viernes, 29 de noviembre de 2019

EL REENCUENTRO




Nunca quise irme, pero debía hacerlo.
Ya nada me ataba a aquel pedazo de tierra y mar.
Cuando los primeros rayos de sol asomaran, subiría a mi coche
y con lo poco que tenía me alejaría para siempre.

No dormí durante la noche, deambulé entre recuerdos y momentos felices.
Hasta que las tristezas, agazapadas en la oscuridad me sometieron.
Ya no pude esperar al sol y me fui en medio de una noche estrellada.
No miré hacia atrás, no podía, no resistiría. Moriría.

Y fue en ese viejo auto que comencé la travesía para encontrarla.
Existía una sola persona que me sanaría dejando solo las cicatrices.
Estaba herido de muerte, mi mente y mi alma no soportarían mucho más.
Sentía que nadaba en el vacío y flotaba sin rumbo entre tinieblas.

Siempre soñé con ser un artesano de fantasías.
Hablaba con las estrellas y besaba sus labios a la luz de la luna.
Pero con su partida el mundo estalló en millones de lágrimas.
Mientras truenos primitivos aturdían mi maltratada existencia.

Y manejé kilómetros y kilómetros, por aquella desierta ruta que me llevaba al Sur.
Donde la nieve, el frio y la soledad eran reyes y reinas.
Miraba como el campo me atravesaba y recordaba como la vida me había atravesado.
No tenía hambre, tampoco sed. La nieve y el frío tampoco me detenían.

Cuando la noche llegaba, el cielo era un regalo de estrellas, lunas y luces lejanas.
En el amanecer dorado, los animales pastaban, los peones trabajaban, los fuegos ardían.
Me sentía cada vez más lejos de lo que fue mi hogar y lloraba.
Me sentía cada vez más cerca de aquella persona y sonreía.

Luego de muchos días llegué a mi destino, que era Tierra del Fuego.
Una vez allí atravesé el bosque y caminé hasta llegar al Lago Escondido.
Al llegar a la orilla, grité con las pocas fuerzas que me quedaban su nombre.
Y de rodillas en la tierra me quedé aguardando.

Enfermo de lejanías y lleno de sueño sin sueños, me levanté y solo silencio escuché.
Me quise ir y al darle la espalda al lago, escuché como si fuera una furiosa descarga de fusilerías.
Al mirar que ocurría, vi que desde el centro del lago alguien caminaba sobre el agua.
Cuando estuvo cerca me di cuenta que era yo, mi ser, mi esencia.

Y fue que mi alma lloró de emoción, mi mente sonrió y mi cuerpo se curó.
Había logrado encontrar a la única persona que podía rescatarme.
A la única persona que me amó siempre y yo nunca amé.
Ese grito fue mi nombre, esa persona era yo.

Richard


  



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