viernes, 31 de enero de 2020

CONSEJOS DE UN ANCIANO DEL FUTURO



Era una noche de tormenta, oscura y sin final.
El viento soplaba, enojado con el mar.
Los rayos estallaban en el cielo para hundirse en el horizonte,
mientras las olas furiosas, querían romper aquel muelle.

Y allí, solitario y pensativo, estaba yo, admirando la furia de Poseidón.
Más de pronto la tempestad cedió y una brisa marina me besó.
Las estrellas comenzaron a brillar para abrazar a la luna,
y alumbrar ese mar, ahora calmo y silencioso.

Y fue cuando giré la vista hacia la playa de arena que lo vi.
Era un viejo de larga barba caminando con un perro negro a su lado.
Llevaba un farol de aceite para alumbrarse.
Parecía un ser inmortal, no tenía tiempo ni edad.

Aquel perro me recordó a mi Terry de la adolescencia,
un pastor belga que lloré cuando me fui de mi casa.
El anciano tendría mi altura si no fuera por el peso que llevaba en sus hombros.
Y fue que se encaminó hacia donde estaba, cuando sentí que el encuentro no era casual.

Al estar frente a frente y mirarnos a los ojos, me di cuenta.
Cuando comenzó a hablar supe quién era:
-No lo hiciste y sabías que debías hacerlo. -
-Mil frases de amor escondiste en ese oscuro baúl. -

-Te guardaste infinitos besos, abrazos y caricias. -
-Tu alma rugía de amor y dolor y la acallaste. -
-Las palabras ardían en tu garganta y no las pronunciaste. -
-Tu pluma centelleaba de letras de amor y cerraste los ojos. -

-No moriste por amor, no lloraste de emoción, no sentiste tu fuego interior. -
-Y ahora enfermás de lejanías, soportando huracanes escondidos en tu cajón de recuerdos. -
-Y dejás que tu alma repose sobre un enlutado terciopelo con una moneda,
para que Caronte, el barquero, te lleve hacia el otro lado que no es el cielo. -

-Estás a tiempo todavía. ¿Qué esperás? -
-Nunca es tarde cuando se trata de vivir. -
-No seas estúpido, amá, gritá, reí, llorá, rezá, sentí, buscá, encontrá, soñá, creé, confiá… -
Dicho esto, se desvaneció como la noche cuando el sol asoma.

Mis lágrimas corrieron por mis mejillas.
Mis piernas reaccionaron y corrí hacia ella.
Solo quería gritarle mi amor para que el mundo escuche.
Solo quería vivir el resto de mi vida como si fuera la última de todas.

