Nunca quise irme,
pero debía hacerlo.
Ya nada me ataba a
aquel pedazo de tierra y mar.
Cuando los primeros
rayos de sol asomaran, subiría a mi coche
y con lo poco que tenía
me alejaría para siempre.
No dormí durante la
noche, deambulé entre recuerdos y momentos felices.
Hasta que las
tristezas, agazapadas en la oscuridad me sometieron.
Ya no pude esperar
al sol y me fui en medio de una noche estrellada.
No miré hacia
atrás, no podía, no resistiría. Moriría.
Y fue en ese viejo
auto que comencé la travesía para encontrarla.
Existía una sola
persona que me sanaría dejando solo las cicatrices.
Estaba herido de
muerte, mi mente y mi alma no soportarían mucho más.
Sentía que nadaba
en el vacío y flotaba sin rumbo entre tinieblas.
Siempre soñé con
ser un artesano de fantasías.
Hablaba con las
estrellas y besaba sus labios a la luz de la luna.
Pero con su
partida el mundo estalló en millones de lágrimas.
Mientras truenos
primitivos aturdían mi maltratada existencia.
Y manejé kilómetros
y kilómetros, por aquella desierta ruta que me llevaba al Sur.
Donde la nieve, el
frio y la soledad eran reyes y reinas.
Miraba como el
campo me atravesaba y recordaba como la vida me había atravesado.
No tenía hambre, tampoco
sed. La nieve y el frío tampoco me detenían.
Cuando la noche
llegaba, el cielo era un regalo de estrellas, lunas y luces lejanas.
En el amanecer dorado,
los animales pastaban, los peones trabajaban, los fuegos ardían.
Me sentía cada vez
más lejos de lo que fue mi hogar y lloraba.
Me sentía cada vez
más cerca de aquella persona y sonreía.
Luego de muchos
días llegué a mi destino, que era Tierra del Fuego.
Una vez allí atravesé
el bosque y caminé hasta llegar al Lago Escondido.
Al llegar a la
orilla, grité con las pocas fuerzas que me quedaban su nombre.
Y de rodillas en
la tierra me quedé aguardando.
Enfermo de lejanías
y lleno de sueño sin sueños, me levanté y solo silencio escuché.
Me quise ir y al
darle la espalda al lago, escuché como si fuera una furiosa descarga de fusilerías.
Al mirar que ocurría,
vi que desde el centro del lago alguien caminaba sobre el agua.
Cuando estuvo
cerca me di cuenta que era yo, mi ser, mi esencia.
Y fue que mi alma lloró
de emoción, mi mente sonrió y mi cuerpo se curó.
Había logrado
encontrar a la única persona que podía rescatarme.
A la única persona
que me amó siempre y yo nunca amé.
Ese grito fue mi
nombre, esa persona era yo.
Richard
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