Desde el
primer instante en que la tuvo en sus brazos.
Del primer
momento en que se besaron el alma.
De la
primera noche juntos entre sábanas blancas,
supo que el
amor de su vida había llegado al fin.
Ya nada
podía detenerlo y creyó poder enfrentar a Dios
sin más
armas que el amor que sentía.
Solo con
ella quería caminar por los caminos de la vida.
Solo con
ella quería conocer los misterios mejor guardados del Universo.
Por ella,
su corazón latía con la furia de la explosión eterna,
con los
bríos de mil caballos cabalgando en libertad por la pradera.
Siempre
había vivido la vida a todo o nada y así quería vivirla,
pues la
poesía de sus ojos lo hundían en lo más profundo del amor.
Pero un
día, quizás sacado de algún cataclismo antiguo por un demonio ancestral,
el tiempo
dejó de correr y fue para él, un misterio que no pudo resolver.
De pronto
las palabras de amor se hicieron tímidas y temerosas, desangeladas.
Él seguía
amándola y continuó con sus poemas y cumpliendo con sus promesas.
Más el
silencio de ella se hacía cada vez más profundo, sombrío y triste.
Fue cuando
todo se detuvo que quedó inmóvil en el mundo y congelado en el tiempo.
El amor
furioso y la alegría de las primeras caricias y besos,
solo eran
sombras errantes en una noche perdida, gris y melancólica.
Ya los
sueños se habían desdibujado y los besos, ido a otra parte.
Los
proyectos se habían escurrido como agua entre los dedos.
El reloj no
tenía agujas, tampoco números.
Solo quedó,
un agujero blanco inerte y vacío en la pared, como en su alma.
Era el
final de una bella historia de amor que murió antes de nacer…
Una
historia que no cruzó el umbral hacia la eternidad.
Ese amor
murió aferrado a los barrotes, con la mirada perdida,
sin
entender, sin lágrimas, en silencio y sin recuerdos.
Más un día
pudo entenderlo
Alguien con
mucho amor en su alma se lo explicó.
Había sido
tan solo un amor que no podía ser.
El lloró y
ella lo abrazó.
Es una pena
que el olvido sea tan amargo…
F I N
Richard
22-05-19
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