Era un amanecer
frío y desolado. Uno más en el despiadado invierno que azotaba la región. El
manto de niebla cubría el pueblo hasta las afueras, creando una atmósfera
melancólica, casi fantasmagórica.
No eran las siete
de la mañana cuando de pronto, el viento dejó de soplar ansioso y unas enormes
gotas de agua comenzaron a caer estrepitosas sobre los tejados y chapas de
zinc.
En minutos, la
lluvia arreciaba y las ráfagas de viento cruzaban las calles de lado a lado.
David y Lucas se
levantaron temprano como siempre y se quejaron por la inclemencia del tiempo.
No soportaban la idea de un sábado encerrados en sus casas. Quizás en otras si.
Era un amanecer
frío y desolado. Uno más en el despiadado invierno que azotaba la región. El
manto de niebla cubría el pueblo hasta las afueras, creando una atmósfera
melancólica, casi fantuasmagórica.se con Emma en su casa que era más grande y
tenía una coleccion enorme de videojuegos.
Se habían conocido
en el Jardín de Infantes a los cinco años de edad y ocho años después no hacían
nada por separado.
Cuando los chicos
llegaron, Victoria, la madre de la niña los hizo entrar por el garaje ya que
estaban empapados y no quería que le mojaran la alfombra si entraban por el living.
Una vez secos
gracias a la toalla que les proveyó la madre de Emma, la saludaron con un beso
y fueron corriendo al cuarto donde estaba atrincherada la incipiente
adolescente.
Se alegró mucho al
verlos y los invitó a quedarse todo el día. Estos aceptaron y le avisaron a
Victoria, quien se debió encargar de comunicarles a los padres de los muchachos
que se quedaban allí, de las vituallas y el almuerzo para tres.
Felices se
acomodaron en los almohadones diseminados por el piso y conversaron, escucharon
música, miraron tele, comieron y jugaron juegos de video hasta hartarse.
Casi al atardecer
la lluvia cesó y algún furtivo rayo de sol comenzó a colarse entre las copas de
los árboles. Mas no duraron mucho pues las nubes grises corrían despavoridas en
el cielo gris, azul, naranja por momentos.
Los amigos
comenzaron a saltar de la alegría. Hasta que David dijo:
-Alto, ¿me quieren
decir por qué saltamos? ¿Acaso podemos hacer algo a esta hora? El día está
perdido-, dijo lamentándose.
Se miraron, se
desparramaron en los almohadones otra vez y pensaron.
Hasta que Lucas
gritó.
-Si, tenemos algo
que hacer y ya sé que. Hace mucho tiempo que planeamos ir y nunca lo hacemos.
Vayamos a la tienda de libros abandonada-.
- ¿Estás loco? -,
preguntó Emma.
-Solo a vos se te
ocurre ir. En un rato será de noche y es un lugar siniestro. Quien sabe que
podemos encontrar allí. Hace más de veinte años, o diez que cerró sus puertas-.
-Y según mi madre,
los dueños están muertos allí adentro-, acotó David.
-Ah sí… ¿Y quién
cerró la tienda entonces? -
-Dicen que fue la
hija, Estefanía, que al poco tiempo abandonó el pueblo y abrió una tienda de
productos para adultos en la gran ciudad -, acotó la niña.
Se hizo un
silencio sepulcral por largos minutos. Las risas cómplices fueron contenidas,
pero debieron redoblar esfuerzos para no estallar de la risa.
-Vamos antes que
sea más de noche -, dijeron al unísono.
Al grito de Emma:
“NOS VAMOS MA”, salieron en fila india del garaje, montados en sus bicicletas.
Ya la calle
languidecía entre neblinas y penumbras.
Atravesaron el
pueblo y no vieron a una sola alma.
Al llegar a las
cinco esquinas, se detuvieron frente a la Tienda y la contemplaron.
Su aspecto era
fantasmal. Los vidrios estaban rotos, el cartel destrozado, maderas mal
clavadas sobre las ventanas. La puerta, estaba ennegrecida por la humedad y
desencajada. Las cadenas con candados brillaban por el óxido, la suciedad en la
vereda era macabra y la oscuridad espesa, pues el farol que debía iluminar la
entrada estaba muerto.
-Bien, ¿Cómo
entramos? -, preguntó Emma.
Lucas sonrió y
dijo al mismo tiempo que extraía algo de su mochila.
-Fácil, con esta
cizalla-. Fue entonces que cortó el candado y todo comenzó a caer al piso con
estrépito, las cadenas y las maderas podridas y algunos bichos muertos.
Una vez adentro,
encendieron sus linternas y comenzaron a recorrer el salón.
Un helado
escalofrío les corría por la espalda con los pequeños crujidos, el silencio
lúgubre, la oscuridad y el desorden reinante.
Siguieron
avanzando y se toparon con una enorme puerta de madera la cual atravesaron con
cierta dificultad pues era muy pesada y les costó empujarla.
Al abrirla, se
encontraron con un largo y angosto pasillo.
Con sus linternas
encendidas llegaron al final del mismo y notaron que una luz amarillenta, débil
y nostálgica se escapaba por debajo una puerta algo más pequeña que la
anterior.
Decidieron llegar
hasta ella y se detuvieron a pocos centímetros para leer un cartel de madera
antigua clavado con un clavo oxidado.
SOBRE PIRATAS, BUCANEROS,
CORSARIOS Y FILIBUSTEROS.
Era lo que estaba
escrito. Fue entonces que los tres se miraron un tanto nerviosos pues no sabían
con que se encontrarían.
Emma, decidida
tomó el picaporte y empujó la puerta que se deslizó lentamente hasta quedar
abierta de par en par.
Fue David el que
entró primero...
Continuará...
2da. y última
parte, el día 20-12-19
Richard.
18-12-19
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