Richard
29-01-20





martes, 21 de enero de 2020

JUSTICIA POR MANO PROPIA


Una semana había transcurrido desde mi último día como policía.
Los medios ya se habían olvidado de mí, del golpe en la mandíbula que le di a mi superior frente a las cámaras.
De pronto dormía casi ocho horas, estaba relajado, no me afeitaba, veía a mis hijas casi todo el tiempo, comía comida casera y hasta tenía tiempo para visitar cada tarde a Carla.
En esta, mi nueva vida, amanecía en mi cama y no en un escritorio y les preparaba el desayuno a las chicas para luego acompañarlas al colegio.
Luego leía todos los diarios, salía a comprar lo que necesitaba, me preparaba el almuerzo y después de una ligera siesta, me iba a visitar a Carla.
Al entrar a la clínica, saludaba a todos y seguía mi camino hasta el cuarto de mi mujer.
La encontré despierta y de muy buen humor. Nos abrazamos con muchas ganas.
- ¡Hola mi amor, que alegría verte!,- me dijo emocionada.
-Hola amor, ¿Cómo estás? - le pregunté con una sonrisa de otros momentos.
-Bien, me siento mejor. Hoy me levanté, me llevaron al gimnasio donde caminé unos metros asistida por la enfermera y las barandas de contención. ¡No me caí amor, pude mantenerme en pie, ojalá me hubieras visto! ¡Habrías estado orgulloso de mi! -
-Lo estoy amor, lo estoy y sé que de aquí te iras caminando muy pronto. – le respondí.
-Contame como va tu nueva vida Augusto. - preguntó.
-Ufff, bien. Duermo más, no me afeito, comparto mucho más tiempo con mis hijas. Por las noches veo locales por Internet pues quiero comprarlo lo antes posible e instalar el bar pub de mis sueños. Mañana por la mañana tengo que ir a ver dos que me gustaron y están bien ubicados. Luego miro alguna serie hasta quedarme dormido con el televisor prendido.-.
De sus ojos comenzaron a brotar lágrimas de emoción.
- ¿Dónde estabas mi amor, porque no llegaste antes a mi vida? ¿Sabés que cada día te amo más? Mirá que no soy muy creyente, pero creo que fue Dios el que te puso en mi camino. No puede ser de otra manera. - me dijo y estiró los brazos hacia mí. El abrazo fue interminable.
- ¿Sabés algo del tipo que casi me mata?,- me preguntó luego.
-Desde que me fui no volví a hablar con nadie de la Comisaría. Pero lo voy a hacer. Necesito encontrarlo y ¿Sabés qué? Hace días que una idea me ronda la cabeza. Quiero tenerlo frente a mí y mirarlo a los ojos cuando le pregunte si hace cinco años atropelló a una mujer, mi primera esposa y se dio a la fuga. ¡Es muy fuerte la sensación que tengo! -
-Mi amor, tranquilízate. ¿Y qué vas a hacer, lo vas a ir a buscar solo? – preguntó mas no respondí.
-Augusto, pensá lo que vas a hacer, si lo encontrás tenés que llevarlo a la policía ¿No? -
No dije nada y Carla me abrazó para que cambiara de idea. Y siguió.
-Por favor Augusto, entregalo a la policía, no hagas justicia por mano propia.
Te amo y si te pasa algo me muero. - me dijo entre sollozos.
Estas palabras me conmovieron profundamente y me di cuenta lo enamorado que estaba de esa mujer joven y anciana a la vez, joven por la belleza que otorgan los pocos años, anciana por la belleza que otorga la sabiduría.
-Nada me pasará, no te preocupes…decime que te comentó el médico por favor. -
-Cambiemos de tema mejor ¿no? - me dijo socarronamente y siguió hablando.
-Me dijo que hay que esperar, pero es posible que con la operación camine otra vez. La semana que viene lo definirán una vez vistos los resultados de los estudios de ayer. -
-Si amor, caminarás pronto. Será un mal recuerdo con muchas lecciones aprendidas. - dije.
Cuando entró al cuarto la doctora para la revisión de rutina, aproveché para salir y llamar a Galarza. Quería saber en qué instancia se encontraba la investigación.
- ¡Como anda Jefe, que lindo escuchar su voz! - gritó por el teléfono.
-Muy bien Ramón, muchas gracias. En cualquier momento hacemos un asado en casa así te venís con el “gato” de turno, eso sí, tratá que se vea decente y que sea mujer. - dije y comencé a reír con ganas.
-Jefe, que feo lo que dice, yo salgo con chicas serias y trabajadoras. - dijo sin creérselo.
-Serias cuando duermen. Escuchame Ramón, ¿Que sabemos de Jáuregui, el asesino al volante ? -
-Justo lo iba a llamar. Lo tenemos ubicado, pero estamos aguardando la orden del juez para allanar. Lo asociaron con una docena de casos sin resolver, todos de gente atropellada. -
- ¿Dónde está? – pregunté mientras mi cuello se endurecía y mi puño izquierdo se cerraba.
-Recibimos información de que es el dueño de un cabaret en González Catán. -
-Ok Ramón, envíame por mail el archivo con la dirección. -
-Pero Jefe, usted no es más policía, ahora es un civil común y corriente. Y bastante ordinario y oloroso. - dijo riendo a carcajadas.
-Te voy a matar negro culeado. - le dije.
Cuando terminamos de reírnos, me envió lo que le pedí y me pidió que, para el asado, haga empanadas de carne cortada a cuchillo. Me salían bien y se las prometí.
Nos despedimos efusivamente, como viejos amigos que éramos.
Regresé a la habitación de Carla. Como la encontré dormida no quise molestarla. La besé en la frente y me fui. Ya en la calle encendí un cigarrillo y miré por el celular la dirección.
Me subí al auto y me encaminé hacia González Catán por la autopista. Revisé mi arma y estaba con el cargador lleno. También tenía la foto del tipo.
El atardecer brillaba en la ciudad, con sus pinceladas rojas, anaranjadas y amarillas iluminando cada cosa y anunciando que la noche azul estaba por caer en este lado del mundo.
Llegué a ese antro pasadas las nueve de la noche. Me puse la gorra y entré.
El ambiente era de avería. Mujeres avasalladas por la vida convertidas en putas, borrachos y mal vivientes que caminaban de lado a lado portando sus navajas y sus pistolas en el cinturón de sus pantalones sin pudor alguno. Y el olor rancio del lugar, el alcohol barato y el humo de cigarrillos negros y marihuana, dificultaban la respiración.
Comencé a buscarlo, algo que no me llevó mucho tiempo pues estaba detrás de la barra, manoseando a una niña semi desnuda pues no tenía más de quince años, con la impunidad que le daba ser el dueño de esa pozo de mierda.
Me acerqué con cautela y cuando lo tuve cerca le puse la pistola en el pecho. Las miradas se cruzaron. Vi a mi ex mujer atropelladas en sus ojos y a Carla también, debajo de las ruedas de su auto. Y no lo dudé.
Vacié el cargador…
Un año pasó.
Como cada tarde, la visita de Carla con mis hijas y Galarza me daban el motivo necesario para soportar el encierro y soñar con la libertad en algunos años…
Richard.
21-01-20



