Al abrirse las
puertas del vagón, subí y elegí el asiento. Cuando arrancó me tranquilicé un
poco y tomé mi celular que no tenía batería. Lo guardé en mi abrigo.
El silencio y la
soledad herían los sentidos y soltaban a los fantasmas encadenados, hambrientos
de protagonismo.
Cuando el tren se
detuvo en la siguiente estación aguardé con ansias ver a alguien.
En vano. Nadie subió,
se cerraron las puertas y continuó el viaje hacia la próxima.
Quería serenarme,
pero me costaba. Y pensé.
- ¡Que boludo!, ¿Porque
no bajé en la estación que pasamos? ¡Lo haré en la próxima! - dije en voz alta.
Pero al llegar
ocurrió algo. Al detenerse y abrirse las puertas, una mujer subió y se sentó a
unos diez metros de donde yo estaba.
Eso me calmó por
lo que decidí continuar. Al fin un ser humano cerca.
La dama llevaba
puesta la capucha de su abrigo por lo que no podía verle el rostro, aunque sus piernas
me resultaban conocidas.
Comencé a mirarla
con detenimiento. Sus manos blancas y los dedos largos y delgados me recordaron
a Laura.
-No, no puede ser ella
porque vive en Devoto y este subte no la deja. O tal vez va a otro lado. ¿Es ella?
- pensaba en voz alta.
En ningún momento
atinó a mirarme por lo que la duda me estaba enloqueciendo.
Llegamos a una
nueva estación y nadie subió.
Cuando tomó
velocidad otra vez, me puse de pie para acercarme a aquella misteriosa mujer.
A medida que lo
hacía, mi corazón golpeaba mi pecho con furia y vigor.
Cuando estuve más
cerca, percibí el perfume que traía y era el mismo que usaba Laura.
Mis temores dieron
paso a mis alegrías. Pensar que aquella mujer era ella me hacía feliz.
Frente a frente la
miré a los ojos.
-Laura, no puedo
creer que seas vos, no he podido de dejar de pensarte. ¿Podemos charlar cena mediante?
-
Pero ella no se
movía, solo me miraba.
-Laura… ¿Te pasa
algo? Hablame por favor. -
Pero nada ocurría,
solo una mirada inerte era lo que había en ella.
Muy confundido,
atiné a zamarrearla suavemente del brazo.
Más al hacerlo,
ella se desvaneció en el aire.
Solo quedó su
abrigo en el asiento. Desencajado y desorientado lo tomé y salí corriendo del
vagón pues habíamos llegado a mi estación de destino.
Al salir a la
calle y ver nuevamente el mundo me tranquilicé.
A paso apurado caminé
las dos cuadras hasta mi departamento y entré a los tropezones.
Encendí la luz y
me desvestí para darme una ducha pues no tenía hambre.
Al salir del
cuarto de baño, corrí a la cama pues el frío era intenso en los cuartos, vacíos
durante gran parte del día.
Había dejado el
abrigo encima de la cama.
Sin vestirme,
busqué un vaso y me serví una copa de vino tinto. Luego encendí el televisor y
me acosté.
No podía
concentrarme en nada, solo me interesaba el abrigo por lo que lo tomé y revisé
sus bolsillos.
Extraje una nota.
Era un papel blanco, perfumado, perfectamente doblado.
Lo abrí y me
dispuse a leerlo.
Estaba escrito en
letra cursiva muy bella y reconocí a la autora.
Decía: “Escuché
todo. Cambié de idea. Esperame en tu departamento. Te tengo que devolver un
beso…Laura.”
Mis emociones se
descontrolaron. Me sentía realmente feliz. Me levanté a las corridas para
acomodar todo lo que estaba tirado por todas partes y para echar desodorante de
ambientes hasta terminar el aerosol. Puse una botella de vino en la nevera, me
lavé otra vez y me senté a esperarla en el sillón, en penumbras y escuchando a
Chet Baker.
No hizo falta que
tocara el timbre, su perfume se percibía aun con la puerta cerrada.
Cuando abrí, allí
estaba, más hermosa que nunca. Al cerrar la puerta se abrió el paraíso para
nosotros…
F
I N
Richard
29-12-19
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