miércoles, 15 de mayo de 2019

EL NIÑO Y LA MONTAÑA




Su nombre no importa, tampoco su edad.
Es solo un niño que recorre las montañas
una a una, desde tiempos inmemoriales,
tarareando una antigua canción.

A medida que sube por la ladera,
comienzan a salir de atrás de las piedras.
De las cuevas donde se esconden,
del corazón de la montaña.

Con ojos somnolientos la niña se descubre y lo sigue.
Otro niño se acomoda la ropa y corre para alcanzarlos.
Y otro y otro y otra y otra más.
Niños y niñas que salen de sus escondites y agujeros.

Son muchos y se saludan, algunos se abrazan y otros se toman de las manos.
De pronto todos comienzan a entonar la eterna canción de aquel niño que camina.
Es como si un coro de ángeles quisiera que el cielo escuche.
Son felices otra vez y ya nada los hará llorar.

Son los niños olvidados, aquellos cuyas vidas fueron interrumpidas.
Y que fueron abandonados en las laderas solitarias, frías, oscuras.
Allí se quedaron esperándolo a él, pues sabían que un día llegaría.
Solo él los llevaría donde la luz nunca se apaga y el frio es solo una palabra.

Eran miles de millones como estrellas en el cielo hay.
Llegaron a la cumbre para acariciar las nubes cristalinas, mensajeras de Dios.
Y comenzar a volar, uno a uno entre risas y emoción.
Todos se van y nuestro niño queda.

Cuando partió el último, él sonríe.
Deberá regresar y escalar una nueva montaña.
Pues allí los tesoros de la vida se encuentran.
Esperando escuchar la canción y volar al sol.

                                                F     I     N 

Richard



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