miércoles, 15 de enero de 2020

TODOS LOS CAMINOS CONDUCEN AL MAR


                          

Soy un caminante y siempre lo seré.
Nací para caminar en la arena y moriré caminando en el mar.
Cuando mis piernas se mueven siento que estoy vivo.
Y el camino me llevará a donde quiero llegar.

Me fuí de mi casa caminando hasta la estación de trenes.
Dejé mis cosas en el asiento y deambulé toda la noche.
Quería dejar atrás las tristezas y a la muerte que me miró a los ojos.
Pero se llevó a mi hermano, dejándome a merced de los demonios.

Seguí mi sendero hasta llegar a una bella ciudad donde
un amor que creía eterno me aguardaba impaciente.
Imaginé que dar el sí en la Iglesia significaba “hasta que la muerte nos separe”.
Retomé el camino al poco tiempo con mi mochila de trastos y mi cuaderno de sueños.

Caminé y supe que los campos de girasoles eternos me enseñaban la ruta.
Una mujer, hijos, paz y familia me regaló la vida por un tiempo largo.
Más un día, paseando por el viejo derrotero, vi que los girasoles se habían marchitado.
Con un beso dejé mi cómoda vida para vivir con la furia de la sangre recorriendo el cuerpo.

Encontré que el camino estaba atiborrado de corazones rotos, oscuros, alegres, sombríos.
Me detuve en algunos, pero no eran lo que buscaba.
Buscaba sueños, proyectos de a dos e iba en pos de ellos con los dientes apretados.
Con vergüenza, pasión y algo de locura, era todo, por la mitad nada.

Solo una vez equivoqué el camino y me detuve en un paraíso inexistente.
Fui un niño tonto al que le robaron la ilusión de una fuente de dulces.
Herido regresé al camino y pude sentir el perfume del mar que me aguardaba.
Una suave brisa marina me envolvió y supe que estaba cerca.
Tantos años caminando y ya quería llegar.

Y en un amanecer donde el agua brillaba con los rayos del sol,
llegué a la playa del fin del mundo que siempre soñé.
Inmóvil sentí el murmullo de las olas y hasta las sirenas cantar.
Vi a las gaviotas volar y a los viejos galeones fantasmas navegar.

