Su nombre es Mía y
nació en el agua.
Era una niña de
seis años, dulce y solitaria.
Sus ojos verdes
eran esmeraldas, su sonrisa un arco iris.
Vivía su infancia en
un pueblo chiquito, perdido entres bosques y mar.
Dormía entre
algodones y jugaba sobre nubes blancas.
Sus mejores amigas
eran las aves en la playa,
el sol de la
mañana, los colores del atardecer y las estrellas en la noche.
Jugaba a las
escondidas con los duendes del bosque entre luciérnagas encendidas
Escuchaba a las
sirenas cantar lejanas canciones cuando la luna bajaba.
Luego se dormía abrazada
a ella mientras las estrellas cerraban los ojos.
Ángeles alados se
acomodaban en los recovecos de su cuarto,
y amigas
imaginarias se escondían entre juguetes.
Más una tormenta de
rayos y truenos se acercaba poco a poco
para romper
aquella soñadora e inocente infancia.
Al llegar, sus miles
de frágiles sueños se echaron a volar.
Fueron los gritos,
las peleas, los platos rotos, portazos y amenazas.
Y fueron el
silencio y el llanto que llegaron para quedarse.
Papá se había ido
de casa y mamá se había quedado sola.
A él no lo vio más
y a ella no la vio sonreír otra vez.
Su hogar se
convirtió en un sarcófago oscuro y siniestro.
Mía se refugió en
la playa, pues sus duendes seguían visitándola.
Las sirenas
seguían cantando y los delfines saltando.
Solo con ellos
sentía alegría, también con las estrellas y la luna.
Y un día se metió
en el mar con su muñeca preferida y vivir en él.
El recibimiento
que tuvo fue mágico en aquel reino de agua.
Hadas de todo tipo
y tiempo le concedían deseos.
Los hipocampos la
llevaban de paseo por arrecifes de coral.
Y sentada en su
regazo, escuchaba viejas historias que Poseidón le contaba.
Mientras, en la
orilla de la eterna playa, sus padres aguardaban a verla otra vez.
Construyeron una
cabaña de madera para el día que decidiera regresar
Querían verla
caminar con sus pequeños pies sobre la arena caliente.
Querían abrazarla
y pedirle perdón, besarla y darle amor.
Minutos, años,
siglos, nadie sabe el tiempo que pasó
Y un día ella a la
playa regresó.
Dejo el mar para encontrarlo
a él.
Era una bella
mujer que creció en el reino del mar.
Y caminando hallo
la casa que construyeron sus padres.
Al recorrerla los
recordó y leyó la palabra PERDON en cada rincón.
Mas al llegar a la
cama, a su eterno amor encontró durmiendo.
Se acostó a su
lado, el despertó, se tomaron de la mano.
Para perderse juntos
en el mar rodeados del amor del océano y su reino mágico.
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