PAULA y…
Encendió su enésimo
cigarrillo, el motor del auto y la radio.
No quiso mirar
atrás para verlo arrodillado en medio del pavimento solitario.
Tomó la vieja ruta
azul en su Chevrolet dos mil para no volver.
Sus ojos negros
estaban llenos de sueños rotos, nublados de tristezas.
Lo amaba con el
alma pues era un buen hombre con el alma arrollada.
Lo odiaba cuando
se emborrachaba, dormía todo el día y perdía el trabajo.
Lo amaba cuando la
miraba, la besaba y hablaba de futuros, niños y playas.
Lo odiaba cuando
regresaba ebrio y dormía tirado en el jardín.
Él decía querer ayuda,
cuando en realidad no la pedía ni la deseaba.
Ella lo ayudó sabiéndolo,
pero con una esperanza en su corazón
Aun sin plata y
con hambre, lo apoyó y lo acompañó.
Hasta que un día,
sin querer se embarazó.
Cuando lo perdió,
no se lo pudo perdonar y al cielo lloró.
Siguió ayudándolo en
vano, pues nada lo hacía reaccionar, ni el hijo perdido.
Y decidida a
vivir, tomó la decisión en una noche sin luna.
Le dejó algo de
dinero y le avisó a la hermana que se iba.
Durante el viaje
el dolor y la culpa no la dejaban pensar.
Se detuvo a un
costado de la ruta y gritó y lloró, nada adentro quedó.
Siguió conduciendo
pues quería llegar al pueblo donde nació y creció.
Allí la aguardaba
su madre solitaria con los brazos abiertos y el corazón riendo.
Paula necesitaba
llenarse los ojos otra vez de amaneceres y cielos azules.
Necesitaba mojarse
con la lluvia y secarse con el viento.
Necesitaba un abrazo,
un beso, una palabra de amor.
Necesitaba
regresar a la vida que había soñado vivir.
…y JAVIER
Aun borracho, al
escuchar la puerta de calle corrió para alcanzarla.
Cayó de bruces al
piso cuando la vio alejarse.
Sintió que el
mundo era un basural y que su vida era una basura.
Sintió que no
valía la pena seguir viviendo.
La amaba con
locura, era la única mujer que había amado.
A su madre
esquizofrénica la odió, a sus hermanas psicóticas también.
Su padre se fue una
noche para nunca regresar.
El hizo lo mismo a
los diecinueve años.
Pudo terminar en
una zanja tirado, muerto, pero alguien lo salvó.
Paula se acercó
esa noche y lo sacó del barro.
Charlaron hasta
que las primeras luces asomaron entre las hojas de los árboles.
Ella lo llevó a su
casa, le dio un techo y contención.
El amor no tardó
en llegar y eso hizo que, por un tiempo Javier no bebiera.
Consiguió trabajo
y feliz estaba después de muchos años.
Hasta que en una
reunión de amigos que no lo eran, comenzó con una copa.
Entre cuatro lo
dejaron en el jardín donde durmió hasta el mediodía.
Hablaron y
acordaron era la primera y única vez.
La realidad fue
que había sido el comienzo de la caída final.
No pudo dejar de
beber, estaba adormecido, su alma casi muerta.
Y el amor de ella no
alcanzó para sacarlo de su mundo de sombras.
Cuando ella se fue
sintió que lo merecía.
Sintió que no
merecía un tipo como él.
Sintió que no
podría escalar la montaña
Y nada sintió
cuando la bala atravesó su cabeza.
PAULA Y JAVIER.
Fue a los pocos
días que ella se enteró.
El recuerdo no la
dejaría en paz ni aun moribunda en su lecho.
Fue la vida que los
separó para que la muerte los uniera
Hoy caminan juntos
entre las arenas del tiempo felices, soñando una nueva vida.
Richard
09-12-19
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