Embelesado mirando como los colores se mezclaban al azar,
Sentí su mano en la mía y solo atiné a besarla.
Sonreímos y caminamos juntos hacia el fondo del mar,
ese mar que guarda los tesoros con celo y a los amores hasta el final.

Richard
15-01-19

 


   



miércoles, 8 de enero de 2020

EL TUNEL




Esa mañana, la niebla en la ruta era extrañamente espesa; casi fantasmagórica.
Los autos marchaban uno detrás de otro, con las luces altas encendidas y a una velocidad que no excedía los cuarenta kilómetros por hora.
Juan decidió detenerse en la banquina hasta que la niebla se disipara un poco. Además, estaba cansado y le ardían los ojos.  
Se durmió. Al despertarse vio que la ruta se encontraba libre y decidió retomarla. Miró a   su esposa que estaba leyendo un libro y escuchando música con los auriculares.
- ¿Qué leés, Marta? -
-Despertaste…bien.
Cuentos de misterio Juan, de distintos autores. Ahora estoy leyendo uno llamado “El túnel” de no sé, alguien. No me suena en nombre del autor, Richard no sé qué…desconocido.
- ¿Y qué tal es? -
-El comienzo es tranquilo, veremos más adelante. Trata de una pareja que viaja en auto por una carretera.
¿Qué estarán haciendo los chicos? ¿Encontraremos la casa al regreso?,- dijo al cambiar abruptamente de tema.
Josefina y Gastón habían quedado en la casa bajo la tutela de María del Pilar, la tía de ella. Sabían que no era una buena idea dejar a dos adolescentes con una mujer de casi setenta años, pero nadie más quiso quedarse con ellos.
Juan calculó estar llegando al anochecer a la casa de campo de sus amigos.
El viaje le estaba resultando algo monótono más se sobresaltó al ver que la ruta atravesaba una montaña no muy alta. Aunque se esforzó, no recordaba haberla visto alguna vez.
-Sigo cansado, - pensó.
-Mar…, - dijo e hizo silencio al verla dormida con el libro en su falda.
-Buen cuento. - pensó para sí y sonrió.
Entró en el túnel. Las luces amarillas colgadas del techo se sucedían rápidamente hasta que en un momento todo comenzó a bajar su velocidad. Es como si el mundo se detuviera.
Al salir del mismo, Juan apenas pudo reaccionar cuando vio el cartel de General Pirán.
Frenó y despertó a Marta. Luego le señaló con el dedo el lugar.
¿Qué hacemos acá Juan, te equivocaste de ruta? Si la casa de tus amigos está para el norte y estamos en el sur. Aquí nacimos, crecimos, nos conocimos y nos casamos. Casi treinta años vivimos en Pirán, - dijo su esposa ciertamente confundida.
-No sé, no sé, no entiendo. No pude equivocarme de ruta, es imposible…, - respondió más confundido que su mujer.
-Voy a entrar que debo cargar combustible e ir al baño. De paso compramos algunas cosas y caminamos un poco para aclarar la mente. - propuso.
Al entrar al viejo pueblo, se maravillaron de encontrarlo tal cual lo recordaban. Habían pasado quince años de la última vez que lo visitaron.
Las calles se hallaban limpias, las fachadas relucían, la gente caminaba por la calle, alegre, distendida. Parecía una postal de Navidad antigua.
Siguieron camino hasta llegar a la vieja escuela, donde cursaron desde primer grado hasta quinto año.
Al verla igual que la última vez, se emocionaron y se tomaron de las manos para disimular el nudo en la garganta.
-Mirá, llegamos justo para la hora en que salen los chicos del colegio. ¿Te acordás? Salíamos como caballos salvajes cuando sonaba la campana a las doce.
Se detuvieron y aguardaron.
Escucharon el sonido y el pulso se les aceleró.
Cuando comenzaron a salir los chicos de primaria con sus guardapolvos blancos, una fuerte sacudida a sus corazones los dejó al borde de la melancolía.
Y al salir los chicos de la secundaria con sus sacos azules, Juan comenzó a gritar…  

