo:
-Hola, ¿Que vas a tomar muñeca?-
-Buenas noches, nada y no me llames muñeca.- respondió
secamente.
-Como quieras, dime tu nombre entonces.-
Pensó por un momento y dijo: -Bla…Estefanía.-
-Estefanía…bello nombre elegiste.- dijo con sarcasmo.
-Tu primera vez aquí, ¿verdad?- aseveró.
-Si, una amiga me dijo que es un buen lugar para
encontrar hombres solitarios.-
-Pues lo encontraste.-
Dijo mientras le posaba una mano sobre la pierna
desnuda.
La mujer sonrió y le clavó la mirada.
-¿Y tú cómo te llamas?-
-Ra…Máximo.- le dijo.
-Bien Estefanía, somos adultos así que no daré vueltas:
quiero que vayamos a un lugar tranquilo, te quiero para mí esta noche.-
-Eres impulsivo…me gusta.- respondió ella.
-No perdamos tiempo, a dos cuadras hay uno.- dijo él.
-Vamos.- dijo sonriendo y comenzó a caminar hacia la
salida.
Salieron del bar y caminaron las dos cuadras en
silencio.
Ya en el hotel los atendió una anciana con un parche
en el ojo.
Rentaron el cuarto número seis.
Una vez en la alcoba, Blanca se desnudó dejando caer
su vestido.
Se acostó en la cama y le hizo señas a su amante para
que hiciera lo mismo.
Al minuto estaban frente a frente, desnudos. Más no se
tocaban, solo se miraban a los ojos, en un intento por desentrañar el misterio
que los rodeaba. Fue entonces que él sonrió, buscó el arma entre sus ropas y le
apuntó.
Dos disparos de pistola estallaron en medio la noche…
La anciana asustada subió presurosa, abrió la puerta y
se encontró con el hombre muerto,
desnudo, en medio de un charco de
sangre.
Al rato llegó la Policía y comenzó a interrogar a la
señora.
-No es mucho lo que puedo decirle…llegó solo hace
media hora y luego escuché los disparos. Se suicidó, creo. -
¿Llegó solo, no estaba acompañado? - le preguntó el
oficial.
-Solito y solo.-
El eterno vagabundo había dejado de existir al fin.
El mismo que mató sin piedad a Blanca en el seno de su
hogar durante una terrorífica noche de invierno.
Lejos de allí, en el viejo cementerio aquella dama
deambulaba alegre sobre las tumbas.
Hasta que se detuvo en una lápida que decía:
“Blanca, tus hijos y esposo te amarán por siempre.
Descansa en Paz.”
Sonrió mientras una luz muy fuerte la envolvía.
F
I N
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