Tu ausencia se
hizo invierno.
El frío llegó y
buscó mis venas.
Quería hurgar en
ellas y congelarme la sangre.
Y así fue, en una
estatua de hielo me convertí.
Mi corazón quedó
atrapado en un letargo helado.
Mis ojos miraban
sin ver.
Mis manos tocaban
sin tocar.
Mi boca besaba sin
besar.
Mis cabellos se
volvieron blancos como la nieve.
Hasta que regresaste
pues estaba escrito que así sería.
Trajiste con vos a
la primavera, el sol y los amaneceres.
Los vientos comenzaron
a soplar suaves y cálidos
y el deshielo
comenzó, mi corazón latió otra vez.
La roja sangre
corrió con furia por mis venas.
Y mi boca caliente
te besó con pasión infinita.
Mis manos
acariciaron tu piel de porcelana.
Mis ojos volvieron
a mirarte.
Era amor, nuestro
amor.
Reímos y lloramos,
peleamos y nos reconciliamos.
La sinfonía del
Universo nos mecía en la cama.
Y mis cabellos
negros regresaron.
Fue entonces que
el majestuoso verano hizo irrupción
y nos quemó la
piel, hirviendo nuestra sangre.
Nuestra desnudez encandilaba
a las estrellas.
Y encendía a la
luna.
La fauna del
Universo nos miraba con celo.
Más somos seres
humanos.
Imperfectos,
sensibles, orgullosos.
Dejamos de hablar
y de encandilar a las estrellas
La sangre se había
enfriado.
Los besos ya no
eran besos.
Las lágrimas de
dolor destrozaban la sinfonía.
Y el silencio nos
derrotaba.
El otoño de
nuestro amor nos abofeteaba.
Las palabras de
amor se hicieron manto
en las plazas, como
la hojarasca de otoño.
Y mi corazón se
detuvo otra vez.
El invierno llegaba
para quedarse.
El frío atravesó
cada célula de mi ser.
La estatua de
hielo comenzó a gestarse.
Mis cabellos
blancos se confunden con la nieve.
Y miro sin ver, beso
sin besar, toco sin tocar.
Sé que jamás aguardaré
a tu perfumada primavera otra vez.
Sé que, en algún
lugar, una buena mujer me amará de verdad.
Richard
Año 2017, editado 17-04-19
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