martes, 21 de enero de 2020

JUSTICIA POR MANO PROPIA


Una semana había transcurrido desde mi último día como policía.
Los medios ya se habían olvidado de mí, del golpe en la mandíbula que le di a mi superior frente a las cámaras.
De pronto dormía casi ocho horas, estaba relajado, no me afeitaba, veía a mis hijas casi todo el tiempo, comía comida casera y hasta tenía tiempo para visitar cada tarde a Carla.
En esta, mi nueva vida, amanecía en mi cama y no en un escritorio y les preparaba el desayuno a las chicas para luego acompañarlas al colegio.
Luego leía todos los diarios, salía a comprar lo que necesitaba, me preparaba el almuerzo y después de una ligera siesta, me iba a visitar a Carla.
Al entrar a la clínica, saludaba a todos y seguía mi camino hasta el cuarto de mi mujer.
La encontré despierta y de muy buen humor. Nos abrazamos con muchas ganas.
- ¡Hola mi amor, que alegría verte!,- me dijo emocionada.
-Hola amor, ¿Cómo estás? - le pregunté con una sonrisa de otros momentos.
-Bien, me siento mejor. Hoy me levanté, me llevaron al gimnasio donde caminé unos metros asistida por la enfermera y las barandas de contención. ¡No me caí amor, pude mantenerme en pie, ojalá me hubieras visto! ¡Habrías estado orgulloso de mi! -
-Lo estoy amor, lo estoy y sé que de aquí te iras caminando muy pronto. – le respondí.
-Contame como va tu nueva vida Augusto. - preguntó.
-Ufff, bien. Duermo más, no me afeito, comparto mucho más tiempo con mis hijas. Por las noches veo locales por Internet pues quiero comprarlo lo antes posible e instalar el bar pub de mis sueños. Mañana por la mañana tengo que ir a ver dos que me gustaron y están bien ubicados. Luego miro alguna serie hasta quedarme dormido con el televisor prendido.-.
De sus ojos comenzaron a brotar lágrimas de emoción.
- ¿Dónde estabas mi amor, porque no llegaste antes a mi vida? ¿Sabés que cada día te amo más? Mirá que no soy muy creyente, pero creo que fue Dios el que te puso en mi camino. No puede ser de otra manera. - me dijo y estiró los brazos hacia mí. El abrazo fue interminable.
- ¿Sabés algo del tipo que casi me mata?,- me preguntó luego.
-Desde que me fui no volví a hablar con nadie de la Comisaría. Pero lo voy a hacer. Necesito encontrarlo y ¿Sabés qué? Hace días que una idea me ronda la cabeza. Quiero tenerlo frente a mí y mirarlo a los ojos cuando le pregunte si hace cinco años atropelló a una mujer, mi primera esposa y se dio a la fuga. ¡Es muy fuerte la sensación que tengo! -
-Mi amor, tranquilízate. ¿Y qué vas a hacer, lo vas a ir a buscar solo? – preguntó mas no respondí.
-Augusto, pensá lo que vas a hacer, si lo encontrás tenés que llevarlo a la policía ¿No? -
No dije nada y Carla me abrazó para que cambiara de idea. Y siguió.
-Por favor Augusto, entregalo a la policía, no hagas justicia por mano propia.
Te amo y si te pasa algo me muero. - me dijo entre sollozos.
Estas palabras me conmovieron profundamente y me di cuenta lo enamorado que estaba de esa mujer joven y anciana a la vez, joven por la belleza que otorgan los pocos años, anciana por la belleza que otorga la sabiduría.
-Nada me pasará, no te preocupes…decime que te comentó el médico por favor. -
-Cambiemos de tema mejor ¿no? - me dijo socarronamente y siguió hablando.
-Me dijo que hay que esperar, pero es posible que con la operación camine otra vez. La semana que viene lo definirán una vez vistos los resultados de los estudios de ayer. -
-Si amor, caminarás pronto. Será un mal recuerdo con muchas lecciones aprendidas. - dije.
Cuando entró al cuarto la doctora para la revisión de rutina, aproveché para salir y llamar a Galarza. Quería saber en qué instancia se encontraba la investigación.
- ¡Como anda Jefe, que lindo escuchar su voz! - gritó por el teléfono.
-Muy bien Ramón, muchas gracias. En cualquier momento hacemos un asado en casa así te venís con el “gato” de turno, eso sí, tratá que se vea decente y que sea mujer. - dije y comencé a reír con ganas.
-Jefe, que feo lo que dice, yo salgo con chicas serias y trabajadoras. - dijo sin creérselo.
-Serias cuando duermen. Escuchame Ramón, ¿Que sabemos de Jáuregui, el asesino al volante ? -
-Justo lo iba a llamar. Lo tenemos ubicado, pero estamos aguardando la orden del juez para allanar. Lo asociaron con una docena de casos sin resolver, todos de gente atropellada. -
- ¿Dónde está? – pregunté mientras mi cuello se endurecía y mi puño izquierdo se cerraba.
-Recibimos información de que es el dueño de un cabaret en González Catán. -
-Ok Ramón, envíame por mail el archivo con la dirección. -
-Pero Jefe, usted no es más policía, ahora es un civil común y corriente. Y bastante ordinario y oloroso. - dijo riendo a carcajadas.
-Te voy a matar negro culeado. - le dije.
Cuando terminamos de reírnos, me envió lo que le pedí y me pidió que, para el asado, haga empanadas de carne cortada a cuchillo. Me salían bien y se las prometí.
Nos despedimos efusivamente, como viejos amigos que éramos.
Regresé a la habitación de Carla. Como la encontré dormida no quise molestarla. La besé en la frente y me fui. Ya en la calle encendí un cigarrillo y miré por el celular la dirección.
Me subí al auto y me encaminé hacia González Catán por la autopista. Revisé mi arma y estaba con el cargador lleno. También tenía la foto del tipo.
El atardecer brillaba en la ciudad, con sus pinceladas rojas, anaranjadas y amarillas iluminando cada cosa y anunciando que la noche azul estaba por caer en este lado del mundo.
Llegué a ese antro pasadas las nueve de la noche. Me puse la gorra y entré.
El ambiente era de avería. Mujeres avasalladas por la vida convertidas en putas, borrachos y mal vivientes que caminaban de lado a lado portando sus navajas y sus pistolas en el cinturón de sus pantalones sin pudor alguno. Y el olor rancio del lugar, el alcohol barato y el humo de cigarrillos negros y marihuana, dificultaban la respiración.
Comencé a buscarlo, algo que no me llevó mucho tiempo pues estaba detrás de la barra, manoseando a una niña semi desnuda pues no tenía más de quince años, con la impunidad que le daba ser el dueño de esa pozo de mierda.
Me acerqué con cautela y cuando lo tuve cerca le puse la pistola en el pecho. Las miradas se cruzaron. Vi a mi ex mujer atropelladas en sus ojos y a Carla también, debajo de las ruedas de su auto. Y no lo dudé.
Vacié el cargador…
Un año pasó.
Como cada tarde, la visita de Carla con mis hijas y Galarza me daban el motivo necesario para soportar el encierro y soñar con la libertad en algunos años…
Richard.
21-01-20



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