Ya camino con paso
lento por la vía helada del tren.
El campo
escarchado es bello, el agua congelada del arroyo
y la blancura de
la nieve sobre los arboles halaga el alma.
Más el frio en el
cuerpo endurece mis piernas y manos.
No he visto ser
humano alguno en días.
Si los he imaginado
mirándome entre los arbustos.
En silencio,
agazapados, no quieren que los vea, pero los veo.
Son tímidos y se
preguntan hacia donde me dirijo.
Una vez hice dos
promesas, que te buscaría y te hallaría.
Los cielos eternos
fueron testigos de mi promesa.
Solo miraron hacia
otro lado cuando hicimos el amor,
desnudos, danzando
al son de la melodía eterna, llorando.
Sé que estoy
cerca, el tren ya no pasa, la vía está muerta.
Termina en un
precipicio, donde la libertad aguarda para abrazarme.
Allí los vientos me
sostendrán en el aire mientras vos llegás.
Más me sentaré en
las nubes y te aguardaré.
Ya estoy cerca, el
paisaje es otro, la pasión es la misma.
Las palmeras en la
nieve desaparecen en la espesa bruma.
Y son los sauces
llorones en la arena que se erigen orgullosos.
Mientras la orilla
de un mar imaginario se puebla de flores rojas.
Siento que estás
llegando, siento tu alma vibrar.
Mi alma canta una
antigua canción y tiembla de emoción.
Ha llegado el
momento de no extrañarte nunca más.
Pues mi segunda promesa
fue que jamás te dejaría ir otra vez.
Richard
26-10-19
Lindísimo poema, todo un largo paseo imaginario donde la naturaleza despliega sus encantos y misterio.
ResponderBorrarEmociones que se funden al paisaje con canciones y promesa, quizás cumplida.
Un placer, Richard, dejarte mi huella después de seguirte los pasos.
Muy buenas tardes Estrella.
ResponderBorrarSolo decirte gracias, muchas gracias por tan calido y poetico mensaje. Y tener tu huella es un honor para mi. Un beso