- ¡Marta, por Dios, ¡Marta, por favor!
Intentó soltarse y soltar a su esposa inconsciente, de los cinturones de seguridad al darse cuenta que estaban en el auto, destrozado y volcado en la banquina. El olor a combustible era presagio de lo peor.
Logró liberarse y liberarla. Comenzó a arrastrar por la tierra el cuerpo de su esposa. Quería alejarse lo más posible pues el estallido no tardaría en llegar.
Cuando se produjo la explosión, Juan cubrió con su cuerpo a Marta.
Estaba exhausto y se desmayó.
Despertó en el hospital y se encontró con los ojos húmedos de su mujer. Se abrazaron por largo tiempo.
No hubo túnel alguno en la ruta. Se había dormido y al hacerlo perdió el control del coche.
Un chacarero que pasó con su camioneta los vio y llamó inmediatamente a los bomberos, policía y ambulancia.
Una semana después les dieron el alta médica y se quedaron en la casa de los padres de ella.
Ya repuestos, Juan se animó a preguntarle a Marta.
-Estando en el auto soñaste que estábamos en nuestro pueblo…-
-Sí, amor, estábamos en Pirán.
- ¿Porque soñamos ambos con lo mismo?,- volvió a preguntar.
-No creo lo sepamos nunca. Se me ocurre que pudimos haber estado en algo así como el Purgatorio y volvimos…creo.
-No lo sé, - respondió él.
- ¿Cómo te sentís Juan?
-Vacío. ¿Y vos?
-Vacía. Es como si adentro del cuerpo ya no estuviera el alma. Algo más ocurrió, algo más va a ocurrir, - dijo ella.
Se abrazaron, se durmieron y comenzaron a soñar.
Estaban juntos en el campo, en un rojo atardecer y vieron a dos personas a lo lejos.
- ¿Quiénes son? Preguntó ella sin sacarles la vista a esas figuras recortadas en el paisaje.
-No lo sé, vayamos hacia ellas, - respondió Juan.
Al estar a un paso de distancia, las almas de Juan y Marta se dieron vuelta, abrazaron a aquellos cuerpos y comenzaron a caminar a campo traviesa hasta perderse en la eternidad.

Richard.
Año 2014, editado 08-01-19






viernes, 3 de enero de 2020

ESCRIBí EN TU ALMA




Fue en tiempos inmemoriales, sin recuerdos y sin historias,
que escribí las dos palabras en tu angelada alma.
Solo ella puede recordar el lugar y el momento.
Contemplábamos el océano profundo desde un perenne acantilado.

Luego besaste mi alma y escribiste dentro de ella.
Nos besamos secretamente y el cielo se encendió de estrellas.
La luna nos miraba emocionada y los ángeles nos acompañaban,
mientras el viento llevaba nuestro amor hacia algún lugar sin nombre.

-Es el amor que nos enseña a olvidar la soledad, - gritaste.
-Te amaré hasta que la eternidad nos cobije en su infinito seno, - grité.
-En cada vida te encontraré y tomaré tu mano, - gritaste.
-No soltaré tu mano en vida, tampoco en la muerte, - grité.

Y el tiempo se despertó y el espíritu de la vida se alzó.
Aprendimos a enterrar nuestra sangre en la tierra,
en épocas de imperios que se derrumbaban y reyes que caían.
Atravesamos acertijos, desafíos y laberintos en cada era, juntos.

Y hoy, miles de años después, nos encontramos en el mismo acantilado.
El cielo está más azul y las estrellas más fulgurantes.
El viento nos envuelve con una caricia ancestral.
La luna y el sol están juntos, amándose.

Y desnudos sobre la hierba comenzamos a hacer el amor.
Más cuando éramos uno, sentimos como el aire nos mecia suavemente,
llevándonos hacia aquel lugar que soñamos la primera vez.
El placer era infinito y abrazados siendo uno, nos quedamos así.
Para siempre…

Richard
03-01-20