Es por la ventana
que entra sigilosa la dulce noche.
Un soplido cósmico
desliza las cortinas hacia los costados
para que la luna,
esa que escapa del amor del sol, se acerque,
y yo pueda
reflejarme y guardar su aliento en el corazón.
Fue una vez un
niño, una niña y una flor,
que se perdieron
sin darse un beso bajo la lluvia fría.
Ese sentimiento de
amor lo escondí en una canción perdida,
mientras caminaba
hacia un horizonte desconocido, la vida.
Y fue que pasaron
muchas lunas y soles, días y noches,
con mi alma
pidiéndome a gritos la deje en libertad.
Que encuentre
aquella canción en el oscuro rincón del olvido.
Pues el Universo
debía escucharla.
En el camino un
artesano de fantasías me lo contó,
debía conversar
con la blanca luna y las doradas estrellas,
en una noche donde
la magia sería liberada.
Las luciérnagas
brillantes serían la señal ya que los sueños se harían realidad.
Y es allí que les
pediré me lleven al gran Baile en los Cielos.
Allí las almas se
reúnen y bailan en puntas de pie.
Allí las almas del
mundo cantan cada una su canción.
Y yo cantaré mi
canción, esa que perdí siendo un niño.
Aquel artesano me
dijo que la escucharás, la sentirás.
Los compases
bajarán del cielo y a tu seno llegará.
Con solo
escucharla, sabrás.
Mas no me busques,
mi alma en el Baile se quedará.
Solo vendré un
instante para mirarte a los ojos.
Solo vendré un
instante para contarte mi sueño.
Solo vendré para
regalarte una roja flor
y darte ese beso
perdido, guardado tanto tiempo en mi corazón.
Richard.
02-07-19
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