domingo, 29 de diciembre de 2019

UNA NOCHE EN EL SUBTE. Parte final.




Al abrirse las puertas del vagón, subí y elegí el asiento. Cuando arrancó me tranquilicé un poco y tomé mi celular que no tenía batería. Lo guardé en mi abrigo.
El silencio y la soledad herían los sentidos y soltaban a los fantasmas encadenados, hambrientos de protagonismo. 
Cuando el tren se detuvo en la siguiente estación aguardé con ansias ver a alguien.
En vano. Nadie subió, se cerraron las puertas y continuó el viaje hacia la próxima.
Quería serenarme, pero me costaba. Y pensé.
- ¡Que boludo!, ¿Porque no bajé en la estación que pasamos? ¡Lo haré en la próxima!  - dije en voz alta.
Pero al llegar ocurrió algo. Al detenerse y abrirse las puertas, una mujer subió y se sentó a unos diez metros de donde yo estaba.
Eso me calmó por lo que decidí continuar. Al fin un ser humano cerca.
La dama llevaba puesta la capucha de su abrigo por lo que no podía verle el rostro, aunque sus piernas me resultaban conocidas.
Comencé a mirarla con detenimiento. Sus manos blancas y los dedos largos y delgados me recordaron a Laura.
-No, no puede ser ella porque vive en Devoto y este subte no la deja. O tal vez va a otro lado. ¿Es ella? - pensaba en voz alta.
En ningún momento atinó a mirarme por lo que la duda me estaba enloqueciendo.
Llegamos a una nueva estación y nadie subió.
Cuando tomó velocidad otra vez, me puse de pie para acercarme a aquella misteriosa mujer.
A medida que lo hacía, mi corazón golpeaba mi pecho con furia y vigor.
Cuando estuve más cerca, percibí el perfume que traía y era el mismo que usaba Laura.
Mis temores dieron paso a mis alegrías. Pensar que aquella mujer era ella me hacía feliz.
Frente a frente la miré a los ojos.
-Laura, no puedo creer que seas vos, no he podido de dejar de pensarte. ¿Podemos charlar cena mediante? -
Pero ella no se movía, solo me miraba.
-Laura… ¿Te pasa algo? Hablame por favor. -
Pero nada ocurría, solo una mirada inerte era lo que había en ella.
Muy confundido, atiné a zamarrearla suavemente del brazo.
Más al hacerlo, ella se desvaneció en el aire.
Solo quedó su abrigo en el asiento. Desencajado y desorientado lo tomé y salí corriendo del vagón pues habíamos llegado a mi estación de destino.
Al salir a la calle y ver nuevamente el mundo me tranquilicé.
A paso apurado caminé las dos cuadras hasta mi departamento y entré a los tropezones.
Encendí la luz y me desvestí para darme una ducha pues no tenía hambre.
Al salir del cuarto de baño, corrí a la cama pues el frío era intenso en los cuartos, vacíos durante gran parte del día.
Había dejado el abrigo encima de la cama.
Sin vestirme, busqué un vaso y me serví una copa de vino tinto. Luego encendí el televisor y me acosté.
No podía concentrarme en nada, solo me interesaba el abrigo por lo que lo tomé y revisé sus bolsillos.
Extraje una nota. Era un papel blanco, perfumado, perfectamente doblado.
Lo abrí y me dispuse a leerlo.
Estaba escrito en letra cursiva muy bella y reconocí a la autora.
Decía: “Escuché todo. Cambié de idea. Esperame en tu departamento. Te tengo que devolver un beso…Laura.”
Mis emociones se descontrolaron. Me sentía realmente feliz. Me levanté a las corridas para acomodar todo lo que estaba tirado por todas partes y para echar desodorante de ambientes hasta terminar el aerosol. Puse una botella de vino en la nevera, me lavé otra vez y me senté a esperarla en el sillón, en penumbras y escuchando a Chet Baker.
No hizo falta que tocara el timbre, su perfume se percibía aun con la puerta cerrada.
Cuando abrí, allí estaba, más hermosa que nunca. Al cerrar la puerta se abrió el paraíso para nosotros…
                                                        F    I     N

Richard
29-12-19



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