Marina se encontraba abstraída en sus
pensamientos, caminando con la mirada perdida por el viejo parque hasta que el
sonido de pequeñas ramas quebrándose hizo que levantara la cabeza y allí la
vio. Una anciana con paso firme venía a su encuentro.
-Hola, ¿me reconocés? - dijo secamente.
La mujer, un tanto sorprendida la miró y
luego de un rato, con gran estupor, se descubrió a sí misma. Era ella, pero con
muchos años más. Sonrió nerviosamente y asintió con la cabeza.
- ¿Estoy soñando? - dijo en voz alta.
-Sí y no, no importa. Escuchame bien niñita
pues con cuarenta y tres años que tenés son una pendeja para mí. Yo tengo
noventa y uno. Ahora bien, cerrá esa bocota grande que tenés y escuchame por
unos minutos. ¿Podrás? -
La mujer joven seguía sin articular palabra.
-Bien. Prestame mucha atención pues debo
decirte algo muy importante y tengo poco tiempo. - dijo la anciana y comenzó
con el monólogo.
-En breve deberás tomar una decisión que
alterará el rumbo de tu vida.
Sin temor a equivocarme soy la consecuencia
de la decisión errónea que tomaste esa vez, una mujer agria, infeliz, peleada
con la vida y hasta con la muerte pues la yegua, o se olvidó de mí o no quiere
llevarme.
Estoy sola, sin familia y esos pocos amigos
que tuve fueron desapareciendo con el tiempo.
¡ELLA FUE LA CULPABLE, ELLA LO BUSCÓ A
EL!,- comenzó a gritar enfadada.
Marina seguía sin entender mientras la
anciana seguía gritando.
-El sucumbió ante los encantos de esa puta,
perversa y letal mujer. Fue débil como todo hombre, lo sé, pero esa, utilizó
todos los recursos existentes para llevarlo a la cama esa vez. Tenía un motivo
para hacerlo y ese era Yo, me odió desde el día en que nos conocimos en la
facultad y más cuando me casé con él ya que había estado mucho tiempo enamorada
de Hernán.
Él me amaba más que a nada en el mundo.
Encontró solo sexo en ella y se arrepintió hasta de haber nacido cuando los
descubrí.
Pero lo eché de la casa como un perro, sin
escucharlo, tirando toda su ropa al medio de la calle. Fui mala, soberbia,
enferma de falso orgullo, necia, terca y escandalosa. No pude ver el
arrepentimiento en él, que era real, genuino, honesto, verdadero. ¡No escuché
una palabra de lo que dijo durante meses!
Lo lancé a la calle entre gritos histéricos
y sin miramientos…y él se dejó morir de hambre en aquel callejón húmedo y frío.
Se murió de soledad y tristeza.
¡Ay, que mala he sido! No fuí capaz de
soltar una lágrima cuando tuve que reconocer el cadáver.
Y lo único que logré fue que mi mayor
enemiga saboreara la victoria que no era otra cosa que mi ver mi vida
destrozada.
Pues el único hombre que me amó de verdad,
murió solo como un perro.
Como estoy yo ahora, sola, eternamente sola
en este mundo. - terminó diciendo entre sollozos.
La anciana debió sentarse en uno de los
bancos pues estaba agotada. Marina la ayudó.
-No, no te preocupes que ni la muerte me
quiere, he rogado en todos estos años que viniera por mí para terminar con este
dolor y nada, no me escucha.
Marina, en poco tiempo ocurrirá, no te pido
que hagas lo que no sientas, solo te pido te detengas un instante a pensar,
solo te pido converses con él. Si no podés aceptarlo, está bien, pero recordá
esta conversación. Tu decisión condiciona tu futuro. Hablá con él.
Adiós pequeña, - dijo mientras su figura se
desvanecía ante sus ojos.
Consternada Marina no sabía si lo que
acababa de vivir era real o no.
Visiblemente alterada decidió regresar a su
casa.
Al llegar abrió la puerta y lo primero que
escuchó fueron los gemidos gozosos de una mujer. Corrió hacia el dormitorio y
allí estaban: Isabel, su amiga y Hernán, entregados de pleno al placer carnal.
Se alejó a los tumbos, mareada,
desconcertada, perdida.
Su esposo corrió detrás de ella gritando su
nombre con un dolor que desgarraba el corazón, más para ella, era solo un
murmullo.
Ya en la calle Marina caminó toda la noche,
llorando de forma desconsolada. Gritando furiosa.
El amanecer la encontró sentada en la arena
de la playa desierta mirando el horizonte con la vista perdida en algún lugar
de su alma.
El frío no hacía mella en su delgado
cuerpo. Su cabeza seguía danzando por los confines del Universo buscando la
respuesta.
De pronto sintió que una mano se posaba
sobre su hombro.
Era él.
Se sentó en la arena y frente a frente
comenzaron a charlar. El sol del medio día estaba a pleno y ellos continuaron
con su plática, alejados del entorno, enfrascados en ese mundo frágil que
habían construido pero que había estallado en miles de pedazos como si fuera
cristal.
Ya en el ocaso y cuando el sol se hundía en
el fondo del mar, se pusieron de pie y luego de un cálido abrazo se
despidieron.
Ella abandonó la casa a los pocos días, y
se fue muy lejos para no volver más. Sin gritos, ni peleas, ni reproches, no
podía perdonarlo, pero tampoco sintió que debía castigarlo.
Decidió comenzar una nueva vida pues sabía
que un nuevo amor estaba aguardándola. Se entrecruzaban la tristeza con la
esperanza hasta que, en el cielo, desde la ventanilla del avión, vio el rostro
de una mujer anciana. Tenía un gesto dulce…
F I N
Richard.
Año 2015, editado 15-11-2019
Hermosa historia.
ResponderBorrarNos invita a reflexionar a nunca tomar decisiones cuando estamos alterados por alguna circunstancia. Primero hay que respirar profundo, y tomarse un tiempo hasta que vuelva la calma. De lo contrario, lamentaremos el habernos precipitado al tomar una decisión que puede marcar nuestros destinod, nuestras vidas.
Saludos Ricardo.