Esa mañana, la niebla en la ruta era
extrañamente espesa; casi fantasmagórica.
Los autos marchaban uno detrás de otro,
con las luces altas encendidas y a una velocidad que no excedía los cuarenta kilómetros
por hora.
Juan decidió detenerse en la banquina
hasta que la niebla se disipara un poco. Además, estaba cansado y le ardían los
ojos.
Se durmió. Al despertarse vio que la ruta
se encontraba libre y decidió retomarla. Miró a su esposa que estaba leyendo un libro y escuchando
música con los auriculares.
- ¿Qué leés, Marta? -
-Despertaste…bien.
Cuentos de misterio Juan, de distintos
autores. Ahora estoy leyendo uno llamado “El túnel” de no sé, alguien. No me
suena en nombre del autor, Richard no sé qué…desconocido.
- ¿Y qué tal es? -
-El comienzo es tranquilo, veremos más
adelante. Trata de una pareja que viaja en auto por una carretera.
¿Qué estarán haciendo los chicos?
¿Encontraremos la casa al regreso?,- dijo al cambiar abruptamente de tema.
Josefina y Gastón habían quedado en la casa
bajo la tutela de María del Pilar, la tía de ella. Sabían que no era una buena
idea dejar a dos adolescentes con una mujer de casi setenta años, pero nadie más
quiso quedarse con ellos.
Juan calculó estar llegando al anochecer a
la casa de campo de sus amigos.
El viaje le estaba resultando algo
monótono más se sobresaltó al ver que la ruta atravesaba una montaña no muy
alta. Aunque se esforzó, no recordaba haberla visto alguna vez.
-Sigo cansado, - pensó.
-Mar…, - dijo e hizo silencio al verla
dormida con el libro en su falda.
-Buen cuento. - pensó para sí y sonrió.
Entró en el túnel. Las luces amarillas
colgadas del techo se sucedían rápidamente hasta que en un momento todo comenzó
a bajar su velocidad. Es como si el mundo se detuviera.
Al salir del mismo, Juan apenas pudo
reaccionar cuando vio el cartel de General Pirán.
Frenó y despertó a Marta. Luego le señaló
con el dedo el lugar.
¿Qué hacemos acá Juan, te equivocaste de
ruta? Si la casa de tus amigos está para el norte y estamos en el sur. Aquí nacimos,
crecimos, nos conocimos y nos casamos. Casi treinta años vivimos en Pirán, -
dijo su esposa ciertamente confundida.
-No sé, no sé, no entiendo. No pude
equivocarme de ruta, es imposible…, - respondió más confundido que su mujer.
-Voy a entrar que debo cargar combustible
e ir al baño. De paso compramos algunas cosas y caminamos un poco para aclarar
la mente. - propuso.
Al entrar al viejo pueblo, se maravillaron
de encontrarlo tal cual lo recordaban. Habían pasado quince años de la última
vez que lo visitaron.
Las calles se hallaban limpias, las
fachadas relucían, la gente caminaba por la calle, alegre, distendida. Parecía
una postal de Navidad antigua.
Siguieron camino hasta llegar a la vieja
escuela, donde cursaron desde primer grado hasta quinto año.
Al verla igual que la última vez, se emocionaron
y se tomaron de las manos para disimular el nudo en la garganta.
-Mirá, llegamos justo para la hora en que
salen los chicos del colegio. ¿Te acordás? Salíamos como caballos salvajes
cuando sonaba la campana a las doce.
Se detuvieron y aguardaron.
Escucharon el sonido y el pulso se les
aceleró.
Cuando comenzaron a salir los chicos de
primaria con sus guardapolvos blancos, una fuerte sacudida a sus corazones los
dejó al borde de la melancolía.
Y al salir los chicos de la secundaria con
sus sacos azules, Juan comenzó a gritar…
- ¡Marta, por Dios, ¡Marta, por favor!
Intentó soltarse y soltar a su esposa
inconsciente, de los cinturones de seguridad al darse cuenta que estaban en el
auto, destrozado y volcado en la banquina. El olor a combustible era presagio
de lo peor.
Logró liberarse y liberarla. Comenzó a arrastrar
por la tierra el cuerpo de su esposa. Quería alejarse lo más posible pues el
estallido no tardaría en llegar.
Cuando se produjo la explosión, Juan
cubrió con su cuerpo a Marta.
Estaba exhausto y se desmayó.
Despertó en el hospital y se encontró con
los ojos húmedos de su mujer. Se abrazaron por largo tiempo.
No hubo túnel alguno en la ruta. Se había
dormido y al hacerlo perdió el control del coche.
Un chacarero que pasó con su camioneta los
vio y llamó inmediatamente a los bomberos, policía y ambulancia.
Una semana después les dieron el alta
médica y se quedaron en la casa de los padres de ella.
Ya repuestos, Juan se animó a preguntarle
a Marta.
-Estando en el auto soñaste que estábamos
en nuestro pueblo…-
-Sí, amor, estábamos en Pirán.
- ¿Porque soñamos ambos con lo mismo?,-
volvió a preguntar.
-No creo lo sepamos nunca. Se me ocurre
que pudimos haber estado en algo así como el Purgatorio y volvimos…creo.
-No lo sé, - respondió él.
- ¿Cómo te sentís Juan?
-Vacío. ¿Y vos?
-Vacía. Es como si adentro del cuerpo ya
no estuviera el alma. Algo más ocurrió, algo más va a ocurrir, - dijo ella.
Se abrazaron, se durmieron y comenzaron a
soñar.
Estaban juntos en el campo, en un rojo
atardecer y vieron a dos personas a lo lejos.
- ¿Quiénes son? Preguntó ella sin sacarles
la vista a esas figuras recortadas en el paisaje.
-No lo sé, vayamos hacia ellas, - respondió
Juan.
Al estar a un paso de distancia, las almas
de Juan y Marta se dieron vuelta, abrazaron a aquellos cuerpos y comenzaron a
caminar a campo traviesa hasta perderse en la eternidad.
Richard.
Año 2014, editado 08-01-19