miércoles, 1 de mayo de 2019

LAS ESTACIONES




Tu ausencia se hizo invierno.
El frío llegó y buscó mis venas.
Quería hurgar en ellas y congelarme la sangre.
Y así fue, en una estatua de hielo me convertí.

Mi corazón quedó atrapado en un letargo helado.
Mis ojos miraban sin ver.
Mis manos tocaban sin tocar.
Mi boca besaba sin besar.
Mis cabellos se volvieron blancos como la nieve.

Hasta que regresaste pues estaba escrito que así sería.
Trajiste con vos a la primavera, el sol y los amaneceres.
Los vientos comenzaron a soplar suaves y cálidos
y el deshielo comenzó, mi corazón latió otra vez.

La roja sangre corrió con furia por mis venas.
Y mi boca caliente te besó con pasión infinita.
Mis manos acariciaron tu piel de porcelana.
Mis ojos volvieron a mirarte.

Era amor, nuestro amor.
Reímos y lloramos, peleamos y nos reconciliamos.
La sinfonía del Universo nos mecía en la cama.
Y mis cabellos negros regresaron.

Fue entonces que el majestuoso verano hizo irrupción
y nos quemó la piel, hirviendo nuestra sangre.
Nuestra desnudez encandilaba a las estrellas.
Y encendía a la luna.
La fauna del Universo nos miraba con celo.

Más somos seres humanos.
Imperfectos, sensibles, orgullosos.
Dejamos de hablar y de encandilar a las estrellas
La sangre se había enfriado.

Los besos ya no eran besos.
Las lágrimas de dolor destrozaban la sinfonía.
Y el silencio nos derrotaba.
El otoño de nuestro amor nos abofeteaba.
Las palabras de amor se hicieron manto
en las plazas, como la hojarasca de otoño.

Y mi corazón se detuvo otra vez.  
El invierno llegaba para quedarse.
El frío atravesó cada célula de mi ser.
La estatua de hielo comenzó a gestarse.

Mis cabellos blancos se confunden con la nieve.
Y miro sin ver, beso sin besar, toco sin tocar.
Sé que jamás aguardaré a tu perfumada primavera otra vez.
Sé que, en algún lugar, una buena mujer me amará de verdad.

Richard
Año 2017, editado 17-04-19

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